El sueño de Mecano

El sueño de Mecano

Juan Sauce

24/10/2018

Cuando despertó, notó que algo era diferente. No hubo de estirar brazos y piernas para desentumecer los músculos. No sintió la urgencia que la vejiga impone para correr hacia el lavabo. Ni siquiera debió poner los pies en el suelo para levantarse. Flotaba. Se sentía liviana y ligera. Su cuerpo de mujer había adoptado una nueva forma, no física, gaseosa, volátil. Notaba que se mezclaba con el vacío de la habitación. Que se expandía a voluntad y se contraía en pequeños remolinos.

Aire. Soñó por un momento que era aire. Oxígeno, nitrógeno y argón. Sin forma definida ni color.

Alegre por no tener que preocuparse por los dígitos de la báscula, decidió salir a tomar el ídem. Le pareció extraño el impulso de salir por la ventana, pero lo consideró lo más apropiado. Identificarse con las partículas que volaban por el éter le produjo una sensación de libertad. La vista desde lo alto le resultaba fascinante, pero ella siempre había sido una persona cercana, así que se lanzó en picado para apreciar los detalles de los objetos en el jardín. Restos de vasos de plástico y latas de cerveza descansaban sobre una mesa con el mantel sucio. Le horrorizó observar unos globos tirados en el suelo e imaginarse que podría ser ella quien estuviera encerrada dentro.

Allí estaba él, apoyado en pie junto al madroño. Se le acercó surcando las moléculas de oxígeno. Con su pequeño porcentaje de humedad le lamió la piel y jugueteó con su moreno cabello. La calima de esa mañana estival le aseguraba que se sentía reconfortado ante una inesperada brisa que le acariciaba el rostro. Sin embargo, no pareció transmitir emoción alguna. Más bien, ignorando el origen de su deleite, centró su atención en sacar un cigarrillo de la cajetilla; lo encendió y compuso su habitual expresión de indiferencia, como si fuera lo más normal del mundo que el viento hubiera de suplir su necesidad de refrigeración.

Aire. Soñó por un momento que era aire. Oxígeno, nitrógeno y argón. Sin forma definida ni color.

No quiso darse por vencida. Ayer habían celebrado su cumpleaños y se había pasado toda la mañana preparando aperitivos, llamando a sus amigos y arreglando lo necesario para la fiesta. Merecía la atención que le había negado durante todo el día, algún reconocimiento o gesto de gratitud. Volvió a la carga para captar su atención, dispuesta a convertirse en huracán si fuese necesario. Pero al tratar de esquivar el humo del cigarrillo para no contaminarse con el monóxido de carbono, sucedió que fue aspirada involuntariamente por su nariz.

El viaje alucinante tuvo como vistas la laringe, los bronquios y la tráquea. Notó cómo una parte de sí misma se dividía para proporcionarle oxígeno e insuflarle vida. Percibió que su sola presencia limpiaba y renovaba aquellos pulmones de fumador.El regreso le devolvió al exterior dejándola un poco mareada. Y mientras daba vueltas en espiral, pudo ver el rostro impasible de alguien que la trataba como si fuese invisible. Se dio cuenta, entonces, de que siempre había sido así. Continuamente la respiraba, sin tener en cuenta su existencia, su beneficio y su cercanía.

Hizo revolotear algunas hojas caídas en el jardín antes de tomar una decisión. Resolución que tomaría en el momento en que despertara.

Aire. Soñó por un momento que era aire. Oxígeno, nitrógeno y argón. Sin forma definida ni color.

Cuando él despertó, le pareció que todo era normal.Miró a su alrededor y no pudo percibir que nada hubiera cambiado. Su ropa, los muebles de la casa, los cuadros colgados en las paredes. Miró por la ventana y observó la mesa, con las latas y los vasos yaciendo sobre ella. Ayer había celebrado su cumpleaños. Fue una buena fiesta junto a sus amigos, aunque le molestó el hecho de que ella no hubiera recogido los restos en el jardín. Tras vestirse sus vaqueros y acordonarse las zapatillas, bajó a la sala de estar. La imagen silenciosa del lugar parecía indicarle que todo seguía igual. Hasta que por fin descubrió algo nuevo. Tomó en sus manos la nota que descansaba sobre la mesa, escrita con evidente letra femenina. Se trataba de una despedida que afirmaba estar cansada de una atmósfera cargada y exponía la necesidad de oxigenarse buscando un soplo de aire fresco donde sus necesidades no se las llevara el viento.

Las manos le comenzaron a sudar mientras los ojos bailaban de un lado a otro, tratando de cerciorar si la realidad a su alrededor confirmaba lo que estaba leyendo. Notó un retortijón en el estómago y un nudo que se endurecía en la garganta. Notó que… le faltaba el aire.

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