Un 14 cualquiera (?)

Un 14 cualquiera (?)

Tania Buchard

31/10/2018

Te escribo para no seguirte guardando, para no seguir recordándote con nostalgia y apego, para soltarte, dejarte libre y encontrar paz mental.

Era un 14 de febrero. Día amado por muchos y odiado por aquellos que aún no han encontrado el amor. Para mí, era un día acontecido y lleno de ocupaciones, aunque nada relacionado con algún plan after office para celebrar el dichoso día, lamentablemente.

Originalmente, todo comenzó al salir de mi casa a las 5:15am, hora necesaria de salida para aprovechar el tiempo, por aquello del transporte y su caos, sobre todo, tomando en cuenta el hecho de que tenía parcial a las 7:00am. Así que, algo soñolienta, con un poco de nervios y ansias, me dispuse a esperar el autobús que venía algo atiborrado y, por lo tanto, las probabilidades de poder montarme, eran casi nulas. Pero el universo conspiró a mi favor y al final pude tomarlo.

Al llegar al sitio correspondiente, la suerte hizo como una especie de giro abrupto, ya que cuando intenté ingresar al metro vía la universidad, el mismo, se encontraba cerrado, puesto que había una falla eléctrica. Básicamente, en esta enredada ciudad, si se cierra este medio de transporte, todo colapsa, sobre todo si hablamos de las 6:00am, que es cuando la mayoría de la gente sale con miras a llegar a su trabajo o a cualquier otro lugar.

Debido a esa ardua circunstancia, traté aceleradamente de buscar otras opciones, pero en vista de la situación país, los altos costos de los taxis y mototaxis, no te permiten poder cancelarlos con efectivo y los mismos, carecían de punto para poder pagar con débito. Por lo cual, tomé la decisión de irme caminando mientras se solucionada dicho escenario.

En eso, se hicieron las 7:00am e indudablemente ya no había ninguna posibilidad de poder llegar a mi parcial a tiempo. Así que con algo de resignación, estoicismo, aunque con mucha impotencia, lo acepté y me desvié al trabajo.

Con tantas vicisitudes, había pasado por alto que era ¡14 de febrero! Y antes de enfocarme en las diligencias laborales que debía resolver, me dirigí a un lugar donde vendían dulces, específicamente donas (las mejores, a mi criterio). Al llegar, me percaté que había una hilera monumental de personas queriendo hacer lo mismo que yo. Entendible por el día.

Aun preocupada y algo irritada por el hecho de no haber podido llegar a mi parcial, me ubiqué en dicha cadena, llena de emoción porque iba a hacer mi primer regalo de San Valentín. Y bueno, las primeras veces siempre te conmocionan.

45 minutos después aproximadamente, pude realizar mi pedido. Me lo envolvieron en una bandejita especial que estaban vendiendo por el tan conmemorado día… y bueno, para consumar mi episodio “cursi”, coloqué un post-it con una dedicatoria anónima, pero evidente al final por su contenido.

Salí de ahí aligerada y avivada, con el corazón en la mano, a agarrar un autobús que me llevara al lugar de trabajo donde se encontraba el receptor de mi detalle. Una vez que llegué, subí las escaleras, toqué el timbre, dejé la bandejita en el suelo y me fui corriendo.

Me sentí como una niña. Una que le da su primer regalo a su amor platónico en primaria y la pena puede más que ella.

Con ese sentimiento a flor de piel, me fui a hacer las cosas pendientes de mi trabajo, sin dejar de sonreír y con las expectativas a millón. No sabía si estaba bien lo que había hecho, si me había pasado de ridícula o todo lo contrario.

Hasta que 2 horas después, me escribió, enviándome una foto con la bandejita y dándome las gracias. Al principio, al leer el mensaje, la sonrisa que se dibujó en mi cara fue absurdamente tonta. Era felicidad pura. Pero luego, algo de nostalgia me invadió. Me empecé a cuestionar. Comencé a tener conversaciones internas acerca de que nunca me preguntó sobre mi día, sobre cómo me sentía después de todo lo que me había sucedido. Y jamás me deseó feliz día de San Valentín. Ni siquiera por mensaje.

