Blaze! Capítulo 41

Capítulo 41 – Bolas.

Sabes que no puedo hacer eso –respondió Mei Ling a la petición de Blaze, siendo golpeada en la nuca, cayendo inconsciente al piso, desarreglándose la ropa que cuidadosamente amarró para que no se notara su secreto.

Blaze salió corriendo a atacar a los guardias de la caída Mei Ling, siendo seguida por Albert, que se detuvo un momento a observar a la bella oriental.

A pesar de ser aparentemente tan malvada, no es para nada fea –pensó el joven oráculo observando la piel desnuda de la mujer, notando el tatuaje de flor de cerezo en el muslo interior de esta, descubriendo el secreto de Mei Ling—. Pero, ella… ¡ella es un él!

Albert se horrorizó por haber pensado que un hombre era tan bello, sacudiendo la cabeza con la boca abierta y la lengua fuera, como si hubiera probado algo de mal sabor, saliendo detrás de su señora, que ya se encontraba batallando.

No sé cómo sobrevivimos, lo último que recuerdo antes de irme a negro fue verte llorando, ¿cómo le hiciste para terminar quemado sólo superficialmente y no morir? –consultó Blaze a su escudero, mientras atacaba a los guardias, derrotándolos con sus preciadas Fire Balls.

Cuando ella, él, nos atacó, logré cubrirnos con una especie de barrera mágica, no sé cómo pude producirla, pero gracias a esta pudimos sobrevivir a su ataque –explicó Albert, poniéndose detrás de su señora, tomando una de las naginatas de las manos de un guardia vencido, empuñándola para mantener a raya a los soldados que venían a confrontarlos.

¡Ah! También te diste cuenta… Por cierto, más adelante investigaremos como lograste hacer magia, debes practicar, es bueno que tengas otro tipo de habilidades. ¿Y qué pasó con la katana que te di? –preguntó Blaze, viendo que se protegía con un arma perteneciente a los caídos—. No me digas que te la robaron…

No, para nada, es parte de lo que me ha pasado este último tiempo, cuando hablemos de todo eso te contaré –respondió el oráculo, intercambiando golpes con los soldados—. ¿Qué hacemos acá? Deberíamos irnos y no seguir luchando.

No, no sin antes liberar a Long –comentó Blaze, haciéndole explotar una Fire Ball a un soldado en el pecho, lanzándolo lejos—. Este terreno es preciso para este hechizo, acércate Albert… ¡Inverse Rain!

Blaze se arrodilló para tocar el suelo, elevando violentamente las pequeñas piedras del piso hacia el cielo, golpeando repetidas veces a todos los soldados que los rodeaban, derrotándolos a todos.

Listo, ahora a liberar a los esclavos –dijo Blaze, incorporándose, caminando entre los magullados y doloridos hombres, entrando a las minas.

Albert y Blaze les comunicaron a los pobladores esclavizados que eran libres, quitándoles los talismanes controladores que llevaban en sus cuerpos, terminando en la tarde. Al verse liberado, Long salió corriendo para desquitarse con uno de los guardias que lo golpeó hace tiempo, pero fue detenido por una consulta de la maga extranjera.

Long, espera, ahora que recuerdo me hablaste de una piedra mágica que Mei Ling utilizaba para crear sus talismanes, ¿sabes dónde se encuentra? – preguntó Blaze a Long, quien podía entender todo lo que la maga le decía, portando un talismán que la misma joven extranjera fabricó para eso, creyendo estar cerca de uno de los trozos de DSH, espabilando a Albert.

¿Hay un trozo del DSH aquí? –consultó Albert a su señora, emocionándose, para luego mostrar desazón, recordando lo que pasó en la playa.

¿Te pasó algo, Albert? –preguntó la maga, interrumpiendo a Long, tapándole la boca con su mano, cubriendo casi toda la cabeza del hombre.

La verdad es que cuando venía camino para acá, tuve en mi poder un trozo del DSH, pero lo perdí y me siento mal por eso… –comentó Albert, contándole un poco de su viaje a Blaze.

No te preocupes por eso, ya encontraremos uno –respondió Blaze, levantándole un pulgar, extrañando al oráculo, hablándole después a Long—. Entonces, ¿sabes dónde está?

Los tres individuos salieron en búsqueda de la mencionada roca, ingresando en un pequeño templo dispuesto en la cima de una colina cercana a la montaña desde donde se extraía el mineral para el emperador, rompiendo la puerta del lugar, enfrentándose a una majestuosa escultura de piedra de un dragón, que en una de sus garras portaba el esferoidal pedrusco del que Long le habló a Blaze.

Este es el dios dragón –dijo Long, reverenciando frente a la estatua.

