Serguei Kusnetzov llegó a su oficina muy pronto. Había tenido una discusión con uno de sus empleados y estaba de muy mal humor. Le pidió a su secretaria que no lo molestara nadie. Era el encargado del departamento de seguridad y se había enterado de que alguien estaba tratando de violar una de las normas en el sector mejor custodiado en todo el órgano de seguridad.Estaba permitido con la autorización de los secretarios del Consejo permanente hacer viajes al pasado. El control era muy rígido y era necesario calcular los detalles para que no se presentara ninguna paradoja, además las misiones en ningún caso consistían en asesinar a alguna persona o cambiar el rumbo de la política o la economía. Más bien eran para confirmar alguna información del pasado fundamental para el presente. Los viajes al futuro estaban prohibidos y se castigaban con la cárcel o la condena de muerte. Según le habían comunicado el impostor estaba tratando de robar el código de autorización para saltar al pasado y un lugar estratégico hacer un viaje al futuro. El caso requería de discreción total. Serguei debía mantener un control severo en todos los empleados y se puso a revisar sus expedientes. El primer sospechoso que encontró fue James Chaterley un inglés de origen irlandés que era muy desagradable en su conducta. No se le había podido comprobar ningún nexo con organizaciones terroristas o religiosas, pero Serguei sabía que todo era cuestión de tiempo. Organizó un grupo especial para que siguieran a James y no le permitieran actuar, ya que en caso de viajar al futuro dominaría información confidencial que sería determinante en algunas áreas impredecibles y eso sería el caos.

Ya había sucedido. Uno de los inventores de los mecanismos de saltos inter-temporales había viajado al futuro para matar a uno de sus enemigos y al hacerlo le había quitado la posibilidad al gobierno de demostrar una serie de violaciones a los derechos humanos. El señor Thomas Shakil había cometido crímenes contra la humanidad y se le efectuó un juicio en el que se le concedió la libertad condicional mientras seguían las investigaciones. El caso fue que Dan Cameron no quiso esperara a que se reunieran las acusaciones contra el criminal y se fue, ya que tenía todos los medios durante su experimento, al futuro para matar dos años después a Shakil. Cuando regresó a su tiempo, Dan dejó de preocuparse por Shakil y no supo lo que las noticias anunciaban. Se dedicó por completo a sus experimentos y dos años después cuando se iba a realizar un severo interrogatorio para que Thomas Shakil declarara sus crímenes resultó que había amanecido en una celda de alta seguridad apuñalado. Se demostró que las huellas encontradas en el arma eran las de Dan Cameron y se le condenó al encierro. Antes de suicidarse, Dan, dejó unas descripciones muy claras de lo que se podía provocar con los cambios en las circunstancias tanto del pasado como del futuro y se implantó La ley no alteraciones.

Serguei lo sabía muy bien y dominaba el programa de cálculo de probabilidades. Una semana completa siguió el rastro de James Chat, como le llamaban sus amigos, pero no pudo aferrarse a nada. Estaba limpio y parecía que se cubría bien las espaldas. Pensando en la posibilidad de que el astuto Chat se le adelantara con algún truco sofisticado, Serguei tomó una resolución.

Era mediodía, los empleados habituales estaban terminando su turno de media jornada y había una hora entre los turnos, así que Serguei se dirigió al departamento de Seguridad y entró en las cámaras de teletransportación. Cogió un aparato que le ayudó a hacer una evaluación de los acontecimientos importantes de los últimos seis meses en la organización y programó una cámara para viajar al espacio de treinta minutos después. Se reportaría el viaje como un pequeño fallo en el funcionamiento de las cámaras y el mismo supervisaría el trabajo de los técnicos cuando saltaran las alarmas. Puso el tiempo 12.35 y se metió a la cámara. Apareció en el pasillo, los técnicos corrían junto con él a ver que sucedía en la zona de transportaciones. Dio la orden de que se cerraran las puertas y no se dejara entrar a nadie del nuevo turno hasta que todo estuviera arreglado. En la confusión, trató de encontrar al impostor. Chat no dio muestras de nerviosismo. Su actitud fue la de un técnico dispuesto a corregir una emergencia bajo las normas establecidas. Un empleado de color le llamó la atención y se dijo que tendría que incluir entre los espías a ese técnico. “Estaría muy mal que fuera un infiltrado de algún grupo terrorista o fanático religioso—se dijo mentalmente mirando el gafete de identificación del trabajador—. Pasadas las sorpresas todo mundo volvió a su puesto y el nuevo turno comenzó con un retraso de diez minutos. En su oficina Serguei comenzó sus indagaciones. Salió a dar un paseo por los jardines y empezó un interrogatorio a la base de datos que respondía al nombre de Eilikrines.“Eili, por favor, dame toda la información de Artur Washington empleado 1324—Dijo con el pensamiento mientras veía las hermosas fuentes de chorros de colores—, me interesa saber si tiene relación con grupos terroristas o sectas. Aplica en la búsqueda el código de seguridad AIN3, gracias”.

