Blaze! Capítulo 38

Capítulo 38 – Esclavitud.

Blaze salió despedida por la fiereza del torbellino mágico que la succionó junto a Albert, Bhasenomot y Joseph, no pudiendo controlar su caída, impactando de lleno unas rocas con su cabeza descubierta, quedando tendida en el suelo con una creciente poza de sangre vertiéndose desde su fracturado cráneo.

Horas después fue hallada por unos pequeños y asiáticos moradores que divisaron desde lejos su caída, cargándola a una pequeña casa cercana a las faldas de la montaña Sieng, lugar donde la moribunda hechicera había precipitado.

La extranjera fue tratada de urgencia, curando sus heridas con las técnicas locales, sobreviviendo a la hemorragia, aunque pasó largo tiempo hasta que despertara, perdiendo parte de su fuerza física en su lapso de inconsciencia.

¿Qué pasó? –dijo la hechicera extranjera, levantándose de una rústica cama, escuchando el trinar de unos pájaros, tocándose su doliente cabeza, encontrando una gran cicatriz en su cuero cabelludo rapado para poder curar efectivamente la herida–. ¿Dónde estoy?

Un hombre y una mujer de facciones orientales se acercaron a ella emitiendo un lenguaje extraño que la maga no entendió. La recién levantada joven solamente vestía su camisa y pantalón corto, caminando descalza desde la cama hasta una pequeña mesa, sentándose frente a esta, donde el hombre le sirvió arroz con pescado y un vaso con agua como comida, quedando sola, observando prolongadamente el plato, escuchando todos los vibrantes sonidos y percibiendo los penetrantes olores que la rodeaban.

¿Quién… soy? –se preguntó la joven intentando pensar sobre ella misma, encontrando una mente en blanco, viendo su rostro reflejado en la superficie del agua del vaso, sin reconocerse, sus primeros recuerdos estaban recién asentándose.

La desorientada joven comió lentamente lo que le dejaron, revisando después los alrededores sin encontrar nada que le recordase de su vida pasada, no topándose con más personas, volviendo a meterse en la casa en la que despertó. Al rato volvieron los que ella pensaba eran los dueños de la casa, acompañados por una bella mujer de tez blanca, con ojos café claro y largo cabello negro anudado en la cima de la cabeza, luciendo un vistoso broche de color azul con la forma de un ave con sus alas extendidas, mientras que sus ropajes eran de seda color turquesa con flores de pétalos morados y pistilos amarillentos bordados. La mujer miró con desprecio a la extranjera, tapándose desde la nariz hacia abajo con un abanico, mostrando unas largas uñas lacadas, hablando de reojo con los dueños de la vivienda en su inentendible idioma, acercándose a la joven, levantándole la camisa, pegándole un papel en la espalda y otro en su vientre.

Ahora deberías entenderme, mujer asquerosa, tu indecente ropa no puede cubrir tu naturaleza ruin –refrendó la mujer, apuntando a la entrepierna de la joven, quien así notó que estaba sangrando por su período.

Ahora entiendo lo que hablan –dijo la joven, olvidando su sangrado—. ¿Dónde estoy? Y más importante para mí, ¿saben quién soy?

No te esfuerces, cabellos de fuego, no entendemos lo que dices, el talismán que te puse en tu vientre es sólo para que entiendas mis ordenes, ahora dime tu nombre para saber como gritarte cuando te necesite –aclaró la mujer.

No sé mi nombre, no sé quien soy… –respondió la joven en su idioma materno, mirando al suelo con desánimo, callándose.

La mujer de los talismanes la observó un rato, rodeándola, preguntándole a sus súbditos las condiciones en que la encontraron, moviendo el cabello que cubría la zona rapada de su cabeza, observando la cicatriz recientemente obtenida.

Ya veo, con esa herida no me extrañaría que no recordases nada, te llamaré Hóng Zhū, ahora sígueme –ordenó la mujer.

¿A quién crees que llamas Cerdo Rojo? –preguntó la muchacha, dejando en evidencia su explosivo temperamento, aunque con sus fuerzas disminuidas por el largo tiempo de reposo, cayendo fulminada al piso presa de una descarga parecida a recibir el impacto de un relámpago.

