LAS CUATRO ESTACIONES DE UN ENVIDIOSO COMPULSIVO

LAS CUATRO ESTACIONES DE UN ENVIDIOSO COMPULSIVO

LAS CUATRO ESTACIONES DE UN ENVIDIOSO COMPULSIVO

En primavera

quisiera ser tierra

semilla, brote, hoja

rocio de la mañana.

Amapola roja

bailando con lirios

sobre tarima de hierva.

Mariposa errante

coquetona, casquivana, libre

hermosa y tierna.

Grillo nocturno machacón

con su frac permanente

por si va de boda.

Mariquita incosciente

con su «abriguito» rojo

punteado de estrellas.

Colibrí dibujado en el aire

sopesando el guiño cómplice

de los pétalos blancos

de la margarita coqueta.

En verano

quisiera ser mar

brisa, sol, velero

playa con arena de coral.

«Chiringuito» acogedor

sombra de palmera protectora

capricho de bombón helado

parrillada a la carta

con buffet de crema solar

virgen extra.

Luna de Agosto

complice, sensual, cálida

comprometedora, indiscreta y «mala»

tremendamente revoltosa.

En otoño

quisiera ser esa hoja

de sueños circenses

que en el primer, y último vuelo

sobre un fondo azul

rememora la armonía y el encanto

del ballet de los cisnes.

El canto del mirlo

el arrumaco, la promesa, el desliz

ese oasis de paz

que la estación proyecta.

El amor del sosiego, mi otoño.

En invierno

quisiera ser el viento,

copo de nieve en el aire

estrella fugaz de noche,

tronco ardiendo en el hogar.

Ventanal de cristal helado

donde poder dibujar monigotes

con la yema digital.

El último día del calendario

para partir de cero,

borrón y cuenta nueva

para volver a empezar.

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