Una historia diferente

Una historia diferente

Teresita Vago

22/10/2018

Había una vez, en la familia de Ordóñez, una niña llamada Estrelicia. Cierto día que hubo una discusión, Estrelicia se escapó de su casa. Sólo tiene catorce años. Por otro lado, Gustavo, un jovencito cuya virtud es ayudar a los demás, sus padres también le impusieron la prohibición: no podía escapar de su casa de medianoche. Gustavo estaba harto de aquella prohibición y se sentía con ganas de “romper las reglas”; por eso, una noche de luna encerrada, se escapó de su hogar.

Mientras tanto, en el País de la Oscuridad, Batracius, el malvado, en su máquina de registrar personas trata de buscar información sobre Gustavo. Finalmente sabe que vive en Dulcelandia, que es un niño de catorce años, vive con sus padres, tiene una hermanita llamada Tatiana y colecciona monedas encantadas. Esa noche Batracius viajó con su nave a Dulcelandia, y las luces del navío encendieron la figura de Gustavo. Batracius se bajó, disfrazado de pobre pordiosero, a pedir ayuda ya que se sentía “perdido” en el sendero. Gustavo, inocente, se dispuso a ayudarlo llevándolo a una Posada donde vivían indigentes; así, Batracius conoce a Don Fulgencio, el vecino pobre de la familia de Estrelicia que tenía una muñeca de ella. Batracius llega al lugar en busca de su objetivo. Se hace amigo de Don Fulgencio y con el correr de los días, una noche cuando el viejito dormía, se roba la muñeca de Estrelicia.

Al día siguiente, al despertar, el viejito no pudo encontrar la muñeca y se lo notaba cabizbajo. Batracius había partido al País de la Oscuridad junto a ella. Gustavo, el pequeño, mientras caminaba se encuentra con el Duende Sabín. El Duende le cuenta el problema de la muñeca y lo envía al País de la Oscuridad. Gustavo se apena por la situación; no conocía a Estrelicia ni a la muñeca, pero acepta el reto: va a hacer justicia para que Dulcelandia brille cada día más. Por eso, decide regresar momentáneamente a su casa para buscar sus pertenencias, entre ellas monedas. Cuando sus padres dormían, Gustavo volvió a dejar su hogar. Al llegar al País de la Oscuridad, conoció a Simón, el Duendecito Pequeñito. El Duendecito Pequeñito era un gran ser de luz, por eso Gustavo, cuando le contó su problema, recibió de él un hechizo mágico: que las flores más puras lo ayudaran. Gustavo quedó sorprendido: le pareció algo maravilloso. Simón, el Duendecito, lo lleva por el buen camino y lo hace entrar en comunión con las flores puras. Guiado por el Duendecito, Gustavo llega al Castillo de Batracius, donde está la muñeca de Estrelicia. Al llegar, Batracius se lleva una desagradable sorpresa.

  • – Vengo a buscar la muñeca que tenés escondida y a hacer justicia, ¡cobarde! Te lo merecés por tu hipocresía
  • – ¡Tatiana, Tatiana, donde estás! Exclamó entre llantos.
  • – ¿En qué te puedo ayudar? – le pregunta Estrelicia
  • – Se llevaron a mi hermana… ¿Cómo te llamás?
  • – Soy Estrelicia
  • – Ah, yo soy Gustavo
  • – Estrelicia, era tuya la muñeca, ¿no? le pregunta a su novia
  • – Si mi amor, ¡era mía! –le responde
  • – Tomá, te la devuelvo – Y se besan.

Batracius, el cobarde, se pone como una furia y saca su espada del bolsillo, proponiéndole pelear. Por eso, Gustavo también saca de su bolsillo una espada mágica y se traban en lucha. Gustavo es marcado por la espada de Batracius, pero él no desiste en su lucha; pelea hasta el final. Batracius cae al suelo, recibe una estocada de Gustavo y él le dice:

La muñeca esperaba en una caja de cartón: Gustavo de pronto la ve, la agarra, le da un beso a Simón, el Duendecito Pequeñito (no sabían que pronto se volverían a ver), y regresa a Dulcelandia. Al volver a su país, Gustavo se dirige a la Posada de los indigentes, y le devuelve la muñeca a Don Fulgencio: éste, feliz, lo abraza y le promete volver a verlo pronto. Cuando Gustavo salía de la Posada, un monstruo de siete cabezas que echaba fuego por la boca comienza a perseguirlo: lo quiere matar. Gustavo se asusta muchísimo y empieza a correr, escapando de aquel. Corre, corre, hasta que finalmente vuelve a su casa. Aliviado, feliz, su mamá lo recibe con chocolatada caliente y luego se va a dormir. Pero en el País de la Oscuridad, Herbacius, un enviado por Batracius, conocía a Estrelicia por tan solo haberla visto una vez y la quiso enamorar para que ni ella ni Gustavo se cruzaran; por eso, viaja a Dulcelandia y secuestra a Tatiana.

Cuando Gustavo despierta, ve que se llevaron a su hermana.

En la mesa había una nota de Herbacius diciéndole que si gastaba una de sus preciadas monedas en el País de la Oscuridad, recuperaría a su hermanita. Y en este caso, valia mucho mas la vida de Tatiana que una sencilla moneda. Gustavo sale de su casa llorando, cuando ve que una niña se cruza. Era Estrelicia. Se enamoran.

Y ahí le explicó cómo debían hacer para ir al País de la Oscuridad. Van juntos. Cuando ya llegan al País de la Oscuridad, se encuentran en el camino con Tatiana. Así, los tres vuelven a Dulcelandia. Días después, en el Reino de Dulcelandia, los Caballeros de la Corte distinguen a Gustavo como Señor del Reino de Dulcelandia. Herbacius es desenmascarado y entra en un lugar comunitario para cumplir con su condena: armar pequeños castillos de cartón para acciones solidarias.

Gustavo, al ser ahora un Señor y Príncipe, adquiere una nueva apariencia.

Mientras tanto, Batracius es castigado con cien azotes en los pies y dos meses en la Prisión del País de la Oscuridad.

Un año después, al cumplir ambos los quince, Gustavo y Estrelicia se casan. Así, de esta manera, nuestro héroe es coronado Rey de Dulcelandia. Entonces, todos los habitantes del país (incluidos ellos) vivieron felices y comieron perdices con milanesas. Las monedas encantadas brillaron como nunca. Y Simón, el Duendecito Pequeñito, bailó de alegría.

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