Ahí estaba yo, sentado y firme enfrente de la puerta esperando a que el desamor apareciese de nuevo. Tenía la esperanza de que esa puerta la abriera tu rostro, ese rostro de labios finos que me insinúan constantemente «bésame», ese rostro por el cuál iba a volver a plantarle cara al desamor y decirle basta ya, ese rostro que jamás apareció. Y ahí se encontraba, tan horroroso y repulsivo como siempre, dichoso desamor que asco y más sumo odio te tengo. Me miró a los ojos, y lentamente esbozó una ligera mueca de sonrisa que claramente decía «eres un pobre iluso». Cogí aliento, apreté los ojos y me atravesó. Caí lentamente al suelo pero aún seguía vivo, juraría haber visto la sombra de tu rostro; al instante me desmayé.

Desperté otra vez en ese inmundo pozo de soledad, donde nuevamente volvía ver la luz arriba a lo lejos. No sé cuánto tiempo permaneceré aquí, lo que sí sé y espero, es que cualquier día vea tu mano extendida hacía mí, donde detrás se encuentre ese rostro junto a esos labios esta vez exigiendome que los bese.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS