Sigo buscando sus ojos entre las hojas, bajo un montón de cuentas o tal vez hundidos en una taza café, sin poder lograr que se pierdan en los míos, que mi sonrisa lo encante y el pronunciado escote lo invite a acercarse, supongo que he cambiado mi peinado tantas veces que podrían confundirlo, quizás es mi culpa por lucir inalcanzable; debería quitarme un poco de maquillaje, parecer interesante, usar gafas y tomar café dos veces al día, podría taparme un poco el pecho, volverme tímida, caminando con la vista fija en el suelo, tal vez levantar un poco la mirada y volverme si alguien más me observara; enredar mi cabello entre mis dedos siempre con una sonrisa a medias; a veces me mordía los labios al darme cuenta de lo difícil que esto era.

Tres o cuatro días habían pasado, daba igual el aún no me veía, me esforcé para chocar contra su silla y ni siquiera conseguí un «ten un cuidado» al diablo este teatro, abrí los dos primeros botones de mi blusa, solté mi cabello, un poco de rojo en los labios, me plante frente a él, levante la mirada y al sonreír me di la vuelta para jamas volver a pensar en esos ojos que ahora se morían por ser encontrados.

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