El resumen fue bastante largo, pero no había nada sospechoso en la conducta de Artur que mereciera la pena. Ni sus familiares, ni amigos, ni amantes ocasionales tenían cola que les pisaran. Washington llevaba una vida simple, llena de placeres temporales que lo mantenían dentro de la norma y se podía confiar al cien por ciento en él porque sus aficiones estaban relacionadas con el arte y el deporte. Luego le pidió a Eili que repitiera la búsqueda, pero está vez de Chaterley, pidió que no sólo le aplicara el código AIN3, sino que también usara el método de investigación secreta para sospechosos especiales ISSE. Eili le dijo que en un cinco por ciento cabía la posibilidad de que James pudiera efectuar un viaje al futuro, pero que dependía de varios factores. Uno era la posibilidad de que lo acusaran de espionaje, otra la de que se desequilibrara su composición química y sintiera la necesidad de cambiar algo en su vida por la falta de algún componente renovador—dijo Eili excluyendo otras posibilidades más remotas—. A Serguei no le sorprendió mucho la información, lo único malo es que la vez anterior el porcentaje que le había dado Eili era inferior. En la cabeza le comenzó a dar vueltas la idea de que en ese pequeño margen existía el riesgo de que el código secreto lo tuviera James y estuviera esperando la posibilidad de actuar en un momento de distracción. Por desgracia, la sospecha comenzó a interrumpirle el sueño a Serguei. Realizaba su trabajo a la perfección, pero cada vez le dedicaba más tiempo al asunto de Chat. El colmo fue que en la siguiente conversación con Eili, la nueva cifra llegó al ocho y Serguei se puso muy nervioso. Era un aumento considerable y ya era alarmante. Le pidió un consejo a Eili, per ella objetó argumentando que las máquinas no debían por ningún motivo influir en las decisiones humanas. La inteligencia artificial era para hacer evaluaciones y estadísticas no para corregir el pensamiento y menos la lógica.

Serguei comenzó un nuevo plan. Tenía que adelantarse a las acciones de Chat y se decidió por la más infalible, pero más arriesgada. Empezó a imaginar el curso de la vida en las próximas tres semanas, luego en un mes y cuando ya tenía una visión clara de lo que pasaría en los próximos seis meses se fue a la cámara de teletransportación. Puso una cifra en la máquina y se fue al futuro.Llegó a una cámara de alta seguridad todo estaba aislado y el estaba recostado sobre una cama. En una de las paredes había un paisaje real tridimensional que simulaba una puerta que daba a un bosque. Los animales parecían reales, se acercó un ciervo y lo miró, luego comió algo del suelo y se marchó muy despacio. Había ardillas y un mapache, muy cerca, estaba comiendo avellanas. Serguei se concentró en los pensamientos que tenía en ese instante, sabía que en uno momentos volvería al pasado y debía guardar en su memoria la mayor cantidad de información.

“Fue un gran error, querido Serguei, no debiste dejarte llevar por los rumores, todo lo del robo del código por parte de Chat eran mentiras y tú con tus razonamientos inadecuados para esa situación distorsionaste las cosas. Creaste las condiciones para que te descubrieran. ¿Creías que en la revisión no se darían cuenta de tu primer viaje al futuro? Una falla—dijiste como si hubiera vivido en el siglo veinte—. ¿Creíste que unos minutos de diferencia no representaban nada? Pues, ya lo ves ahora. Se ha encontrado el peine y pronto serás condenado a la muerte. Se puede jugar con el destino propio, pero, por una corazonada, ¿comprometer el futuro de la humanidad? ¿dónde tenías la cabeza, Serguei? Ahora es tarde y no se podrá solucionar esto, a menos que…”. En ese momento Serguei regresó a su tiempo. Se sintió destrozado por la nueva situación. Concluyó que, por sus pesquisas, había provocado que James Chat respondiera a sus sospechas y empezó un juego en el que él tuvo que demostrar la culpabilidad de su contrincante y no pudo. “¿Qué fue lo que falló?¿Cómo llegué a enfrentarme a un juicio y lo perdí? Tendré que consultar la próxima semana a Eili—se dijo desesperado—. Lo malo es que, si Chat declaró que yo había viajado media hora al futuro, lo más probable es que trataran de encontrarme para arrestarme y llevarme al proceso, pero el caso es que una situación así, en nuestro tiempo, ocuparía una semana. Sin embargo, seré encarcelado dentro de cinco meses. ¡Cinco meses! Eso indica que dentro de cuatro meses sucederá algo que me comprometerá y se cumplirá el futuro. Eso suena a patraña porque yo mismo podría declarar ahora mismo que he violado las normas y ese futuro jamás llegaría. Debe haber algo más.

