La palabra amantes nos quedaba pequeña, éramos mas que eso, éramos arte sin terminar, no teníamos piedad como Tiziano, tampoco resentimiento como Van Gogh. Éramos explícitos y concretos, íbamos al punto sin tanto revuelo bajo el faldón. Sabía que te gustaban las manos frías, al contrarío de mí que me gustaba ver todo tu cuerpo arder. Los jueves era el día de los inocentes, en donde descaradamente a ambos se nos olvidaba la ingenuidad y pureza de nuestro acto. La desobediencia y el crimen que en todas nuestras vidas pasadas hemos cometido no nos asustaba, porque a pesar de las circunstancias siempre se nos hacía pequeño el instante.

Éramos carne podrida, admirada por muchos pero asqueada por ambos. Irónica idolatría, le decíamos, porque no dejábamos de envenenarnos cada semana por la podredumbre y descomposición del otro.

Etiquetas: historia corta

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS