Para Seguirnos Amando part. III – Ella Me Da Amor

Para Seguirnos Amando part. III – Ella Me Da Amor

Danubio De Campos

17/12/2018

Entre cada rostro he visto la carga de cada historia, unos sonríen, otros al filo del llanto pueden haberlo perdido todo, unos tratan de llenar los vacíos de cada alma que clama por una razón para seguir. Sentado en el subterráneo observó tranquilamente cada rostro que se cruza por entre mi vista. No sé a quién espero, pero sé que no espero a la vida. Cada vez que cierro mis ojos puedo verla cerca de mí, con sus ojos límpidos y esa expresión tan única, tan tierna, tal como ella siempre ha sido.

Me pregunté por un minuto, mientras el sonido sordo del tren que partía llenaba el lugar, si ella en algún minuto pensaría en mí, si tan solo mi recuerdo ocupase un segundo de sus horas me podría dar por satisfecho.

Ella significa todo para mí. Cada palabra, cada mirada son únicas en su tipo y siempre trataba de consolarme a mí mismo en mis horas de soledad creyendo que era yo el único objeto de sus ojos. Cada que pasaba frente a su hogar miraba la ventana, siempre la misma ventana, donde ella parecía esperar cada día a una hora determinada para saludarme con un ademán y sonreírme.

Pocas veces hemos dicho palabra, pero cuando los sentimientos hablan es poco lo que podemos decir. Recuerdo haberle dicho cuanto le amaba, ella sonrió pero no dijo nada, no sabría decir si ella pensó que era un estúpido, creyó que estaba siendo víctima de una cruel broma o si solo no me tomó en serio.

Cada noche observo su ventana desde mi habitación mientras suspiro con cientos de miles de mariposas revoloteando en mi interior. Qué sería de mí si esa persiana americana se abriera por tan solo un segundo y pudiese contemplarla, esos movimientos de bailarina, esa voz tan tranquila. Ella era la única en este mundo que parecía querer convencerme a cada minuto que la búsqueda había acabado, esa búsqueda que cada ser humano hace de manera tardía o más temprana, buscar esa alma gemela. Siento que por ella lo daría y lo dejaría todo, pues, cuando el amor llega a una vida y la sinceridad nos llena por dentro, cuando todo se haya dicho y hecho solo quedarán dos personas, unidas por el resto de la eternidad. He llorado lágrimas amargas tan solo para matar las ansias de verla, de reír viéndola estrechar su mano para mí, de responder todas esas dudas que despierte el corazón.

Llevo este sentimiento en lo más profundo de mi ser sin miedo del qué dirán sin embargo me siento ciertamente desgraciado, quizá sería mucho más fácil si supiese que ella no sentía nada por mí, pero la desgracia es cierta cada vez que pienso en el odio que separa a nuestras familias, casi como un Romeo que busca desesperadamente esa Julieta. Lloré muchas veces en silencio preguntándome desgarrado porque es tan difícil amar y porque es tan fácil odiar sin tregua por cosas que nadie parecía recordar.

Mis padres jamás han querido decirme qué es eso tan terrible que nos separa, solo me han advertido que no debo pensar en ella. Mi padre siempre dice que hay muchos peces en un mar tan vasto como mi mirada alcanza a perderse en el horizonte.

Ese no es un consuelo. Podría amar a alguien más, pero nadie podría reemplazarla a ella, nadie podría reemplazar su recuerdo y el suspiro de un alma que se resigna tan solo por voluntades ajenas a las propias. Estoy seguro que las cosas podrían ser muy diferentes, pero nada ganaría tratando de construir ese mundo maravilloso en mis sueños para luego verlo destruirse frente a mí al momento de abrir mis ojos.

He escrito un diario donde la mayoría de los escritos son poemas construidos de manera extraña con los cuales pretendo estar más cerca de ella. Sentir que ella podría estar orgullosa de despertar lo mejor de mí. Inclusive yo mismo era capaz de sentir que había dejado mucho de lado solo para que ella fijara sus ojos en mí, decidí que aquella noche sería la noche en que sabría la verdad, que ya nada me detendría, pues no tenía nada que perder, solo estaba jugando mi corazón a un movimiento.

Esa noche era especial, era nuestra noche, lo podía sentir en el aire y en cada pensamiento dentro de mí, sentí que era la noche en que haríamos historia tan solo ella y yo sin nada que entorpeciera nuestro camino.

