CIVILIZACIÓN

CIVILIZACIÓN

Spencer B.

30/11/2018

El general cortes llevaba seis meses en mar abierto guiando sus carabelas hacia el norte justo donde le dijeron que debía buscar, el siguiente escrito fue creado por su puño y letra al hallar el paraíso perdido:

Nos diríjiamos a lo desconocido sabíamos que estábamos cerca lo podíamos sentir en la brisa, en el olor a tierra mojada y en el fondo de nuestros corazones y de pronto solo unas leguas mas adelante el vigilante grito desde el palo mayor: ¡lo veo allí al frente, tierra a la vista!, entonces lo vimos un islote del tamaño de la mitad de Europa se hallaba en medio de aquel inmenso mar parecía sacado del mas bello cuento de fantasía que comparado con las sirenas vistas por colon eran horrendas se encontraba rodeado por infinidad de especies en la fauna verde y aflorada y el olor a tierra mojada se sentía aun mas intenso.

Unos extraños seres nos observaban desde lejos al llegar a la orilla vestían una pieles a modo de taparrabos y del rostro y las extremidades les colgaban objetos tan brillantes como el mismo sol adornando sus espigadas y marcadas figuras, poseían un tono de piel tostado y unos rasgos poco evolucionados pero al mismo tiempo exóticos para nuestras vistas.

Intentamos presentarnos de manera cordial pero jamas pudimos descifrar su rara forma de comunicarse que básicamente se componía a base de ruidos y gestos muy poco usuales, aun así nos adentramos a su mundo a ese lugar perdido en el tiempo era una tierra virgen plagada de especies animales exóticas que ni nosotros conocíamos, nos llevaron con ellos haciendo una bulla impresionante como si de Dioses se tratara, pronto pudimos dilucidar su tan peculiar forma para diseñar sus viviendas hechas de algún material parecido a la paja sostenido solo por unos cuantos trozos de madera reseca.

Llegamos a un templo enorme una estructura colosal construida a base de piedras milenarias dentro de la misma se podían ver figuras muy parecidas a las que observamos en nuestra expedición anterior y que conciamos como rupestres pero que en si no sabíamos muy bien que significaban, al llegar al centro de la misma nos esperaba un hombre sentado sobre una especie de púlpito en la cabeza tenia un sombrero muy bizarro hecho a base de plumas coloridas que le llegaba hasta los talones, en las muñecas y tobillos tenia una especia de argollas como las de los demás nativos de la nariz misma le atravesaba una de mayor tamaño a modo de talismán y en la mano izquierda sujetaba un madero decorado con huesos de algún animal asesinado.

Todos le hicieron una gran reverencia al parecer era su líder espiritual nos observo por un largo lapso y con una señal con las manos y un profundo suspiro ordeno que nos sacaran del lugar, nos llevaron a una pequeña cabaña para darnos hospedaje y así nos mantuvimos durante seis meses nuestra estadía en la tierra sin nombre se volvía cada vez mas mágica y satisfactoria, aprendimos sus lenguas, nos integramos a su cultura a sus bailes a la luz de la luna alrededor de una calida fogata tocando sus flautas artesanales, observamos sus ríos, los peces saltarines en los arroyos, sus deidades, el sol, la luna y el viento, los míticos jaguares que al parecer eran animales sagrados en su folclore pues solían rendirles muchos tributos ya que a palabras de ellos mismos eran sus guardianes.

Las noches no eran como en otros sitios donde habíamos estado en nuestra suerte de viajeros y descubridores de nuevas tierras, allí las luciérnagas hacían su danza nocturna al son de los aullidos de los lobos y el cantar de los grillos mientras esos merodeadores nocturnos llamados serpientes emplumadas surcaban los estrellados cielos, los amaneceres eran igual de hermosos el sol calentaba la tierra y a nosotros mismos en tanto aquellos monos silbadores nos daban los buenos días.

Aun embriagados de tanta belleza no debíamos olvidar nuestra misión así que les pedimos mostrarnos sus tesoros, eso con lo que ellos adornaban sus penachos pues empezábamos a darnos cuenta que eran inconscientes del valor de aquellas piedras preciosas, estábamos fascinados nuestro rey estaría muy complacido y sin duda nos pagaría muy bien les dijimos que era tiempo de partir pero que volveríamos con presentes de nuestras tierras para hacer trueques interesantes.

preparamos nuestras provisiones, cargamos nuestras carabelas levantamos anclas y ondeando las manos nos despedimos a la distancia y yo en mis profundos pensamientos codiciosos me dije a mi mismo » es hora, estamos listos para conquistarlos».

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