Blaze! Capítulo 42

Capítulo 42 Conversaciones etílicas.

Albert se bajó rápidamente de la barcaza sustraída hace ya tres días, corriendo apresuradamente detrás de un árbol, desatándose el pantalón, desaguando su pletórica vejiga.

¡Fyuu! Alcancé a llegar, menos mal que no tuve que orinar nuevamente de pie en el bote, a la velocidad que veníamos podría haber salido volando por el empuje del aire –comentó el oráculo asomándose detrás del tronco del vegetal—. Encuentro injusto que me durmieras cada vez que te vencieron tus necesidades, mientras que tú te mantenías despierta cuando me bajaban las ganas, te lo repito, de verdad no iba a mirarte…

No es sólo un tema de confianzas, imagínate hubieses caído por la borda, ¿quién te iba a rescatar si me encontraba durmiendo? Si yo hubiese caído, no tendría problemas, sé nadar perfectamente, además de tener hechizos para respirar bajo el agua, en cambio tú… –respondió Blaze, dejando en claro su punto, abandonando la embarcación.

Claro… tienes razón, no tenía como salvarte si caías, al aplicarle le hechizo de vuelo al bote para impulsarlo sobre el agua, habría seguido avanzando con la embarcación y al intentar salvarte… –pensó Albert en voz alta.

Hubieses saltado del barco, quedando a flote los dos en medio del mar. Al menos te hubieses salvado al ir durmiendo en el bote –complementó Blaze, pensando posteriormente—. Se lo creyó todo, aún conserva algo de su ingenuidad. Si hubiera pasado eso, tan sólo debía detener el hechizo y nadar hacía el bote detenido con Albert a rastras.

Blaze, quiero que al fin tengamos esa conversación –dijo Albert con tono serio—, pero quiero pedirte un favor, ¿me esperarías aquí un par de horas?

Sí, no hay problema, pescaré algunos peces y los prepararé para que pasemos la noche acá, sé que te gusta el mar y… –respondió Blaze afirmativamente, callándose ante un ademán de su escudero.

No es por eso, ya tuve bastante de mar con tres días de navegación ultra-veloz. Incluso creo que tendré pesadillas con eso, espérame, ya verás –dijo Albert, despidiéndose, perdiéndose entre los árboles, dejando a su señora sola a cargo de la comida.

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Tres días y algo más de tiempo atrás, una katana vibró, se movió y voló, saliendo despedida hacia el cielo, rompiendo el techo de la casa de un vendedor de armas, sorprendiendo al tendero que se encontraba desnudo, lavándose por partes, resbalándose en el piso mojado de su local por el inesperado estruendo.

La katana voló por todo el territorio, sobrevolando el mar raudamente, abriendo una estela en la superficie del agua, viajando un día y medio en línea recta, perdiendo velocidad al encontrarse cercana a su objetivo, siendo sobrepasada en dirección contraria, debiendo dar un amplio giro para enmendar su rumbo, recuperando de a poco su velocidad inicial, devolviéndose por donde vino.

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Blaze, ya regresé, ¡Blaze! –gritó Albert, buscando a su señora, volviendo a la orilla del mar, encontrándose con una perfecta fogata iluminando el inicio de la noche y unos pescados faenados atravesados en largas varillas, apoyados en la abertura de la gran olla para pociones de la hechicera, dejando a su lado dos barrilitos de cerveza que compró en un pueblo no muy lejano, pagando el brebaje con algunas predicciones y recomendaciones al vendedor de alcohol—. Blaze, ¿dónde estás?

Albert buscó por todos lados a su señora, ayudándose con un madero encendido, quién se encontraba reposando en un pequeño lago cercano a la costa, aprovechando de tomar su baño mensual, totalmente desconectada del mundo. El oráculo gritó varias veces el nombre de Blaze, pero se aburrió al rato, volviendo hacia la fogata, cansado por el largo rato que caminó para encontrar un poblado próximo donde comprar cerveza, errando la senda, encontrándose de frente con Blaze completamente desnuda, recién salida del agua, quedando boquiabierto.

Pe… perdón –dijo Albert a Blaze, girándose, cabizbajo, ante una apenada Blaze, quién tapó su cuerpo con sus prendas—, te espero en la fogata.

Blaze se secó el cuerpo con su camisa blanca, para luego secar la prenda con una explosión de aire caliente, vistiéndose lentamente, caminando hacia la fogata, deteniéndose frente a esta, pegando su espalda al tronco de un árbol. Dudó un momento, mirándose desde su torso hasta sus pies, tapándose completamente con su capa, saliendo de su escondite, sentándose frente a Albert, no sabiendo como iniciar la conversación.

