Cuando en los mercados se dan crisis fuertes, la gran mayoría de las empresas toma acciones para pasar por ellas de la mejor manera posible.
Dentro de estas acciones, consideradas temporales y con una vida que se plantea muy parecida a la de la crisis (aunque nunca se sepa cuánto durarán), están los recortes de beneficios al personal, la reducción de gastos considerados superfluos, la baja o renegociación de contratos con terceros, y muy probablemente, la disminución coyuntural del head-count, es decir, la cantidad de personas en la organización.
Si bien esto es una práctica habitual casi automática, conocida por todos y esperable por todos en los momentos críticos, los resultados reales son bastante distintos a los planteos iniciales de “ajustemos ahora y cuando todo pase, volvemos a la normalidad”.
Cuando se cortan beneficios al personal, siempre se habla de aquellos que no son amparados por leyes, es decir, esos diferenciales de las empresas que sirvieron para atraer trabajadores en un mercado competitivo o para posicionarse como una empresa buena para trabajar y obtener algún galardón como el Great Place to Work® o el Human Capital Excellence®.
Dentro de los gastos considerados superfluos, muchos cortan el café, sacan desayunos o meriendas, ya que, justamente, son cosas que la empresa instituyó voluntariamente y, por lo tanto, considera que las puede retirar según necesidad. Y algunas van más lejos aún limitando las fotocopias, cortando la frecuencia del servicio de limpieza, y otras cosas de iguales características.
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