Era ya de madrugada, todo el vecindario dormía y mis padres junto a ellos. Esa noche mi luz aún seguía encendida mientras yo caminaba todo el camino desde un lado hacia el otro de la habitación procurando no hacer ruido. Afuera las madreselvas entonaban su canto nocturno mientras eran mecidas suavemente por el viento. Mientras, yo garabateaba unas palabras en una hoja cualquiera para mis padres. Al contrario de lo que muchos podrían pensar, no había pesar ni tristeza en aquellas frases, pues no era como si me fuese a suicidar, por ejemplo. Sabía que tarde o temprano los volvería a ver, que este era solo un adiós temporal y, sabia en lo más profundo de mi ser, que ellos comprenderían puesto que ellos también debieron derribar muchas barreras para concretar aquella vida que muchos daban por perdida, esa vida que tanto les dio: cuatro hijos hermosos, una fidelidad a toda prueba y corazones enternecidos que solo sabían amarse. Yo suspiré y solo pensé que si habría de tener una vida junto a ella, me encantaría que fuese como las de ellos.

Abrí la ventana y de un salto caí en el jardín, corrí hasta el patio trasero y me quedé ahí por un espacio de 15 minutos esperando algún movimiento, no quería encontrarme de frente con mi padre y su escopeta. Una vez me convencí que nadie saldría me encontré parado en la acera tranquilo pero temeroso. Nunca había sentido tanto silencio en una ciudad como esta ni me habían parecido tan pocas las luminarias de las calles. Mire de un lado a otro como esperando verla entre las luces, sin embargo era solo mi sombra quien me hacía compañía en mi incertidumbre.

Llegué a su patio saltando la verja de una manera extrañamente acertada y casi sin proponérmelo me encontré frente a esa ventana, las luces estaban apagadas, ella debía estar en su sueño tan apacible y calmo.

Ya con una piedra en la mano tuve la completa libertad para pensar todo esto una vez más. Puede elegir entre dejar todo como estaba y sufrir por amor o tener la valentía de afrontar una nueva vida junto a quien tanto amaba. Elegí la segunda opción pues, no importa quien sea, ya ha tenido suficiente de sufrir, el amor no debe hacernos sufrir, debe ser la ventana hacia un mundo mejor, un mundo que nos permita ver mejor la vida que está adelante y, si vamos a enfrentar la vida, es mucho mejor que sea acompañado de ese alguien especial

Lancé la piedra con la prisa del apresurado, sin siquiera meditar que podría romper el vidrio pues, mis nervios parecían ser tales que ni siquiera me había tomado el tiempo de buscar una del tamaño correcto.

Esperé y juré que si debían pasar segundos muertos prefería darme un tiro en la sien. La luz de la habitación se encendió y por primera vez me pregunté si esto era amor. A veces quería creer que sí lo era y es que realmente nunca había sentido sentimiento igual antes, solo lo había leído en tantos libro y escuchado en tantas canciones que a veces dicen todo, pero muchas veces la inocencia se interpone frente a las percepciones y de lo que deseamos creer, de las esperanzas y del hecho… del hecho de que no podía querer nada más que pretender que entre los dos ya no podría existir más amor.

La luna estaba más grande que nunca hoy, nunca antes había reparado en que parecía que las estrellas me observaban. Ojos que me observaban, anhelos que se apagaban, esperanzas que explotaban desde la chispa más recóndita de un corazón que parecía sangrar, un corazón que no podía volver a ser el mismo, un corazón que no podía ser consolado tan solo por creer un segundo más.

Vi la ventana abrirse y las persianas levantarse, no pude darme el tiempo de meditar que había sucedido al revés. Ella asomó su cabeza, sus ojos estaban entreabiertos con una mirada propia de aquel que acababa de despertar luego de un sueño interrumpido por el amor de una vida o por un simple estúpido.

⦁ ¿qué haces aquí? – dijo con una voz muy tenue pero decidida – mis padres estan durmiendo

⦁ los míos también

⦁ ¿a qué has venido aquí?

⦁ he venido con un ultimátum

Ella miró al cielo y apuntó con su dedo a una estrella

⦁ cinco minutos

Luego de decirlo cerró la ventana y la persiana. Fue extraño porque me quedé ahí, confundido, como si no terminara de entender que significaba la frase “cinco minutos”. Un pueblo pequeño es un infierno grande. Toda la gente de la ciudad nos conocía y nos miraban como extraños cada vez que intentábamos siquiera vernos o saludarnos. Enfrentarse al chisme y al qué dirán es ciertamente una tarea que requiere estoicismo. Deberíamos aprender a ser nosotros mismos siempre, fieles el uno con el otro. No valía la pena reinventarse por las palabras de extraños que no eran sino más eso.

