El aroma de un café

El aroma de un café

ISABEL Gutierrez

16/11/2018

Aquella noche comenzaba apenas, infinidad de ruidos acompañaban al viento, apenas si los distinguía, el aroma de un café negro en su taza favorita la invitaba a recordar el pasado con él, ¿qué se encontraría haciendo en aquel momento?, sólo medio mundo los separaba, ¿será que pensaba en ella tanto como ella en él?, ¿será que en su playa de la memoria aun estarían las huellas que una vez ella con propósito marco?.

Aquellas huellas quizá fueron borradas por las olas porque él nunca más regreso a su lado, y ella sentada en el mirador de su terraza, con su taza de café observaba como caía el día y se abría paso la noche, en su interior aun seguía esperándolo, recordando aquellas últimas palabras de 20 años atrás donde en medio del dolor le decía que dejara de aparecer en su vida como papa Noel por cada año revolviendo todo, desordenando sus sentimientos, sus pensamientos, alterando su sentido del olfato porque su aroma permanecía con ella incluso después de sus desapariciones repentinas.

Él pudo darse el lujo de ser una luz intermitente en la vida de ella, apareciendo por épocas para llenarla de alegría, para inundar su ser con una inmensa felicidad, permeando sus tardes de largas conversaciones de filosofía, poesía, política, o simplemente contemplándose el uno al otro desde la desnudez de los cuerpos y el alma. Como dos amantes que se aman el alma más allá de los cuerpos, aquellos años de juventud donde sus cuerpos aun eran atractivos, sin embargo sus almas eran más atractivas, tenían el vigor, la energía, la pasión por devorarse el mundo como la tienen todos a los 20 años.

Aquellas largas conversaciones en la intimidad de un cuarto, combinando la filosofía con los besos, como la más perfecta combinación existente, allí dos almas desnudas invitaban a Nietzsche, a Sartre y otros más para participar de la intimidad que construían. Por una extraña razón la noche y ver todas aquellas casas donde se encendía la luz le recordaban los ojos brillantes de él por algún motivo extraño siempre al mirar la ciudad cuando iniciaba la nochepensaba en él; recordaba cada detalle de su rostro, el brillo de sus ojos cuando la observaba desnuda frente a él como quien observa una obra de arte, como quien escucha la más perfecta melodía, así la observaba, la acariciaba como quien acaricia a la más frágil mármol, no había lugar para la lujuria todavía, eran caricias dadas al alma utilizando el cuerpo, era un deseo por poseer el alma del otro, mas allá de penetrar o tocar un cuerpo, se penetraba el alma, era el mayor de los éxtasis, era la más embriagante bebida, dos almas que al unirse en besos y abrazos se fundían como hierro, el mundo parecía desaparecer, en el universo solo existía aquella habitación, ella se dejaba atrapar por aquel instante, incluso ahora después de 20 años su alma parecía alcanzar una punta de aquel éxtasis, tomar un sorbo de aquella bebida embriagante a través de su sorbo de café.

Cuanto lo extrañaba, cuanto lo había extrañado durante estos largos y solitarios 20 años, cuanto lo extrañaría incluso en la compañía de multitudes, ninguna lo reemplazaría. Había decidido extrañarlo hasta el último suspiro, había decidido esperarlo, esperar que él ignorara sus palabras y volviera a buscarla para no desaparecer nunca mas. Quizás ahora ella desearía que apareciera que continuara siendo esa luz intermitente en su vida.

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