“cambiar la opinión de una sola persona, es igual que cambiar todo el alcantarillado de la ciudad”.

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“tener una hija o un hijo con problemas físicos o mentales, es como achicar agua del infierno”.

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— soy imbécil! con la gente que no me escucha sigo hablando.

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había una vez

una extensa llanura, tan extensa que nadie había podido llegar a cartografiarla. De hecho, la llanura era todo ese planeta que se llamaba Llanura.

enviaron satélites orbitales, pero las potentísimas lentes digitales no abarcaban más allá de del horizonte inexplorado. Incluso enviados exploradores a todos los satélites blancos que alumbraban las luches de luna. Y desde varios planetas, en misiones que duraron épocas. Tampoco.

era algo asombroso los países, abandonaban sus gastos militares destinándolos al Proyecto Llanura, era preciso averiguar si estaban o no pisando una esfera. En todo caso, las dimensiones de la llanura serían inconmensurables ¿cuantas culturas planetarias permanecerían aún no descubiertas por el impedimento de la distancia?

era muy angustioso para todos, la posibilidad de que Llanura fuera plano, entonces ¿dividiría el Universo? ¿habría arriba y abajo? ¿dividiría acaso el tiempo, el ahora y el luego? ¿acaso era plano el ahora?

ah… que placer cometer otra vez los mismos errores.

(…) siempre infinitos destinos para que llegue a perderme enseguida, caminos que salen de otros caminos, que te conducen a sendas tras las cuales hay caminos y debes andar todos los caminos para andar un camino.

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navegar es el placer del que sabe mirar al infinito. Y no se va en derrota si uno no quiere y se navega despacio aún sobre olas como montañas, que la muerte no tiene prisa, que ya vendrán aguas mansas para, tranquilamente, soñar con olas como montañas con crestas de espuma navegables a la luz de la luna y de trillones de luces espaciales.

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“ por pura estupidez comencé a escribir inclinado, tal vez por reacción envidiosa de la preciosa y perfecta de mi compañero de clase: el que luego sería mi segundo mejor amigo y a la postre mi concuñado.

L a necesidad de escribir, me vino -yo creo- de los tebeos, y después del cómic. Expresarme contando, era la mejor manera. Los amigos del colé y “del insti”, Fernando del Valle Bravo, yo también quise apuntarme a la aventura de hacer tebeos, para los de clase. Y venderlos o regalarlos, como hacía el. No llegue ni de coña, mis publicaciones aficionadas inconclusas, quedaban para mi, entrerradas en mi habitación de adolescente.

Del Valle era un dotado, su estilo era “Bruguera”, él mismo lo reconocía, pero era personalísimo, único, inimitable.

A mi me desorientaba su humor surrealista y cuando en un momento de nada, hacía una página con rotulador naranja, por ejemplo y en la que aparecía un médico con su bata blanca y su especulo operando a una lechuga, operando a una zanahoria.

En cambio, a lo que llegué yo fue a ilustrar un cuento, un trabajo de clase que todavía conservo, con su portada y todo. Fue esta mi primera publicación, ya escribía y contaba historias.

Sin ningún lugar a dudas, el Cómic fue mi primer baño en comunicación, fue mi escuela literaria más que los comentarios de texto que por otro lado hacía con tanto gusto, al descubrir bien pronto que dentro de la historieta había cultura y en algunas culturas y mucho más.. Historias que me invitaban a inventar sus continuaciones.

Aprendía las palabras nuevas y sobre todo las viejas, palabras antiguas en el TBO y luego más tarde, palabras en la revista Mortadelo. Ibáñez era un creador de palabras y un recuperador de léxicos, quien tampoco le hacía ascos a a los argots modernos. Ibáñez, aunque hay otros aún más geniales.

Claro que intuí, aprendí cosas, expresiones, porque esos que hacen historietas me las enseñaron, me las han enseñado.

Pero mi interés se fue yendo, inevitablemente, al mundo de los súper-héroes, el vicio nacional, que en los setenta tenía incluso más que ahora, infinitos adictos.

Aprendí a leer millones de veces -incluso- y a querer escribirlo, gusto escribir palabras como “pericia” o dibujar expresiones onomatopéyicas como “!KAPOW!”.

Así, en cuadernos, me puse a confeccionar mis propios súper caseros, incluso empecé colecciones, aunque mis expresiones no eran tan profesionales.

Ahora que me doy cuenta, que curioso, es que a mis personajes les ponía nombres de las personas que conocía. Pero ya se sabe que se escribe sobre lo que se conoce y que el principio de toda ficción, es en origen y en esencia la realidad que nos rodea.

Esto lo compaginaba yo con otras historias muy muy personales, en las que el lenguaje sí era mi propio lenguaje íntimo.