Tenía un boleto a la luna entre mis manos, un destino abierto, un boleto de ida sin regreso conocido, no pertenecía a este lugar, no pertenecía a estas casas aburridas, no le pertenecía a los árboles, no le pertenecía a los faroles que iluminaban la noche ni a nada en particular, solo a ella y, para ser franco, no podía más que temer al hecho de que ella no lo supiera o no pensara lo mismo.

había visto la puesta de sol reflejada en sus ojos tantas veces, la había tocado tantas veces tan solo con mis palabras, le había hecho el amor tantas veces con mi mirada mientras solo era capaz de suspirar cada vez que podía oír su voz.

Para mí, su voz era como aquella flauta que cautiva a la serpiente, como viento que mece suavemente los juncos que salvaguardan un río tan calmo y sereno como esa mirada y esas manos que me hacían desear.

El invierno me esperaba sentado en la acera, el frío no me terminaba de congelar aún, el viento aún no apagaba mi luz y yo ahí, esperando… tan solo cinco minutos más. Mis pies comenzaban a impacientarse y mis manos buscaban a tientas su calor en medio de la noche mientras mis ojos contaban una breve historia.

En cinco segundos la ventana se abrió y la vi saltar. Ágilmente mientras caía suavemente sobre el mullido césped del jardín que era regado por el rocío de la noche que solo recién comenzaba su eternidad de horas.

⦁ esto es una locura – dijo con un semblante nervioso

no podría decir a ciencia cierta que proyectaba mi rostro, pero ella parecía entender aún más que yo

⦁ ¡quita ya esa cara! – dijo con mirada decidida – nadie ha muerto. Y, a propósito… ¿a qué te refieres con un ultimátum? ¿quién eres tú para darme un ultimátum a mí?

⦁ quizá utilice mal las palabras… pero… pero sea como fuere no quiero hablar aquí… me da una sensación de miedo indescriptible que alguien nos pueda escuchar

⦁ ¿miedo?

⦁ ¿cómo no iba a temer? ¿no recuerdas lo que sucedió la semana recién pasada? nunca me había apuntado antes con un arma

⦁ mi padre suele ser muy impetuoso con aquellos que no tolera

⦁ no me molesta que no me tolere. Y aunque yo no entiendo ni comparto su odio hacia mi familia… no considero necesario tener una escopeta en la punta de la nariz. No es civilizado, no demuestra educación

⦁ …¿entonces?

⦁ vamos a hablar a otro lado – dije con mi último aliento – … por favor… por favor

El camino transcurrió en silencio. Solo era capaz de escuchar su respiración que se movía en correlación con los latidos de mi corazón afligido pero inspirado. Nunca había sentido… no, de hecho, nunca me había dado cuenta la sonoridad de nuestros pasos en la calle. Estoy seguro que bien perfectamente podrían haber despertado a alguien.

Sentí que ella podía odiarme, no sabía si ella me seguía o era a la inversa. Ella se había detenido en el parque de la ciudad y me conminó a sentarme en uno de los asientos. Sin embargo, había algo en aquel lugar que no me inspiraba seguridad. Podía escuchar el murmullo y la risa de los niños, podía sentir el calor del sol sobre mí, podía escuchar a los grandes y fastuosos edificios llorar.

Fueron casi veinte minutos tratando de explicar razones para movernos tan solo un poco más de lugar, unas cuadras quizá, tan solo para sentirme a salvo. Ella parecía no poder entenderme del todo. No sé si… no, en realidad creo que debía ser tan solo porque no estaba siendo capaz de explicarme bien hace un buen rato hasta ahora. Mirarla a los ojos fue una difícil tarea, sus ojos podían hablar mucho más allá de lo que podía entender. No quería entender que hablarle fuera aún más difícil que hablarle a mi padre, a mi madre, a mi hermano o a quien fuera.

¿Quién diría que los hombres éramos tan distintos a las mujeres? a primera vista no parece tan evidente, más allá de nuestras diferencias intrínsecas. Un hombre puede pensar, pero no tan detalladamente como una mujer. Una mujer puede ser mucho más fría que un hombre si es que se lo propone. El hombre puede olvidar sus convicciones tan solo por obtener un poco de aprobación. La mujer puede dejarlo todo por amor sin pensarlo dos veces. El hombre puede amar tan profundamente, con la inocencia de un niño y con la sinceridad del puro de corazón, sin embargo no habría de admitirlo tan solo por un orgullo estúpido que le priva de la felicidad que todos intentan encontrar.

