No sé si dormir.
Si ducharme.
Si escribir.
Mi alma
se cansa
de echarte
de menos.
He aceptado
tu ausencia.
Lo prometo,
la llevo bien.
Pero
la idea que tenía de ti
sigue en mí.
La echo de menos,
no
sabes
cuánto.
Es como si la muerte
de la misma
me persiguiera
en cada anochecer.
Me da miedo enamorarme
porque todavía quiero
que seas tú.
No me renta
escribirte
cada tres días
ni pensarte cada cuatro.
Y me cago
en mi vida.
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