PINCELADA DE MI VIDA

Nací un miércoles trece

del año cuarenta y tres,

de un hombre cabal y fuerte

y de una hermosa mujer.

Fui creciendo con cariño

con mi hermana y un bebé,

a quien llamamos Juanito

y a quien mas tarde cuidé.

Cumplidos los nueve años,

mi cuarteto familiar

se rompió en mil pedazos,

al faltar la medular.

Pues… se marchó tras el alba

después de tanto luchar,

un espléndido ser humano

al que llamamos papá.

Si hubiera sido yo «noble»

las notas de sociedad,

reflejarían muy claro

que mi alma, ya no está.

Pues partió con ese alba

tras quien tanto supo amar,

sin comprender -por los años-

esa cruda realidad.

Y lloré por mi alma perdida

en los años de internado,

sin otro consuelo a mano

que cuidar de ese hermano.

Que al tener tan corta edad

se aferraba a mi mano,

buscando seguridad

y el cariño necesario.

Y, en en este punto diré

que si mucho amor le di,

de el también recibí

consuelo para mis males.

Que al faltarme a mí el alma

que partió tras nuestro padre,

compartí con él la suya

que la tiene noble y grande.

Y, siguió su curso la vida

sin que el tiempo mitigara,

ese dolor profundo

que mi pecho anidara.

Recorriendo el camino

que la vida me ha dispuesto,

buscándole algún sentido

a estar vivo o, estar muerto.

Pues, voy en pos de ese alma

que perdiera en mi niñez,

que guarda con celo mi padre

hasta que valla con él.

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