Ya en las afueras de la ciudad, en el espeso sotobosque que salvaguardaba el lugar, nos sentamos y nos miramos sin decir nada

⦁ la palabra ultimátum es muy drástica ¿no crees?

⦁ tiempos críticos merecen palabras críticas – dije

Ella observó sus manos por un segundo

⦁ ¿sabes qué es esto? – dijo mostrándome una línea en su mano

⦁ una línea

⦁ ¿crees que en estas líneas están escritos los destinos del mundo? – preguntó mientras empuñaba su mano

⦁ los destinos están escritos en los corazones del mundo – dije decidido

⦁ ¿no te gustaría conocer qué pasará?

⦁ no… – me quedé pensando un breve segundo – … de eso se trata la vida. De la sorpresa del vivir, de la incertidumbre de la mejoría de las cosas. ¿que seríamos sabiéndolo todo? ya no podríamos vivir, solo nos quedaría llorar, sabiendo que a cada momento nos queda un poco menos de vida, un poco menos de aliento en nuestro espíritu, un poco menos de luz en nuestros ojos.

⦁ ¿de qué te sirve llorar lo inevitable?

⦁ sabes… los mejores momentos del ser humano son aquellos momentos en que casi de forma maquinal nos olvidamos por breves espacios de tiempo que al final del camino hemos de cerrar nuestros ojos para siempre y nuestra huella ha de ser olvidada en esta tierra

⦁ ¿no crees que una huella es lo que hacemos?

⦁ lo que quedan son las ideas pero la huella de quien fuimos se borra. Pues, entre los que quedan… ellos podrán buscarte por todo el mundo sin encontrarte y, aunque el llanto llene el corazón como acuarelas en la lluvia, no queda más que la resignación del que fue

⦁ ellos siguen siendo en nuestro corazón – dijo mientras acariciaba una hoja amarillenta de un otoño olvidado

Por un momento no me pregunte nada. Pero, de un segundo a otro comencé a llorar, como un niño sin su oso de peluche. Ella me abrazó. Sentir su calor era lo único que aliviaba mi corazón.

⦁ ¿por qué lloras? – me preguntó casi en un arrullo

Aquella fue quizá fue la única vez en la vida que me había escuchado sollozar

⦁ ¿qué pasa si el amor es efímero? – dije con voz desesperada

⦁ todo es efímero – dijo ella bajando la mirada

Sentí como se me desgarraba el corazón

⦁ ¿entonces de qué sirve dejarlo todo si lo creemos en la eternidad? si todo termina… ¿por qué no mejor dejar todo cómo está?

⦁ si no hay riesgo la vida se vuelve monótona y quejumbrosa.

⦁ me aterra ver cómo todo cambia tan rápido. El mundo no es la sombra de lo que un día fue en esos momentos de niñez

⦁ no puede aterrarnos aquello que no podemos remediar – dijo mientras apoyaba su cabeza contra un vetusto árbol de secoya

La luz del farol amenazaba con dejarnos a oscuras, con dar término a ese momento, pero de pronto ….

⦁ … ¿me amas? – preguntó ella con decisión

⦁ por eso estoy aquí… pero ahora… ahora… ahora…

⦁ ¿ahora qué?

⦁ ahora detesto el tiempo… que va a quedar luego que el tiempo barra con todas nuestras intenciones. Mi intención era amarte, pero ahora…

Me detuve por unos breves segundos

⦁ … tengo miedo… no quiero admitir que no estoy listo. Dentro de mi juventud ha pasado tanto tiempo que ya no puedo ver más

⦁ el amor es cobarde

⦁ somos tan breves como la noche que cae. Te amo, te amo más que a cualquier cosa que he tenido, que he hecho, que he conocido… pero ahora… ahora tengo miedo de amar. Me aterra pensar que puede llegar el día en que me encuentre en este mismo bosquecito llorando sin nadie que me consuele

⦁ un hombre puede ser tan frágil como una mujer – dijo colocando mi mano en su corazón – …¿sabes qué es esto?

⦁ tu corazón – conteste con voz cortada y débil

⦁ ¿puedes escucharlo?