¡Ara! Olvidé decirte, discúlpame, el talismán en tu espalda es para que aprendas a seguir mis órdenes, levántate y sígueme, Hóng Zhū –explicó la mujer, tapándose el rostro con el abanico y sonriendo sonoramente detrás de este—. Y no intentes retirarlo o la descarga será mucho más fuerte que la que acabas de sufrir.

Hóng Zhū caminó detrás de la mujer de los talismanes con obediencia impuesta a la fuerza y cansados pasos, imaginando las maneras más brutales de asesinar a su captora, pero temía nuevamente ser electrocutada por tan ínfimo pedazo de papel, limitándose sólo a seguirle el juego. Luego de bajar a terreno más llano, llegaron a otra montaña con un profundo túnel en una de sus caras, conducto desde el cual entraban y salían hombres con carretas llenas de brillantes piedras, depositándolas en unas fraguas cercanas al lugar de extracción del mineral.

Te ves medianamente fuerte, Hóng Zhū, aquí me servirás –dijo la mujer—. Alguien que le proporcione herramientas a esta indigna mujer para que se ponga a trabajar.

Hóng Zhū recibió una pala, una picota y una carretilla, metiéndose en el túnel de la montaña, extrayendo minerales desde su interior, dejándolos en la fragua, imitando a los demás trabajadores. A media tarde se detuvieron para comer una especie de panes con sabor a arroz rellenos de vegetales cocidos, volviendo de inmediato a las labores, deteniéndose al anochecer, yendo todos los obreros a descansar en unas malogradas viviendas, donde durmieron hacinados hasta la mañana siguiente, todos menos Hóng Zhū, quien a pesar de su cansancio se quedó toda la noche despierta intentando recordar quien es, que estaba haciendo allí y odiando a la mujer del abanico.

Hóng Zhū, despierta o el talismán te golpeará –dijo un hombre mientras se vestía, dejando ver en su espalda un amuleto parecido al que ella cargaba detrás.

No me llames así –respondió la mujer con evidente molestia, haciendo retroceder al pequeño hombre–. Como si hubiese dormido…

Yo soy Long –dijo el hombre, sin entender las palabras emitidas por la joven, presentándose, sacándole una carcajada a Hóng Zhū, quien se levantó del duro piso.

Tú puedes decirme Hóng Zhū, te lo ganaste, shorty –dijo la joven, apuntándose a sí misma y después a Long, ofreciéndole la mano como seña de amistad.

Long y Hóng Zhū salieron a buscar sus herramientas, dirigiéndose al túnel, viendo de paso que se encontraba la mujer de los talismanes hablando con el capataz de la obra, desviando la mirada para no entrar en contacto visual con la extranjera.

Long, ¿cómo se llama ella? –preguntó Hóng Zhū, recordando que sólo podía entender el idioma local, no hablarlo, procediendo a apuntar discretamente a la mujer del abanico—¿Ella?, ¿su nombre?

Long tardó unos segundos en procesar la consulta, entendiendo después de que Hóng Zhū apuntara a la bella mujer.

Bueno… Ella es la señora Mei Ling, una alta funcionaria del emperador del Gran Continente del Sol Central del Sur, encargada de los trabajadores que… –dijo Long, cayendo electrocutado por el talismán de su espalda, botando sus herramientas.

Hóng Zhū miró en dirección a Mei Ling con cara de odio, ayudando a Long a levantarse, siguiendo su camino a la mina.

¡Hola, Hóng Zhū, si no trabajas te pasará lo mismo que a tu amiguito! –gritó Mei Ling, saludando con el abanico en alto, sonriéndole sarcásticamente a su esclava.

Maldita hipócrita, ya verás lo que te pasará cuando me libere de tu puto papelito –murmulló Hóng Zhū, sin mirar hacia atrás, cargando su pequeña carretilla, debiendo agacharse para poder moverla bien.

Long y Hóng Zhū trabajaron la mayor parte del día en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, ambos odiando a Mei Ling por aprovecharse de ellos. Al momento del almuerzo retomaron su conversación.

¿Por qué estás aquí? –preguntó la joven, abriendo sus brazos mientras meneaba su cabeza lado a lado, luego apuntando a Long y finalmente señalando al piso.

