Mientras pasaba el día y mi vida parecía ser un lago por el murmurar del silencio

y la brisa que me acariciaba,

de pronto surgiste con el resplandor de una estrella,

saludándome con los acordes de tu voz,

y endulzándote con las partituras de tu dialecto,

delicioso y suave como el chocolate.


Me deje llevar por las tonalidades de tu pensar,

y lo que me expresabas al hablar,

por momentos deje de trabajar para tocar la miel de tu personalidad;

sin darme cuenta no paraba de dibujarse una sonrisa en medio de mi suspirar,

como hoja al viento me deje llevar por tu conversar,

que me pareció bonito, exquisito y en momentos algo familiar.


Me pareció algo raro, mas bien algo extraño,

saber que una llamada simple e inesperada, te alegraría la mañana,

mientras por mi cabeza pasean muchas ideas,

entre todas aquellas una de ellas,

que me dice que las obras de arte más grandes de la historia no son tan cargadas,

y al contrario son simples y únicas como tu llamada.

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