Capítulo 1 Nada especial.

A veces la vida tiene giros difíciles de comprender, nos pone en situaciones que no sospechamos pero eso es lo lindo de vivir, lo inesperado.

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Pensé muchas veces en como comenzar a escribir mi historia de una manera que captara la atención de quien la leyera, pero no encontré ninguna. Y es que ¿cómo relatas tu vida aburrida y sin nada interesante que contar de una manera atrayente y emocionante? No lo sé, solo sé que mi mundo comenzó a cambiar cuando llegó él: Franco Campos. Toda mi vida se convirtió en una verdadera montaña rusa de emociones y es que este hombre parecía mágico, transformaba los momentos simples y comunes en extraordinarios tan solo con su presencia, a su lado viví experiencias que no olvidaré jamás.

Contaré mi historia de la única manera que sé hacerlo, simple, rápido y sin tantos detalles. Los detalles los reservaré para él, y comenzaré desde ese primer día en que todo cambió para mí, el primer día que estuvimos frente a frente y nuestros ojos se encontraron.

Vivía con mis padres en Altamira, una hermosa ciudad costera, amaba vivir ahí. Ya había cumplido los 18 años pero aún seguía siendo una chiquilla ingenua e inocente. Tampoco conocía nada del amor y tardé en reconocerlo cuando tocó a mi puerta, venía vestido diferente y con 12 años demás. Era hija única, mi padre Enrique Fernández era contador y tenía su propia oficina y mi madre Carmen Díaz se dedicaba a las labores domésticas, mi padre siempre recompensaba el esfuerzo y sacrificio que ella hacía desinteresadamente por nosotros, sin duda tenía unos padres maravillosos.

Papá a pesar de ser joven pues no superaba los 42 años, ya estaba cansado y buscaba un socio con más energía y nuevos proyectos, fueron varios años de esfuerzos y sacrificios para lograr lo que tenía y que nos daba un buen pasar económico y ahora quería tener más tiempo para disfrutar a su familia. Pero, no encontraba a la persona idónea y de su total confianza.

Una mañana de marzo mientras nos preparábamos para nuestra rutina diaria, papá nos daba la esperada noticia, por la tarde vendría su nuevo socio a cenar. Un ingeniero comercial de 30 años que conocía desde la infancia cuando vivía en Córcega, ciudad natal de papá.
Franco, era el hijo menor de una familia muy amiga, sus padres eran íntimos y como vivían cerca habían crecido juntos. A pesar de su diferencia de edad se consideraban muy buenos amigos. Después de años de no verse coincidieron casualmente en el restaurante donde papá iba con frecuencia, Franco hace solo unas semanas se había cambiado de ciudad buscando un nuevo rumbo a su vida, eso fue lo que nos comentó papá. Una jugarreta del destino que interferiría directamente en mi vida.

Aquella mañana salí rumbo al liceo, ya estaba en mi último año de secundaria y debía escoger una carrera universitaria y rendir las pruebas de ingreso a fin de año. Estaba tan perdida e indecisa, algo típico en mí, que mamá me aconsejó esperar un año más y hacer un pre universitario, un lujo que no todos mis compañeros podían darse.

En el liceo nunca fui popular, mi personalidad introvertida y tímida no me ayudaba a la hora de hacer amigos y para que hablar de tener un novio… Yo creo que mi apariencia menuda, mi piel pálida y cabello largo no llamaban la atención. Aunque debo confesar que Alex, mi celoso amigo desde el jardín de infantes, tenía mucho que ver al respecto. Éramos inseparables y no nos importaba las bromas de nuestros compañeros. Alex, el chico de cabellos rizados y personalidad alegre era como un hermano para mi.
Las horas de clases eran insufribles, sobre todo si eran con el profesor de matemáticas, las odiaba, mi cerebro no estaba diseñado para ellas y por mas que me esforzaba no me entraban en la cabeza. Alex, que siempre estaba sentado a mi lado, me divertía con sus chistes y me ayudaban a soportar hasta las cinco de la tarde.

Al regresar a casa ese día, mamá estaba terminando de hacer la cena, le ayudé a poner la mesa y subí a mi cuarto para prepararme. Me bañé, me puse mi vestido verde y acomodé mi cabello. No tardé mucho, soy una chica sencilla y tengo la firme convicción que el hombre que me quiera será por lo que soy y no por mi apariencia. El resto de tiempo que me quedaba lo dediqué a dibujar, era mi pasatiempo favorito. Siempre me sentí tan distinta a las chicas de mi edad, como un bicho raro y a pesar de que lo tenía todo y era feliz con mi vida, con el cariño de mis padres y mi amigo Alex, yo sentía que mi vida pasaba muy lento frente a mis ojos. Lo que no sabía era que estaba viviendo los últimos minutos en la cuenta regresiva para que todo eso cambiara.

Más tarde mamá me llamó desde las escaleras, el invitado había llegado. Bajé al primer piso y cuando iba llegando al comedor principal, vi a mi padre sentado en la cabecera y junto a él, la espalda de un hombre vestido de traje. Alto, lo noté al compararlo con papá, de hombros anchos, cabello negro y brillante, apoyaba un brazo sobre la mesa y tenía puesto un reloj que le daba un toque masculino y elegante. En una actitud relajada hablaba animadamente con papá…

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