Nada más subir al metro y sentarse reparó en él y en su mirada felina. Intentando parecer indiferente lo miró de refilón, era demasiado guapo…demasiado joven…demasiado perfecto.

Se puso las gafas de sol perturbada para disfrutar de su belleza sin ser descubierta y cogió su abanico, que abrió y agitó nerviosa.

Escondida tras los tintados cristales, lo vio morderse el labio y guiñarle un ojo. Temblando tocó el escote de su vestido, mientras su abanico calmaba su bochorno menopausico.

Se levantó las gafas sobre la cabeza, se armó de valor y lo miró devolviéndole el guiño y sonriendo insinuante. Él sonrió y recorrió el pequeño trecho que los separaba decidido, ella sintió punzadas de emoción por todo el cuerpo…

_Hola guapa ¿no vamos a la misma facultad?…

La «guapa» que estaba sentada a su lado le respondió de inmediato que sí y entre risas bobas y una breve charla, se acomodaron las mochilas y bajaron juntos en la siguiente estación.

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