Hector y Pere

Pere era desganada pero muy inteligente, siempre la primera de la clase, jamás bajó de notable y sin mucho esfuerzo, así con todo en la vida, su inteligencia innata y la facilidad para aprender la había liberado de esforzarse mucho y vivir su soltería tranquila y cómodamente.

Le gustaba rodearse de sus amigos en casa y esperaba tranquila holgazaneando en su terraza cuando escuchó vociferar a Héctor, él siempre estaba irritado por algo. Uf ¡que aburrimiento tanto enfado, que pereza abrirles la puerta, ya sabía la noche que se presentaba, improperios hacia Eva por sus aventuras y calenturas que tanto irritaban a Héctor, se agotaba tan solo de pensarlo. El golpeteo de la puerta la hizo reaccionar

_ Héctor, ya te he oído, para que ya te abro

_ Ya estás dando por sentado que era yo quien golpeaba la puerta, siempre estáis en mi contra, perdona si perturbamos tú tranquilidad

– Venga, no empieces tan pronto y pasar a la terraza

Eva la perturbaba constantemente con su insistencia en viajar y en hacer muchas cosas y sobre todo conocer muchos hombres, todos, de distinto color, de distinta edad, de distintas culturas y distinto idioma. Ciertamente Pere cuando escuchaba a Eva contar y planear viajes con su característica alegría y picardía, no podía negar que se emocionaba y se veía con una caipirinha en Brasil bailando rodeada de mulatos, pero entonces recordaba que tendría que hacer maletas, comprar ropa, buscar el vuelo y de pensarlo caía exhausta en su cama. Un domingo de sofá le parecía el mejor plan. En ningún sitio como en casa, pensaba

Eva aquella noche le pidió que la acompañara a la cocina a preparar los platos con el picoteo que había preparado, a Pere los preparativos para la velada la mataban pero aceptó intuyendo que algo importante tenía que contarle. Así era, Eva ya no podía más con los enfados y los estallidos cargados de ira de Héctor, lo abandonaba, decía que se iba para siempre a vivir a una comuna en un pueblo perdido del norte. Reconocía la razón de Héctor cuando pensaba de ella que era una promiscua y lo aceptaba gustosa y por eso sabía que era lo mejor para ella. Pero antes de irse quería pedirle algo, le dijo que no quería que siguiera así, soltera, entera, que sus pocas ganas de discutir y su carácter apático era el complemento perfecto para apaciguar la ira de Héctor. La pareja perfecta

Mientras cenaban Pere ya miraba a Héctor de otra forma, se había despertado el deseo y solo se lo imaginaba en la cama junto a ella

Para el nº 22 pecados capitales de la revista Mitad Doble.

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