⦁ puedo sentirlo cuan si estuviera entre mis manos

⦁ mi corazón está lleno de verdad, está estremecido por tenerte cerca, está determinado a romper lo que las palabras pueden intuir. No te preocupes – dijo ella mientras miraba el cielo y cerraba sus ojos por un largo instante

Silencio… me calló el desespero y mi mano fue quemada por la sinceridad de un dolor que parecía querer quebrarme por dentro

⦁ ¿qué es el hombre si pierde a su amada?

⦁ es un hombre que llora. Llora junto a su espíritu, llora junto al porvenir y lloran sus anhelos. El amor… el verdadero amor duele. El amor es… hay que parirlo con dolor. Te hará llorar, te hará gritar, quedarán en tu cuerpo cicatrices de dolor y de placer que serán un testimonio de ti. Luego del amor nadie vuelve a ser el mismo. Puedes llegar a extrañar la ingenuidad. Cada lágrima es un testimonio salado y silencioso de las preguntas que nos abruman por dentro. Muchos desearían poder cerrar sus ojos para no volverlos a abrir jamás. Pero el amor no puede transmutarse en egoísmo. La sombra de la voz nos lleva lejos y nos presenta caminos… pero esta es la hora de callar

Nuestras miradas revelaban terror mientras mis manos temblorosas imploraban una oportunidad de que algo sucediese. Fueron diez minutos de silencio, llenos de breve eternidad. Llenos de corazón y de amor. La sonrisa se me borró entre las nubes que jugueteaban con sus formas en el firmamento. Vi un corazón, la vi a ella, sentí lluvia que caía directamente desde cada rabo de nube sobre nosotros. Ella tenía los ojos cerrados y la voz perdida, como si de un momento a otro se hubiese marchado. Cerré los ojos y me sentí marchitar. Me pregunté la hora mientras observaba en mi inconsciente un ramillete de flores lanzado y descansando ahí, en plena calle.

Mis esperanzas colgaban aquella noche de una estrella fugaz que en cualquier momento podría morir, que en cualquier momento podría amenazar con arrebatará de mi lado, dejándome en la más inmisericorde soledad.

⦁ Liebe Ist Für Alle Da!- dije casi en un grito mientras me levantaba de un salto. Lo repetí tres veces

⦁ ¿y eso que quiere decir? – preguntó

⦁ el amor es para todos – dije feliz

⦁ así es – dijo ella – todos tenemos el derecho de amar y la compulsión de ser amados

⦁ y si es así ¿por qué no habría de serlo para nosotros?

⦁ ¿porque?

⦁ ¡pues porque lo tenemos todo!… ¡lo tenemos todo!. tenemos juventud, tenemos amor para dar y todo el tiempo del mundo. Tenemos una oportunidad. ¿porque no tomar el riesgo?

La observe levantarse y colocarse a mi lado mientras yo acaricié su cabello por un breve segundo

⦁ de eso se trata la vida – dijo ella – nadie puede aprender el significado de algo si es que no lo ha perdido con anterioridad

⦁ perder cosas hiere el corazón – dije levantando mi mirada

Luego, un beso se deslizó por entre nuestros labios. Un beso que me tomó por sorpresa, uno de esos besos que demuestra un sentimiento. Solo deseaba que aquel breve momento pudiera durar un poco más.

La calidez de aquel beso me hizo olvidar el frío de la noche. Sentí que aun éramos muy jóvenes como para negarnos la oportunidad de amar. Después de todo no puedo sino extrañar cada particularidad de ella cada vez que está lejos de mí. Cuando nuestros labios se separaron nos miramos sonriendo y ciertamente sonrojados, como quien da el primer beso de una vida que no ofrece muchas emociones.

⦁ ¿este beso es la razón de que me trajeras aquí? – preguntó ella con voz inocente

Me quedé en silencio mientras, al mirarle fijamente, no pude más que intuir que sus ojos esperaban una respuesta pronta y contundente

⦁ no – dije decidido- más bien tiene que ver con el hecho de lo que te dije en la ventana hace un rato atrás. No quise ofenderte

⦁ no lo hiciste, sé que no usaste la palabra correcta

Suspiré aliviado, pero menos tenso

⦁ ¿quieres escaparte conmigo? – dije hablando muy rápido

⦁ a ver… a ver… dilo más lento. No te entendí nada

⦁ ¿si quieres escaparte conmigo? – dije de manera más calma, casi silaba por silaba

Sus ojos se abrieron con sorpresa

⦁ bueno… eso no me lo esperé – dijo ella – ¿hace cuánto estuviste planeando decir esto?