Después de eso, con el gran nudo que se te suele plasmar en la garganta por tanto ahogo, tuve que continuar trabajando. Abrumada por tener en mi mente lo de la pérdida de mi parcial, lo que tuve que caminar para llegar al trabajo y esto último. Solo quería que las horas pasaran rápido y el reloj marcara las 5:30pm para poder salir corriendo a mi casa y ahogarme en mi cama hasta el día siguiente.

Cuando finalmente se hizo la hora correspondiente, efectivamente hice lo que tanto quería pero, recordé que no tenía suficiente efectivo para llegar a mi casa, pues lo había gastado en el autobús que se dirigía al trabajo del aludido. Por lo cual, debía ir a un cajero a intentar conseguir dinero.

Fue todo un viaje. No había dinero por ningún lado y yo solo quería llorar, drenar todo mi desconsuelo y molestia, sola y de alguna manera.

Hasta que por fin encontré un cajero que estaba operativo, aunque tuve que estar en espera dos horas, pues había una cantidad inmensa de personas. A las 8:00pm, pude lograr poseer unos 3 billetes en mi mano, la cantidad exacta para poder llegar a mi casa.

Al estar en la parada de autobuses y taxis que se destinan hasta mi residencia, tuve que ser parte de otra hilera de personas como por una hora aproximadamente, hasta que por fin llegué.

Llegué muerta en vida. Mi tristeza y desánimo opacaba el cansancio. Qué sensación de vació tan extraño, aflictivo y terrible. Nada tenía sentido. Solo quería quedarme seca después de haberlo drenado todo a través de lágrimas.

Y así hice. Me adherí a mi cama y justo en el momento de abrazar mi almohada, me ahogué en llanto hasta quedarme dormida. Me quedé dormida para olvidar, para dejar de sentir por unas horas.

Al despertarme sorpresivamente a las 11:00pm, fui ávidamente a ver mi instagram, como si algo me dijera que debía verlo. Al abrirlo, me encuentro con las stories y la primera era la de él. Tenía un miedo inconmensurable de verla, pues en el fondo sabía muy bien con lo que me podía encontrar y tenía algo de pánico confirmarlo.

Y bueno… al darle click, así fue. Ahí se encontraban dos copas de vino, una vista increíble, acicalada con unas lucecitas que siempre me han encantado. Uno de sus lugares favoritos. Con alguien que no era yo. Con alguien que sabía perfectamente quién era.

Se me cayó la vida. Mi corazón quedó completamente roto y quebrado. Creo que aun no encuentro las palabras que me ayuden a describir tanta tristeza y desolación.

La verdad no me sorprendía, en serio en el fondo temía que sucediera, solo que confirmarlo fue muy desalentador.

En ese momento no dormí, no pude. Solo eran mis recuerdos de todo lo que había ocurrido en el día, su mensaje de agradecimiento, la sensación de pensar en lo estúpidamente ridícula que había sido al hacer algo que capaz no debía y la foto que acababa de ver. Me asfixié en lágrimas hasta que me quedé seca. Aunque aun sentía mucho dolor, las lágrimas no me salían. Solo imploraba tener fuerzas para soportar y sobrellevar eso.

Hasta que se hizo de día y debía continuar. Debía salir de nuevo, con todo lo que eso implicaba y a fingir como si nada hubiese pasado. Y así ocurrió.

Capaz no te olvide nunca pero, te escribo para que te inhibas un poco, para que dejes de doler, para sanarte completamente y seguir.

Y me quedo no con lo que fui ese 14, sino con la que fui el 15. Alguien que a pesar de todo, se dispuso a levantarse y avanzar.

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