El caso es que empezaba docenas de historias, pero no las seguía, Algunas en cambio eran autoconclusivas, sobre acontecimientos que me habían pasado o también, puras metáforas a veces sin palabras, pues siempre me faltaba el desarrollo previo de la trama. Mis narraciones no encontraban la la técnica literaria, que aprendía a atisbar unas dos décadas después. Aunque aún hoy día sea incapaz de desarrollarlo correctamente, o bien como se debe.

Se contaba lo que se hablaba, sin pensar el la palabra que venía después, improvisando los sentimientos y las emociones, testimoniando épocas que se dejaban atrás.

A lo largo de los años, aquella nueva grafía que empece a practicar, como para identificarme con un propósito, como una metáfora que sería una puerta que quería atravesar, hacia el “mundo de los mayores” se inclinaba cada vez más y más y se apretaba en líneas, hasta volverse ilegible.

Practiqué la escritura automática, escribía sueños que no podía recordar, porque no entendía lo escrito. Me puse a escribir redacciones autobiográficas. Recuerdo una muy cursi que titulé “Las Invivencias de un chico llamado Jose Luis” que, por supuesto, dejé a medias.

Los escritos expresivos y también reivindicativos se fueron acumulando, no pocos de ellos parecían caligrafiados en árabe, o en una escritura alienígena, eran líneas que se iban apretando y caían en vértigo, por la derecha, inclinándose desmañadamente.

Pero, me hice con una Olivetti verde que, con su maletín verde, compartía con una de mis hermanas que decía que iba a hacer secretariado. Y yo, “iba a ser escritor”. Seguramente.

Aparte de mis inquietudes sentimentales frustradísimas, confeccioné uno tras otro mis diarios, que paulatinamente iba rompiendo.

Lo escrito siempre me sabía a insuficiente, no contaba nada, necesitaba otro medio que me diera menos trabajo y me puse a rellenar bocadillos y globos.

Yo jamás me había propuesto reescribir lo expuesto y menos, a corregir, no le veía el sentido.

Lo que sí me encantó siempre fue escribir cartas, ahí si corregía, a veces redactaba varias veces, a veces y es verdad que, con la letra final bastante potable.

Mi afición por los lenguajes, me llevó a los códigos y llegue a ser un cifrador-encriptador experto, de esos que solo el conoce la clave maestra. Como exceso, también puedes pronunciar las palabra ininteligibles, incluso aunque sean símbolos y números.

La palabras… yo atesoraba palabras bonitas, de este idioma que, junto al apache y el élfico,no cabe duda de que es el mejor del mundo.

Y no lo hacía por aparecer como culto, que la gente como es tonta se los que cree.

(…)

La escritura es un mundo, me encantan las abreviaturas, acabadas en un punto y las grafías y símbolos que sustituyen perfectamente a una de nuestras palabras, no pocas veces símbolos matemáticos anteriores a la lengua de la jerga de las redes sociales.

Y los libros de hojas en blanco, eso, es superior a mí, un libro en blanco es la mejor novela. Yo creo.

Los he amado tanto que los he fabricado. Y después obsequiado.

Y aún creo que la escritura automática, que practique con interés de muy oven, justo cuando me empeñaba en desentrañar el significado de lo que había soñado la antenoche.

Como todo esto no dejaba de gustarme tanto, con los años llegó a mis manos un librito de Grafología, en el que además se postulaba como gran verdad, la rehabilitación del carácter de la persona a través de las pautas correctas en su caligrafía. Muy recomendable, el capítulo que demuestra como eres, según como escribas, los trazos ascendentes, las curvas… y todo.

Y llegó con el paso tortuoso de los años, la Solución Final.

Verter todo el contenido de mi cabeza en mis pequeñas libretas de bolsillo, que !tantas como se han perdido he tirado o me han robado junto con el bolso!

Ahora no tengo problemas para escribir, se acabó el síndrome de la hoja en blanco, si acaso, tengo que parar par no enrrollarme y aún dejarlo puesta he sabido que escribir es el trabajo más duro, aunque parezca lo contrario

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XLV.

… … … personal … … …

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XLVI.

el ser humano

sabe de si mismo

tanto como olvida

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tautología: “A es igual a A”.

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zen:

“anda por la vida como si cada paso que des fuera sagrado”.

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respetamos el dolor de los demás, cuando lo que deberíamos hacer es involucrarnos en el.

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“la vida es así, pegajosa”.

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XLVII.

[8/2012]

“a veces sucede que las pérdidas de tiempo son muy necesarias”.

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hay algo más fuerte que el pensamiento: la realidad.

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SIEMPRE VEMOS DE MENOS

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¡bien, he hecho una cosa mal!

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“el enemigo del control es es aburrimiento”.

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LA CONCIENCIA ES UN MÚSCULO

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hasta de querer hay que tomarse vacaciones.

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¡el arte, que hace coherente la incoherencia”

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