El poema es discontinuo, como el dolor y la vida del mal aventurado.

Enciendo un cigarro y me alisto para pensar en usted una vez más, primera dama.

Los fuegos de Calisto nunca echaron tanto humo como esta noche, fría como mi cama.

Este fuego maldito azota ausencias que ningún infierno quisiera poseer.

Tanto daño, agonías, desgarros, ver las cosas y vivir las cosas es cuestión de tiempo sin más.

Aquel huésped de mí hogar, para el que no estoy listo, me lee, extrañado de poder traducir.

Me guiña un ojo que no alcanzo a ver, no está ciego pues lo siento, me dice que avance.

Augura sirgar la barca propia y hacer del peso un cuento más de libertad para llegar a la orilla.

Pues sólo en soledad nos terciamos un lazo real con la locura, soledad al escribir se necesita.

Todos vamos en procesión al catre de todas formas, y yo me he sentado en medio de la nada,

En casi cualquier ocasión, como esta, en la que el dolor me contó un cuento llamado, libertad.

Pero, libertad bajo fianza.

y por loco no lo puedo mencionar.

Pero sí puedo decir qué,

Y en medio de todo el tumulto, encontramos quién nos de confianza, quien nos ponga a gritar.

Libertad bajo palabra, sin juez ni juzgado, pero con testigos, y un perrito que ladra cercano.

Un beso que bajo el sol fue robado, ante los ojos de un mendigo, que la sedujo con poemas.

El máximo de todos los vagos, supuesto, tranquilo, en una nube halando hilos y caminando.

Ella lo único existente que no está mal, aunque haga daño, aunque esté antaño tan presente.

Pues tal vez ni siquiera exista, y sólo nos soñamos. Aunque deje de ser un extraño tuyo, un

Otro que no sabe ni entiende, pero que no lo hace mal y te quiere como un animal.

Uno de todos esos que caminan tan tranquilos, pendiendo de un hilo que tu sabes halar…

Yo sin nada más que hacer que prender y pensar, tan tácito como un pábilo, en usted duquesa.

Tan cierta como sonrisa, y esa sonrisa tan cierta como la luz del sol y la brisa en sus crespos.

Ojalá su felicidad sea tan cierta como usted mi recuerdo, suspendida en el viento y el humo.

Humo

Puente a entender, se es feliz, sin depender de nada más y teniendo qué hacer para sonreír.

Persona de un buen futuro, y abrazos para quién los necesita, en tus brazos acoges al mudo y lo recitas.

En la procesión nos encontramos, en aquella mesita tan supuesta como nosotros, en la que esperábamos a quien fuera amigo.

Aquella en la que se sirve café a cualquier hora, mientras haya luna, y se baile entre las dunas, las ramas, los mares o las azoteas.

El dolor se volvió alegría extraña, me puse a pensar en usted y yo, con una cerveza en la mano y la perfección de sus ojos en el ambiente.

Porque es la noche la que le da sabor a la compañía, que el día le produce, sabor a cebada agridulce y el reflejo de la luz de la luna, en sus ojos es más dulce.

Primera dama, no se si siempre me quemarán los celos, pero sé que no me quemará nada si no pienso en usted, fuera de mi castillo.

Mala mía si monté barullo, recordarla es mi vicio, tan malo como el cigarrillo, y para nada tan barato.

Como ya me costó demasiadas horas de vida, mejor dejo de pensarla tanto, feliz vida y alegría.

Hay una duquesa esperando el manto, y el rey está harto de su solemne sola grandeza, y a menos que no esté dispuesta a compartir, no venga, pues no quiero departir mi libertad, sino repartirla con libertinaje.

Adiós, adiós, yo me voy en otra dirección, y hasta que nos encontremos, buen viaje, primera dama.

Mi reino está abierto para usted, siempre y cuando esté de paso.

– Pulpitum Tristán.

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