Yo… Bueno, si quieres puedo explicarte… –dijo Blaze, quedándose sin palabras, con la garganta agarrotada, aprisionándose entre sus prendas.

Genitales ambiguos –respondió Albert al silencio de su señora, sin dejar de mirar la fogata.

Blaze continuó en silencio, apretándose las piernas contra el pecho, rememorando lo que ella consideraba una humillación recibida en el pasado, emergiendo un par de lágrimas desde sus ojos, reabriéndose una antigua herida en su corazón.

No es la primera vez que veo a alguien así, en el monasterio fueron a botar a muchos niños y niñas con esa condición, argumentando que eran hijos del demonio… ¡Una estupidez! Esto es algo muy personal, no tendrías porqué contarme sobre ello, pero quiero que sepas que esto no cambia nada de lo que yo… lo que pienso de ti –dijo Albert retomando el habla, con palabras nerviosas, levantando su mirada, recordando las cervezas—. ¡Te tengo un regalo, más bien, un par!

Blaze tomó uno de los barriles, abriéndolo, comenzando a beber inmediatamente en silencio, mientras Albert comenzaba a narrarle todo lo que pasó desde que se separaron por culpa del violento torbellino, tratando de desviar la atención de su señora, haciéndola reír melancólicamente con las peripecias por las que pasó para encontrarla. El escudero se animó y comenzó a beber del segundo barril, entonándose fuertemente con sólo dos sorbos largos.

Y me siento mal por no sentirme mal por haber matado a ese hombre, ahora creo que realmente hay gente que merece morir por sus fechorías, pero no sé si me competa ser el juez y también el verdugo. Antes de conocerte no era capaz ni de defenderme solo y ahora quiero tomar la justicia de todo el mundo en mis manos, ¿soy malo por desearle cosas malas a los malvados? Tengo tanto aquí guardado, la impotencia, la indefensión… No sé, creo que ya bebí demasiado –dijo Albert explayándose, callándose después de varios minutos continuos de cháchara, bebiendo un tercer largo sorbo de cerveza para hidratarse la lengua.

Al parecer no te has dado cuenta de que realmente si te sientes mal por aquello, pero que te estás juzgando muy duramente por no tener mayores remordimientos, mal que mal, mataste alguien. Es fácil caer en el engaño de que, por haber matado una vez, por la razón que sea, lo volverás a hacer, pero si te estás cuestionando como lo haces es por algo, no eres malo ni estás corrompido, sólo tomaste la decisión que la situación ameritaba y, quizá, en el futuro te enfrentes a un escenario que te exija elegir nuevamente de la misma manera, pero dependerá de ti como termine todo. No creo que te conviertas en un asesino –respondió Blaze, lamiendo la espuma del borde del barril de cerveza vacío—. Por eso no maté a Mei Ling, no pude, simplemente no pude a pesar de cómo me trató y de lo que les hizo a todos sus compatriotas, me vi medianamente reflejada en ella, entiendo por lo que debe haber pasado en su condición, me congelé al ver sus partes… Y luego saliste con tu frase… Sé quién soy, no tengo dudas, pero no toda la gente lo acepta así de fácil, de hecho, hay gente que nunca lo hizo, no faltan ni faltarán los que me vean como una aberración de la naturaleza…

Una bella aberración… –acotó Albert, levantando el barril con una mano, brindando con él, cediéndoselo a Blaze—. Bébetelo, no puedo más…

No reafirmes lo que digo ni me digas piropos, te lo perdono sólo por darme tu cerveza –reprendió Blaze a su escudero, cogiendo el envase de madera casi lleno de cerveza—. ¿Seguro no me ves como una cosa rara?

Raro sería si –se interrumpió Albert para soltar un solapado eructo, tapándose la boca con ambas manos—tuvieras cola de cerdo.

No más rara que tu barba, jajajajaja, menos mal que te la cortaste mientras viajábamos en el bote –carcajeó Blaze, burlándose nuevamente de los indecentes vellos faciales de su escudero.

Sí, se los llevó el viento… –comentó Albert con somnolencia, echándose en el piso, cubriéndose los ojos con su antebrazo para no ver la luz de la fogata.

Los muchachos se quedaron nuevamente en silencio, aunque el joven emborrachado no aguantó más despierto, comenzando a roncar. Blaze estaba un poco entonada, lejos de emborracharse por la pequeña concentración de alcohol, acercándose al durmiente hombre, sentándose a su lado.

