He recordado a mi abuela por esos platos tan deliciosos que cocinaba. También cuando le escribí la carta de amor a mi novia, diciéndole que me parecía genial que tuviera a sus abuelas vivas. También recordé aquel día que la hice llorar, mi abuela no merecía eso, yo solo era un niño de 9 o 10 años, que desafortunadamente pasaba por tribulaciones que a esa edad no podía entender. Pero al menos la recuerdo, algo que no pasa con mi madre, que también se fue al cielo. El día que me di cuenta de tal desfachatez, empecé a llorar a mares. ¿Por qué no la recuerdo? Si es mi madre, ¡por Dios! ¡La que me dio la vida, la que sacrificó su trabajo y vida social por criarme!

Ya van 9 años desde su muerte, y pareciera que fue ayer, pero sin embargo traerla a mi mente no merece esfuerzo. ¿Tan malo he sido? ¿Tan malo he sido? ¿Tan malo he sido? Es todo lo que tengo en mi cabeza y ¿en mi corazón? ¿Soy el peor ser humano del mundo?¿Quién no recordaría a su madre?

Había oído que los primeros años de vida se forjan los pensamientos, el cuerpo y el espíritu. Que todo se fragmenta y de adulto debes viajar al pasado para organizarlo todo, como un cuarto del desván que no sabes cómo llegó todo ahí y toca desempolvar, ordenar para luego tener paz. Voy a empezar ese viaje de limpieza para entender mi frialdad.


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