Un cuento de hadas moderno

Era otro día gris en su corazón.
Escapó, como cada tarde al terminar el trabajo, al único lugar donde encontraba sosiego su tormenta interior. Ya casi no podía defenderse de si misma. Pero allí, sentada entre la belleza de las flores, su mente se sumergía en una dulce anestesia que calmaba el dolor que manaba de una herida que no terminaba de cerrar. Inspiró lentamente el aroma que brotaba de las rosas y dejó que invadiera cada molécula de su ser.
Su mano sujetaba un sobre sepia que le había dado su secretaria al salir. Ya no era habitual la correspondencia epistolar. Abriendo con pereza los ojos se fijó en el remitente. Santiago. ¿Santiago le escribía.? – se preguntó.
-”Puede parecerte raro, pero hoy, al levantarme y ver la luz del sol, me ha apetecido que tuvieras algo mío dedicado a ti, y sobre la marcha, he escrito esta cancioncilla pensando en ti. Creo que te puede resultar simpática.” – empezaba la misiva.
¿Una cancioncilla dedicada a mi.?- se preguntó sorprendida.
Y su imaginación voló, en un fogonazo, a los tiempos en que los trovadores ensalzaban el amor cortés.
Por unos deliciosos momentos se sintió una preciosa princesa de cuento de hadas.
Y, arrobada empezó a leer :
“Rubor pone Carmina
a los hombres que mira.
Yo me encuentro entre ellos,
tengo la misma herida,
esperando en urgencias
que la venden a prisa, antes que el corazón se salga por la herida que nos ha abierto a todos
el amor a Carmina.
Pero no hay ni vendaje,
tampoco medicina.
El médico ha dicho
que nuestro mal en fila
lo quisiera él tener
para toda la vida.
Y mirándonos todos,
a mí nadie me pilla,
hemos ido a pedir
el amor a Carmina.
A aquél que se lo dé
verá estrellas de día.”
Dobló el papel, embelesada. Sonreía.

Y se dispuso a saborear ese momento especial hasta que el tiempo lo desvaneciera.

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