¿Qué por qué estoy aquí? –preguntó Long, mientras su compañera le confirmaba que entendió la mímica, asintiendo. El hombre bajó el volumen de su voz—. Bueno, estoy, estamos acá por ser leales a nuestro emperador, que es de una dinastía diferente a la que reina actualmente… No puedo decirte cual es mi clan, el talismán me lo prohíbe, está escrito allí.

Qué mal… ¿Puedes leer el mío? –preguntó Hóng Zhū, apuntando a sus ojos y luego a su espalda, subiéndose su sudada y sucia camisa, dejando ver el papel pegado en su torso.

Long se retiró un poco, abrumado por la repentina exposición epidérmica, concentrándose en el amuleto.

Dice que debes trabajar cuando se te diga… Que, espera, está escrito muy pequeño, que no puedes alejarte de los guardias más de 10 Li y que debes hacer caso a toda orden que la señora Mei Ling te dé, eso dice –leyó Long, mientras que la muchacha se tapaba nuevamente su espalda.

Entonces, lo haré esta noche –dijo Hóng Zhū con mirada de determinación, cerrando fuertemente sus puños–. No pasaré de nuevo por esto un día más.

Hóng Zhū, ¿en qué estás pensando?, ¿no se te habrá ocurrido acaso…? –preguntó Long, con cara de preocupación.

Hóng Zhū asintió, haciendo como que corría lejos del lugar, despidiéndose del amable hombre.

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La foránea chica terminó su jornada laboral obligada normalmente y sin incidentes, obedeciendo toda orden que se le dio, recluyéndose a la hora indicada, durmiéndose como todos los otros trabajadores, esperando levantarse en medio de la noche para hacer su jugada. Sin embargo, no esperaba dormirse profundamente, víctima del cansancio acumulado, soñando algo que quizá formase parte de su olvidado pasado.

Aquí te quedarás hasta que puedas hacer una llave para abrir la cerradura de la puerta –dijo un altísimo anciano a una niña, cerrando una gruesa puerta de metal detrás de sí.

Pero aquí sólo hay polvo, maldito viejo decrépito –respondió la niña, pateando la metálica entrada, mirando al luminoso exterior por una pequeña rendija.

Entonces ya sabes que hacer –respondió el viejo, abandonando el lugar.

La niña intentó e intentó, el tiempo pasaba y sus fuerzas menguaban, hasta que logró fabricar una llave dentro de la cerradura de la puerta, elevando el polvo del piso sin tocarlo, guiándolo con sus manos y embutiéndolo en el cerrojo para que calzara correctamente, compactándolo hasta que lograse ser lo suficientemente firme para convertirse en la llave que la liberaría, girándola dentro del mecanismo. Hóng Zhū despertó sobresaltada, sudorosa y decidida.

No quiero estar encerrada, no quiero ser una esclava, no sé cuanto es 10 Li de longitud, pero sé lo que debo hacer para escapar de aquí –murmuró la joven, levantándose del piso, llevándose la sábana que le entregaron para no morir de frío por la noche.

Hóng Zhū se escabulló en las tiendas donde dormían los guardias, despertando a uno para luego noquearlo de un golpe, cargándolo sobre su espalda envuelto en la sábana que robó, huyendo del lugar, evitando ser vista por los vigilantes nocturnos que controlaban que los esclavos no escaparan. Corrió lo que más pudo con el guardia a cuestas, debiendo dejarlo inconsciente dos veces más, sentándose a descansar para recuperar el aliento, dejando al hombre envuelto y amarrado con la sábana, mirando desde la altura la orilla del mar, subiendo su vista al horizonte al escuchar una voz no muy masculina vociferando “¡Blaze!”.

¿Quién gritó eso? –dijo la muchacha, levantándose de su escondite, siendo rodeada por al menos diez guardias imperiales, saliendo Mei Ling de entre ellos.

¿Creíste que no notaríamos que uno de los guardias faltaba? –preguntó Mei Ling, ordenando a los soldados que la golpearan, dejándola inconsciente y llena de magulladuras.

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Esto les pasará si intentan escapar –dijo Mei Ling, arrojando al piso a la golpeada muchacha, mientras todos los esclavos miraban al piso, temerosos, sin dejar de realizar sus tareas obligadas.

