Estás parado, observando el horizonte; siempre, a la expectiva de lo que ocurra arriba o abajo. Parece bastante claro que arriba suele ser imposible de palpar. Es ver al infinito y tender a tocarlo con la punta del dedo. Es imposible, inmortal.

En cambio, los pies en tierra, la movilidad de las extremidades, la curvatura de la columna: nos permite ver y comprender. El suelo es descifrable, cercano. Un cuarto abajo, las cervicales se relajan, la cercanía es vana (en veces molesta por el estiramento del cuello). Un cuarto más: toda la columna cede a la gravedad, se abre un poco el compás. La vista y los sentidos se afinan. Las caderas se mueven al mismo ritmo de la columna, simplemente se desploman ante esta fuerza natural. Tres cuartos: se activa el olfato, la vista, la epidermis. El peso es menor, distribuido, compatible al descanso momentaneo.

Las manos tocan tierra, se conecta. La pelvis armoniza, sigue el movimento que ya determinaron las manos, las vetebras se desenrrollan, las extremidades inferiores se estiran. Los ojos cierran telones, los pulmones se llenana y se vacían. La mente calla y empatiza.

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