No sé si lo que voy a hacer sea correcto, pero te agradezco el que reaccionaras de esta forma, te lo ganaste –murmuró Blaze, abalanzándose sobre Albert, apoyándose con ambos brazos extendidos en el piso donde yacía el oráculo, besándolo en los labios—, pero debes olvidarlo todo.

Blaze apoyó su mano en la frente de Albert, hechizándolo con su Eternal Shining, borrando de su memoria desde que regresó a la costa con los barriles de bebida hasta que se quedó dormido. La hechicera se sentó meditabunda, mirándose la mano con la que borró la memoria de su escudero.

Quizá también debería borrarme la memoria, para él será todo como antes, pero si me quedo de este modo, actuaré extraña frente a él, como si siguiera viéndome desnuda, como si siguiera viéndome triste, vulnerable, a pesar de que sé que no recordará nada, lo trataré mal sin razón y no sabrá porqué. Siento que me he sincerado con él como no había hecho en mucho tiempo, no quiero olvidar esta conversación, pero tampoco quiero maltratarlo, no quiero… ¿qué quiero realmente? –se preguntó la joven hechicera con la cabeza hecha un caos, acostándose a dos cuerpos de distancia del oráculo roncador, adoptando su misma posición corporal, durmiéndose entre cavilaciones.

Los jóvenes viajeros durmieron a la intemperie, enfriándose cuando el fuego de la fogata murió, entibiándose con los primeros rayos del sol.

¡Blaze! –gritó Albert, despertando de improviso, con el corazón latiendo fuertemente, asustado, recordando como última cosa el haber llegado a la costa y no haber encontrado a su señora.

¿Qué? –preguntó Blaze, semiconsciente, acostándose de lado, soltando una llama de fuego desde su mano derecha, la que quedó flotando entre ellos dos, para calentar el ambiente, siguiendo con su reposo.

Albert se sintió desorientado, observando a su señora, revisando con su mirada el improvisado campamento donde pernoctaron, encontrando vacíos los barriles de cerveza, echándose nuevamente al piso.

Eso explica este dolor de cabeza, no recuerdo nada de nada, ni siquiera sé si hablamos finalmente… Debió ser fuerte la cerveza que traje, ojalá le haya gustado, mejor voy a seguir durmiendo –murmuró Albert, cerrando los ojos, abriéndolos de inmediato—. Tengo hambre, iré a buscar algo para que desayunemos.

El oráculo se levantó, sacudiendo la tierra de su ropa, rodeando la flama flotante, caminando hacía el bosque para buscar ramas para una nueva fogata, pensando en ir después a la orilla del mar para pescar, siendo impactado en la parte trasera de su cabeza por la katana que tiempo atrás vendió, cayendo de bruces e inconsciente sobre el terreno, siendo impactado nuevamente en la espalda por la espada que rebotó en su cráneo, quedando esta puesta sobre su torso. Blaze se despertó al escuchar el hueco sonido, pensado que eran atacados, agarrando su espada, encontrando a su escudero con el rostro hundido en el piso.

¡Ahí estaba tu katana! Creo que olvidé quitarle el hechizo retrieve al dártela, y ya que pasaste a ser su nuevo dueño, terminó volviendo a ti, debí advertírtelo –mencionó Blaze al inconsciente muchacho, guardando su espada en su vaina, agachándose para curarlo del impacto en su cabeza, retirando la katana de encima de él—. No sé qué harías sin mí.

Repentinamente, el relinchar de un caballo alertó a la maga, que detuvo la curación de su escudero, quedando frente a frente a un caballo de pelaje azabache, siendo montado por un caballero de brillante armadura plateada, con un escudo labrado en el peto de la protección, con el fondo coloreado de azul rey y un león dorado coronado parado en sus dos patas traseras consumiendo al sol con sus poderosas mandíbulas.

¡Al fin te encuentro, Blaze! –gritó el caballero, quitándose el yelmo frente a la maga, dejándose ver.

¿Y quién se supone que eres? –preguntó la maga, parándose, dejando a Albert detrás de ella, para protegerlo.

Eso es lo de menos, defiéndete, bruja –respondió el joven hombre de medianamente larga cabellera rubia ceniza, desenvainando su espada, enfrentando a Blaze, echándole encima el caballo.

¿Quién es ese hombre y por qué ataca a Blaze?, ¿por qué parece conocer a la joven maga, mientras que ella no lo reconoce?, ¿por qué Albert siempre termina inconsciente o herido de algún modo? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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