Long corrió hacía su compañera, cargándola a la habitación de los trabajadores, donde curó someramente sus heridas y le dejó el almuerzo que le correspondía a él ese día, volviendo a trabajar. Volvieron a encontrarse en la noche.

Lo intenté –dijo Hóng Zhū con el rostro hinchado, tirada en la cama, adolorida por la brutal paliza grupal que recibió.

Lo sé todo. Si hubiera sabido que pensabas raptar a un guardia. Ellos pueden ser localizados por Mei Ling dondequiera que estén, tiene una piedra mágica entregada por el mismísimo dios Dragón que le permite hacerlo, así como también crear sus talismanes. Yo… ¡Lo siento! –explicó y se disculpó Long, haciendo una severa reverencia a Hóng Zhū, recibiendo como respuesta un movimiento de mano como si espantara una mosca.

No te preocupes, ya tendré otra oportunidad, ahora déjame dormir, por favor –dijo la aporreada chica, acostándose de costado.

Long dejó alimento nuevamente a su lado, procediendo a acostarse también, despertándose la joven con el olor de la comida.

No, no, no. No me digas que no comiste nada hoy. No puedo aceptarlo –dijo Hóng Zhū, devolviéndole la comida al hombre.

No te preocupes, hoy comí, desde ahora en adelante todos aportaremos para darte alimento, te recuperarás pronto –aclaró Long, volviendo a entregarle la comida, recostándose con los ojos cerrados, variando muy poco las facciones de su rostro—. Cómelo antes de que se eche a perder.

Se le dio dos días de descanso a Hóng Zhū para que se recuperara de sus heridas y volviese a las faenas, tiempo en el que comió por lo menos tres veces al día, recuperando sus fuerzas y sanando al menos sus heridas superficiales, hablando mucho con Long, entendiendo cada vez más de su idioma, consultándole ciertas palabras para vengarse y provocar a Mei Ling.

Long, ¿recuerdas las palabras que te pregunté? Escríbelas en este papel, las necesito para esta noche –dijo la joven haciendo mímicas, pasándole un trozo de pergamino viejo a su ahora amigo, mirando para todos lados.

¿Quieres las palabras ofensivas para Mei Ling? –preguntó Long, escondiendo el papel rápidamente, viendo como Hóng Zhū asentía—. ¿Qué harás?

Ya verás, shorty. Mañana va a correr sangre y no será la mía –aclaró la chica con una sonrisa picarona, hablando en inglés, siguiendo con sus labores.

La noche llegó y la golpeada fugitiva huyó con el papel que Long le devolvió con las palabras solicitadas, perdiéndose en la oscuridad, volviendo un poco antes del amanecer, para aparentar que había dormido, aunque su rostro indicase lo contrario. Cuando algunos trabajadores vieron lo que Hóng Zhū había hecho soltaron disimuladas risas, mientras que otros se preocuparon, exigiendo que se borraran los insultos escritos con piedras en la parte alta de la ladera de la montaña desde donde extraían el mineral, temiendo ser castigados por algo que no hicieron, pero los guardias no lo permitieron, esperando a que la señora Mei Ling lo viera y dispusiera su castigo, debiendo esperar a que ella llegara, lo que ocurrió pasado el mediodía.

Señora Mei Ling, le vengo a informar de una indisciplina en la mina –dijo un soldado a la recién llegada, arrodillándose frente a la mujer, apuntándole después las palabras escritas en la montaña.

¿Qué?, ¿Quién se ha atrevido a semejante…? –se preguntó Mei Ling, enrojeciéndosele el rostro, frunciendo su ceño con odio, gritando irritada el nombre de la culpable, rompiendo su abanico—. ¡¡¡Hóng Zhū!!!

Mei Ling observó a todos lados y se encontró con Hóng Zhū campante, bajo las palabras que se quedó escribiendo toda la noche, mirando a su captora con desdén desde las altas rocas, desafiándola, esperando colisionar.

¿Qué fue lo que escribió Blaze en la montaña?, ¿podrá librarse de su esclavitud?, ¿cómo le hará frente sin sus poderes mágicos? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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