⦁ ¿planeando?… ¿planeando?… creo que un par de meses. Estuve mucho tiempo pensando cómo iba a plantear la situación de una manera más poética. Pero luego me di cuenta que la poesía ya no cabe entre los dos. Ahora que estoy aquí decir todo esto parece mucho más fácil de lo que creía

⦁ uno pensaría que a mi edad ya me hubiesen pedido lo mismo al menos un par de ocasiones. Pero… pero no.

⦁ ¿y qué piensas? – le dije sin querer presionarla

⦁ no lo sé – dijo con una muesca – esta pareciera ser de esas situaciones en las cuales uno debe tomar los pros y contras de las situaciones

⦁ ¡no! – dije casi en un grito

Ella me observó sorprendida, casi como si se hubiese dado cuenta de algo de manera repentina

⦁ ¿no qué?

Miré hacia todos lados, en medio de la noche nadie había escuchado mi interjección. Tomé su mano izquierda y la besé suave pero brevemente. Luego, la observé y sonreí avergonzado

⦁ lo siento. Fui demasiado efusivo – dije con sonrisa ingenua

⦁ así noté – dijo ella correspondiendo mi sonrisa

ella observó sus manos y jugueteó con ellas

⦁ ¿así que no lo crees? – dijo levantando una de sus cejas

⦁ ¿no creo que? – dije en un segundo de distracción

⦁ ¿de qué estamos hablando? – preguntó alzando un poco su voz

En un pestañeo parecí volver en mí nuevamente

⦁ creo que las mejores decisiones se toman sin pensar. El destino tiene esa enfermiza obsesión por unir a las personas a través de hilos delgados. Esos hilos que uno debe encargarse de fortalecer pues, ellos inherentemente son irrisoriamente débiles. Todas las relaciones humanas parecen poder quebrarse a cada momento. Es como todo – dije en un suspiro – en esta vida construir toma confianza, toma tiempo, toma promesas. Pero destruir…

⦁ ¿destruir?… eso toma un solo segundo. Lo sé. El ser humano puede derrumbar todo lo construido con apenas una o dos palabras

⦁ ¿podría sucedernos a nosotros?

⦁ ¿qué te hace sentir tan especial? – preguntó ella desafiante

⦁ no lo sé… realmente especial… no, no creo que sea una palabra que pudiera definirme de modo alguno. Uno se puede volver especial a los ojos de otros, pero jamás a los tuyos propios. Luego sentirse especial… aquello sucede porque los demás te lo hacen sentir

⦁ entonces ya has respondido tu pregunta. Es obvio que nos puede suceder. no hay nada que nos haga diferentes al resto. Lo único que marca la diferencia es un factor que nos juega en contra y es la experiencia. A esta edad parece que la mayor parte de las cosas que somos capaces de hacer son experimentos que nos ayuden a ser mejores personas el día de mañana

⦁ ¿y que hay si el mañana nunca llega?

⦁ ¡esa es la gran sorpresa de la vida! – dijo ella – si fuera… si todos se hicieran esa pregunta nadie haría absolutamente nada. Es como: ¿para qué haremos esto si mañana podemos morir?. Sería una vida mucho más que triste

⦁ pero… ¿para qué quieres pensarlo? – la interpelé – sabes desde ya que si tus padres se enteran de lo nuestro se encenderá esa estúpida guerra sin sentido que siempre ha amenazado mis anhelos

por un segundo deseé que sus pensamientos serían los míos. Solo quería convertir en realidad mis sueños, aquellos sueños en los cuales ella me amaba sin ninguna condición, aquellos sueños en que éramos capaces de volar con la mirada, aquellos sueños donde nuestro amor era eterno, aquellos sueños donde ya no tenía una razón para llorar. Solo ha sido junto a ella donde conocí el significado de la palabra amor. Antes de que ella llegase a mi vida, solo conocía del amor por canciones y libros. Ellos me habían hecho esperar ese amor eterno, ese amor maravilloso, ese amor que no conocía fin, ese amor por el que ella y yo estaríamos dispuestos a dejar la vida y aún mucho más.

No quería admitirlo, pero en lo más profundo de mí ser estaba temblando de miedo, ni siquiera el rumor quieto de los árboles podía tranquilizarme, ni siquiera el canto de las flores podía darme tranquilidad.

Una pequeña abeja se posó sobre una de las flores. La observe atenta pero felizmente. La flor se abría completamente para entregar cada gota de su néctar mientras escuchaba aquel batir de alas llenar la espesura de esta noche que parecía eterna.