¿Eso es un dragón para ustedes? Más parece una lagartija alargada, mira esas pequeñas patitas que tiene… Aunque el bigote que tiene se le ve mucho más masculino que tu barba, Albert, ajajajajaja –carcajeó Blaze, avergonzando a su escudero por su pobre pelaje facial.

No seas mala conmigo –solicitó Albert, adelantándose a su señora, agarrando la piedra desde las garras del dragón oriental, sintiendo la suavidad de la roca pulida entre sus manos—. Esto no es un trozo de DSH.

Déjame ver, tienes razón, no cambia de forma al aplicarle energía mágica, me la quedaré igualmente, Mei Ling no se la merece, ya veré que puedo hacer con esto después –determinó la maga, echando la perfecta esfera pulida en su bolsa mágica—. Vámonos.

Después del robo de la piedra de Mei Ling, la noche atrapó al trío camino a la mina, debiendo pernoctar en sus cercanías, juntándose todos los exesclavos, dándose un pequeño festín con los alimentos de quienes los mantenían trabajando forzadamente, conversando alegremente.

Y eso, esa soy yo, mañana nos iremos a nuestro continente, ¿qué harán ustedes desde ahora? –preguntó Blaze a Long, bebiendo un vaso de trago robado a los guardias de la mina.

Pelearemos por el poder, no podemos aguantar que el emperador actual trate así a sus súbditos sólo por tener ideologías distintas –respondió Long a la hechicera, quien aún conservaba puesto el talismán que Mei Ling le pegó cuando despertó de su inconsciencia.

Albert se alejó de la conversación, sentándose frente a una fogata, recordando lo que dijo, lo que hizo, lo que ahora pensaba, sintiendo un malestar en su mente, prefiriendo ir a acostarse. Blaze lo siguió al rato, quedándose también pensativa, rememorando vívidamente muchas cosas que creía haber olvidado para siempre, mirando hacia el cielo estrellado, durmiéndose profundamente.

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De ahora en adelante no buscarás más los trozos de DSH con ellos, al contrario, te les adelantarás y los traerás ante mí, pero para que no sepan que fuiste tú, deberé cambiarte a mi imagen y semejanza –dijo la sombra a Bhasenomot, abriéndose frente al falso demonio, dejando ver en su interior el poder que le había quitado hace ya tiempo, resplandeciente, además de hacerle vivenciar experiencias que no entendió para nada, nublándole parcialmente el juicio.

La sombra se arrancó un apéndice, estirándolo como si fuera una tela flexible, cubriendo a Bhasenomot con ella, ahogándolo al principio, pero luego se sintió bañado en una calma extrema, como si sus impulsos fluyeran después de sus pensamientos, ralentizado pero fresco.

Es como si estuviese bajo control –dijo Bhasenomot, sintiéndose observado desde todas direcciones, presionado a hacer lo que la sombra dispusiera—. Control propio.

Te mezclaste mucho con ellos, casi fraternizaste, pero eso se acaba ahora, solamente dedícate a seguirles la pista y robarles los trozos del DSH, no te preocupes, ellos no te sentirán –ordenó la sombra—. En el caso de que la vida de Blaze peligre volverás a tu forma original, cuando la salves desaparecerás nuevamente.

Iré en su búsqueda –dijo Bhasenomot, volviendo a estar en el lugar en que se comió a Joseph, sin percatarse de cómo o cuándo salió de la dimensión de la sombra, teletransportándose a donde fuera que se encontrara Blaze.

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Dormí muy mal, awwww –expresó Albert, estirando los brazos, levantándose, con la mente aún ocupada en lo ocurrido el día anterior—. ¿Y tú, Blaze?

Excelente, repuse todas mis energías para poder salir de aquí –comentó Blaze, jovialmente, con una sonrisa radiante que hizo olvidar a Albert un momento sus cavilaciones.

Bhasenomot llevaba horas al lado de los muchachos, esperando a que despertasen, sin que notaran su presencia, pasando entre y a través de ellos sin llegar a interactuar con sus cuerpos, como un fantasma sin forma ni voz.

¿Pediremos un bote o… qué haremos en realidad para salir de aquí? –preguntó Albert, evitando plantear la idea de robarse una embarcación para volver a sus tierras.

No necesitaremos nada de eso, ya verás cuando lleguemos a la playa –respondió la maga, dando a entender de que le tenía preparada una sorpresa.

Los jóvenes extranjeros salieron, despidiéndose de los hombres y mujeres libres, deseándoles suerte en su travesía futura, mirando por todos lados para ver si encontraban a Mei Ling, pero parecía ser que se la habían llevado, dirigiéndose a la orilla del mar, deteniéndose a hablar.

¿Recuerdas esa vez que me molesté contigo por comerte una hogaza de pan y te dije que te fueras a volar? –preguntó Blaze a Albert, con cara de pedir disculpas.

Como olvidarlo, terminé en la punta de un árbol después de eso –respondió Albert, rememorando como salió despedido por el aire ante las palabras de su señora—. Al menos encontré unas frutas muy ricas esa vez.

¿Y cuándo te llenaste de sarpullidos en todo el cuerpo cuando te llamé perro sarnoso? –preguntó la maga, juntando sus manos como si fuera a orar.

De esa no me olvidaré nunca, me tuve que remojar en la poción que preparaste para soportar la picazón –comentó el oráculo, sintiendo comezón en la espalda de sólo recordar la mala experiencia—. No puedo acotar nada bueno de esa ocasión… Ni siquiera el hecho de que sólo me salían ladridos en vez de palabras…

Bueno, esas cosas ocurrieron cuando estaba en mis días… esos días, no creo que deba repetirte lo que nos pasa a las mujeres una vez al mes –explicó Blaze, cambiando el semblante de Albert, poniéndose serio.

También te lo dije en aquella ocasión, he leído muchos libros, no necesito que me expliquen que ocurre, quizá sepa más que tú de ese mismo tema –dijo Albert con cara de sapiencia, vanagloriándose de la larga lista de textos que pasaron por sus manos y ojos—. Ya no soy un niño inocente.

Eso crees. De cualquier forma, eso no ocurrirá más, ahora estoy casi al final de ese período y no pasa nada, cuando desperté de la caída del remolino ya estaba sangrando y no ocurrió nada, y eso que deseaba con todas mis fuerzas matar a Mei Ling—argumentó Blaze—. Incluso podría decirte que te mueras con toda confianza y sé que no te ocurriría nada.

No lo hagas, no tentemos a la suerte –pidió Albert con cierta lividez en su rostro, alzando sus manos como si una pared estuviese cayendo sobre él, aguantando el peso—Pero ¿eso que tiene que ver con poder volver a nuestras costas?

Que al parecer todo eso estaba asociado a un estado mental, digamos una predisposición mía, un descontrol de mis energías mágicas, obrando maleficios involuntariamente. Y ahora no sucede nada, estoy bajo control. ¿Por qué? No lo sé, algo cambió en mí; así que, si lo extrapolo al vértigo que me da volar, este debería estar curado también –explicó Blaze a un descreído Albert—. Nos iremos volando desde aquí a toda velocidad, llegaremos en un par de horas, ya verás.

¿Y cómo iré? Si me tomas en brazos te cansarás al rato –preguntó Albert, imaginándose la situación, ruborizándose su rostro y orejas.

De eso me encargo yo, no te preocupes –aclaró Blaze, sacando una larga soga de su bolsa mágica.

Blaze envolvió a Albert con la cuerda, atándolo fuertemente de los brazos y torso, cargándolo detrás de ella, quedando pegados por la espalda, desilusionando al escudero.

Esto no es lo que esperaba –dijo Albert con desengaño, colgando como si fuera un bolso.

¿Y qué esperabas realmente? Prepárate, que la velocidad te arrancará la pelusa del rostro –dijo burlescamente Blaze, molestando al muchacho por su apariencia.

Apenas lleguemos me rasuraré, no pienso seguir recibiendo tus burlas, Blaze –rezongó Albert, cruzándose de brazos y piernas sobre la espalda de su señora.

Sí, quédate así, es más cómodo cargarte de ese modo—pidió la maga—. ¡Vámonos!

Los jóvenes se elevaron por el despejado cielo azulado, cruzando la gran masa de líquido que separaba los distintos continentes, avanzando entre las olas, viendo su resplandeciente reflejo en la cristalina agua, con el viento en el rostro moviendo sus cabellos fuertemente, cayendo metros más adelante, rebotando en la superficie del mar varias veces, con Blaze aguantándose el vómito y Albert luchando por no morir ahogado en los mares orientales.

Hay cosas que nunca cambian, Blaze –dijo Albert una vez liberado de las amarras, con su cabeza asomándose en la superficie del agua, moviéndose trabajosamente para mantenerse a flote en aguas profundas.

Tienes razón, vamos a robar una barcaza mejor –respondió la maga con vértigo, tapándose la boca para que el fluido ácido no se le escapara.

¿Qué les deparará el futuro a estos dos?, ¿terminarán pronto su búsqueda o Bhasenomot y la sombra se harán con todos los trozos de DSH antes?, ¿qué pasará cuando tengan la conversación que adeudan? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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