Serguei siguió con su existencia habitual. Tuvo incluso un período de vacaciones y en ningún momento perdió de vista a su contrincante James, quien se suponía, debía estar en secreto fraguando algo gordo contra él. Le pregunto cada día a Eili las posibilidades de un atentado por parte de Chat. Había bajado en porcentaje la sospecha. Eso era lógico porque si ya no estaba interesado en viajar al futuro, si que le apremiaba culparlo a él. No había otra salida. Uno de los dos tendría que ser eliminado, pero cómo. Por su parte él podría desaparecer a Chat, pero necesitaba tiempo. Del Consejo de Seguridad no lo habían llamado, la vida era rutinaria, tanto que la estabilidad aplastaba el interés por las cosas. No era posible que todos guardaran silencio frente a una violación tan grave como la que él había cometido.

“Es un maldito plan secreto—se dijo Serguei apretando los puños—. Me quieren acorralar. Eso hubiera sido muy divertido hace cien años, pero ahora es macabro. Tendré que fingir que las cosas siguen igual y en el momento en que James actué lo eliminaré, ya lo dice el refrán: A rey muerto, rey puesto. Ese monarca seré yo”.

Las cosas siguieron un curso de aguas tranquilas sin alteraciones ni altibajos. El mundo había alcanzado la felicidad que tanto deseaba. La gente se divertía con el ocio que le ofrecían miles de empresas, las satisfacciones físicas eran complacidas por medios naturales, sintéticos o virtuales. No había quejas, ni pobreza, ni riñas entre cónyuges. La vida estaba asegurada y las personas disfrutaban del avance de la ciencia. El hombre era un mecanismo que necesitaba revisiones técnicas, tenía los mejores asesores para la supervivencia y podía abusar de los placeres cuanto quisiera. La medicina moderna les permitía todos los excesos. La economía se basaba en un acuerdo de confianza en el que era muy difícil dudar de los individuos. Era el mundo feliz. La única persona que no podía gozar de esos derechos era Serguei. La vida por fin estaba asegurada y el plazo era los ciento noventa años. Claro que seguían existiendo las catástrofes, los accidentes letales y la gente no le temía a la muerte gracias a los aditivos químicos que se producían como refrescos. Lo único malo era pensar que gozando de la posibilidad de vivir casi doscientos años. Alguien palmara aplastado por unas rocas o algo semejante. El miedo a perder la vida por una tontería había hecho desaparecer muchos deportes de alto riesgo, además ya no tenían sentido porque un par de inyecciones y una cámara virtual eran capaces de hacerle sentir al individuo un infarto a seiscientos metros de altura, hacerle sentir la caída con una aceleración enorme y evitarle la caída para que después se levantara tranquilo del piso y se fuera a su empleo. Nadie quería trabajar en su casa. Los gurús de la humanidad insistían en que la gente debía juntarse y no alejarse. Así que los grandes colectivos, la antigua tradición de tomar un café o fumarse un cigarrillo, seguían siendo muy populares, más por su significado que por su provecho.

Llegó el momento en que, abrumado por el tiempo, Serguei estuvo obligado a tomar una decisión. Era inevitable. El grado de sospecha sobre James era del cero por ciento, eso significaba que se estaba preparando para el gran ataque. “Hay que matarlo—dijo Serguei en medio de un bosque cercano a su casa—. O es él o soy yo”. Lo sentía de verdad porque James ,se había aficionado al papel de padre ejemplar de familia. Con sus pequeños hijos rememoraba a los padres ideales de fines del siglo anterior, sus pequeñas hijas se divertían de lo lindo y su mujer decía que le habría encantado, entre comillas, haber nacido en la época de los mortales prematuros.

Serguei supo que Chat se iría a escalar el Everest y que estaba entrenándose con un programa que lo estaba capacitando para experimentar de verdad todas las emociones reales. James había decidido escala con equipo antiguo. Es decir. Sogas, cascos , polainas, botas especiales y ropa térmica. La única complicación estaba en que su fecha de regreso estaba fijada y coincidía con la fecha en que se haría la denuncia contra él. Era necesario tomar cartas en el asunto y desaparecer a Chat. El plan consistía en ocasionarle un accidente el intrépido James y listo. Él mismo se había creado las condiciones adecuadas para fallecer por casualidad. No llevaría protección ni apoyo de seguridad, era en una palabra un suicidio voluntario. Tenía que aprovecharlo. Consiguió la ruta, el plan de escalada, las reservaciones en los hoteles del lugar y eligió el mejor tiempo para actuar.

Estaba cayendo bastante nieve, la temperatura era muy baja y James Chat estaba durmiendo en su casa de campaña. La altura era de más de dos mil metros, ya había hecho un trayecto muy peligroso y le restaba una pendiente de setecientos metros. Serguei le quitó todos los aparatos que permitieran localizarlo y le provocó una asfixia gracias a una avalancha, después lo desapareció por partes. Volvió casi a las seis de la mañana. Los usos horarios regían en cada espacio de tiempo como en la vida normal. Se cambió de ropa, se deshizo de su anorak, botas, y demás instrumentos. Volvió a sonar la alarma y esta vez no llegaron los técnicos, sino los agentes de seguridad. Lo detuvieron y le dijeron que sería encarcelado en espera de un juicio. Había muchas pruebas de que había estado usando los equipos teletransportadores para satisfacer sus caprichos. Lo metieron en una cámara y se fueron.

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