La naturaleza se amaba a si misma, las armonías de los cantos de los pájaros se conjugaban con las lágrimas que la luna lloraba, era ese rocío azul

⦁ ¿vale la pena amar? – dije

⦁ ¿porque no valdría la pena?

⦁ no quiero jugar a perder. ¿qué hay si el día de mañana me tocara perderte?

⦁ ¿porque lo dices? estoy contigo aquí, estoy contigo ahora. Tu eres mi presente y mi futuro inmediato

⦁ un día podrías amar a otro. Podrías amar a quien quisieras. ¿porque estar conmigo?

⦁ me haces sentir especial – dijo ella con amplia sonrisa

Entendí que de cierta forma yo era tan importante para ella como ella lo era para mí. Me costaba entender que realmente podría tener un mañana junto a ella, que ella estaba tan dispuesta como yo a enfrentar el mañana el uno al lado del otro. Pensé en todos y cada uno de mis temores y llegué a la conclusión que eran demasiados. La amaba, ella era todo lo que siempre soñé, pero sin embargo no quería pensar en el día en que debiera separarme de su lado. No creía poder soportar cuando un último beso sellara para siempre un final sin retorno. Podía sentir nuestras voces, podía escuchar la muerte de lo que aún no había nacido. Me estaba destruyendo por dentro y por fuera, aun me sentía… me sentía… he ahí el dilema: no sabía cómo darle término a aquella frase.

⦁ ¿dejarás que tus miedos arruinen nuestro futuro? – preguntó

⦁ ¿eso quiere decir que estas dispuesta a caminar conmigo?

⦁ no creo que hubiera otra forma de entenderlo – dijo ella en un suspiro

Me sentí afortunado. Por primera vez ya no había más palabras que decir, no había más historias que ensoñar. Este era el comienzo de una nueva historia, de esa historia que me sentiría orgulloso de relatar a mis nietos cuando, ya entrado en años, me pregunten sobre la primera mujer que realmente amé, sobre la primera mujer que me robó el corazón, sobre la primera mujer que me hizo sangrar amor.

⦁ ¿qué hay de tus padres? – pregunté

pude percibir una sombra en sus ojos. Quería creer que sabía a ciencia cierta lo que ella pensaba, pero ella no funciona como yo, ella no entiende las cosas como yo, sus prioridades no son las mismas. A veces siento que ella vive una vida más real de la que yo puedo siquiera imaginar o pretender. Ella es para mi lo que algunos llamarían un cable a tierra. Aunque, para ser sincero… no creo haber vivido en la tierra mucho tiempo. Si de algo soy culpable es de ser un tipo que se dedicaba más a soñar que a vivir, no tomando la providencia de que quizá aquello me pasaría la cuenta cierto día cercano o lejano, eso deba relativamente igual a estas alturas.

Sin embargo estaba tranquilo, no tendría que invertir tiempo en hacerle entender que mi amor por ella era irrestricto y único. Ella parecía saberlo de sobra y parecía querer demostrarlo a cada momento.

Ni el mejor cuento, ni la mejor canción me habían hecho sentir lo que ella significaba para mí. Al mirar dentro de la luz tranquila de sus ojos, algo me hacía sentir que ya no había más, que la búsqueda había terminado. Ella estuvo siempre ahí, aunque quizá… no sé porque razón me costó tanto darme cuenta.

A veces lo mejor está envuelto en misterio, está envuelto en lo que es extraño a nuestros ojos a primera vista, envuelto en noches en vilo. A veces pareciera que lo mejor está siempre por venir, pero había decidido dejar de esperar ese momento y vivir este presente mientras construía futuro. Pues, seguro estaba que si unía los cabos sueltos de manera correcta el futuro sería eterno. Eterno para mí, eterno para ella, eterno para la vida y para el recuerdo que habremos de dejar el día de mañana.

⦁ … creo… – dije

⦁ …¿crees?

⦁ … nos falta tanto por vivir

⦁ esa afirmación es ambigua. No porque seamos jóvenes nos queda tanto por vivir.

⦁ … digo, suponiendo que nos quede suficiente vida como para concretar nuestros sueños a veces secretos

⦁ más que vivir… nos queda mucho que aprender. No creo que en la vida se termine de aprender en algún momento

⦁ ¿cuándo hemos de morir?

⦁ de ninguna manera. La muerte es justamente ese momento en que debes poner en práctica todo lo que aprendiste en tu paso por la vida

⦁ entonces…. ¿a qué venimos a esta tierra? – pregunté curioso

⦁ a aprender a amar, a aprender a vivir, a aprender a sonreír aun cuando no haya una razón para ello – tomó un respiro – venimos como invitados a esta vida… somos los invitados a un viaje de ida sin boleto de retorno. Todo lo que hacemos es de ida, todo lo que damos es de ida, todo lo que sentimos es de ida… no… nunca tenemos el retorno necesario. Siempre sentimos que necesitamos más, siempre sentimos que todos tienen más. Eso es lo ingrato de todo esto…

⦁ ¿es ingrato sentir siempre que necesitas más?

⦁ exacto. Sería mejor si todos fuéramos capaces de conformarnos con solo tener un poco de nuestros sueños. Y lo cierto es que muchas personas, por convertir ese sueño en avaricia acaban por perderlo absolutamente todo. … una vez que lo pierdes rara vez lo vuelves a recuperar

⦁ debemos tomar el riesgo… todos toman el riesgo, aún sin darse cuenta de aquello

Mire al cielo y suspiré

⦁ ¿qué sucede? – preguntó ella

⦁ después de todo lo que hemos pasado… aún no puedo creer que sea verdad

⦁ ¿no creíste que yo era capaz de amarte?

⦁ es que realmente nunca conocí el amor de primera mano. Siempre quise un amor … ese amor que los libros me enseñaron a esperar

⦁ el amor no es siempre como lo plantea la literatura ¿no crees?

⦁ nada es como alguien lo plantea – dije decidido

⦁ no lo sé… no pienses como esos viejos amargados que creen que el amor es solo un invento para aprovecharse de los imbéciles incautos que andan buscando de un lado a otro algo que aún no terminan de encontrar

⦁ ¿y si todos somos esos imbéciles?

⦁ más vale imbécil feliz que erudito apesadumbrado – dijo ella tajante

Algo en esa última frase me hizo pensar

⦁ Si se toma el camino del saber muchas veces se descuida la felicidad

Ella prorrumpió una carcajada seca

⦁ la felicidad vive descuidada… la felicidad no se hizo sino para encontrarla de improviso. Nadie vivió feliz… la felicidad se encuentra y es cuando la hallamos cuando recién comenzamos a vivir.

⦁ luego depende de nosotros como administramos esa felicidad… de nosotros depende su duración.

Pude ver un rayo de sol despuntar tímidamente desde la sombra de la noche. Sin quererlo la noche se había despedido dejando a su paso palabras de amor y consuelo, palabras de esperanza y pequeños rayos de sol, palabras de futuro y sonrisa.

Nos miramos fijamente, en silencio y sonriendo extrañamente. Ya no había pasado para mí. Solo quería gritar este amor, si quería llorar, quería que fuese de felicidad, quería olvidar toda la pena y todas las noches en las que contaba las estrellas en soledad mientras esperaba que algo sucediese.

Esperé sentado sobre una roca por espacio de dos horas y media que se me hicieron horriblemente eternas. Y luego, cuando la vi venir, estaba peligrosamente al filo del sueño. Venía feliz… venía tranquila

⦁ al fin llegas – le dije

⦁ así es…

⦁ ¿qué haremos de aquí en más?

⦁ tranquilízate y deja que esta vida juntos se convierta en una aventura para ambos. Tanto para ti como para mi

Aquella noche los padres de ella buscaron en la casa de mis padres a la chica mientras mis padres me buscaban en las cercanías de la ciudad, casi como si estuviéramos perdidos. Aunque ambas familias tenían la fuerte convicción que la otra tenía la culpa y que este sería no más que un nuevo capítulo de odio y sin sentido.

Sin embargo no fue sino hasta el amanecer del día siguiente cuando mis padres abrieron el buzón de nuestro hogar, en el que yo había dejado una nota aquella misma noche en que me reuní con ella… había dejado aquella nota con la convicción prácticamente ciega de que aquella sería mi última noche allí.

Cualquiera esperaría que hubiese dejado… más bien, pude haber dejado escrita una gran letanía explicando mis razones para huir con ella. Sin embargo ellos solo pudieron leer cuatro palabras escritas de mi puño y letra. Tan solo escribí: “…ella me da amor”. Y entonces, mientras ellos comenzaban a entender esta simple, pero valedera razón, nosotros seguimos nuestro camino hacia nuestra nueva vida. Convencidos, siempre, que algo mejor pronto vendría.

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