La pesadilla del primer beso…

La pesadilla del primer beso…

Yván Vera

28/09/2018

Muchas veces me he preguntado cómo hacen en estos tiempos los jóvenes o quizá los niños, o niños jóvenes… a buena cuenta los mozalbetes de barrio para concretar su primera experiencia con el sello que marcará para siempre su primera sensación de sentirse grande, de jugar a ser persona que crece, capaz de ponerse la capa príncipe de cuento de hadas, sin sentir que lo degradan a sapo con los gritos oprobiosos de los padres llamándolos que regresen a casa mientras uno rogando que solo sea eso y que su desfile no termine con un smach a lo Rafaél Nadal y que no solo te cambie el peinado si no que al confundir tu cabeza con pelota de tenis te deje en muerte súbita de la vergüenza…

Muchas veces me pregunto cómo serán esos encuentros para estos tiempos… ya que mucho antes nos apoyábamos con el juego de la ruleta de la suerte donde ayudado con una botella giratoria convenías con tus amigos y confiabas inocentemente en ellos para que esa noche selle tu oportunidad con la niña que te gustaba dándote como “castigo” un inocente pico de 10 o 15 segundos ante la mirada risueña y cómplice del diminuto coliseo romano casi repleto por los pequeños gladiadores de barrio… y que si por avatares del destino resultabas ser tú quien le gustase a la chancadita del barrio pasaba de ruleta de la suerte a juego de la muerte mientras rogabas que la ahora ruleta rusa no se ensañe con dispararte esa bala directo a la ilusión.

Pero lo más temerario a lo que se recurría para graduarse en los menesteres del clandestino amor, del más impoluto e inocente choque y fuga, eran las encerradas a las que eran sometidas las ocasionales víctimas, hipnotizadas por la curiosidad del momento, donde quizá por el gusto de él sobre ella (que era lo más seguro) se sometían al más tortuoso momento de nervios y pánico del que por las buenas o por las malas superaban quizá su primera y desagradable experiencia en el arte de contacto bucal.

Al final de cuentas el primero parecía un juego menos estresante, un juego alcahuete de niños en los que todos apostaban a ganador, pues casi siempre los participantes salían satisfechos ya que hasta los menos agraciados quizá se ganaban con un piquito de mejilla con la bonita del barrio, mientras tanto los padres al conocer solo el mata gente, kiwi y hasta rayuelo, y al suponer que lo más osado resultaba ser la existencia del “slam” aprobaban con permisos los encuentros, ignorando así el semejante espectáculo de Sodoma y Gomorra de que en esos momentos se venían desarrollando.

Era lógico que en algún momento el juego llegue a tornarse aburrido pues era una repetición de “besitos” entre todos, llegando a perder emoción de los participantes, sobre todo a quienes de alguna manera ya estaban emparejados sin declaraciones ni pactos formales ya que pensaban podrían hacer un espectáculo un poco más arriesgado y es que uno empieza a crecer entonces piensa que es hora de dar el salto, pues uno ya es todo un hombre recorrido con galardones ganados a punto de castigos disparando picos a diestra y siniestra.

Recuerdo que fue una noche en el pasaje del barrio donde se había pactado el encuentro en que se llevaría a cabo el primer beso de una pareja formada en la academia de órdenes y castigos, de la botella donde el poto manda era la palabra que se convertía en la oración previa al bufet de picos para los comensales ávidos de buen provecho.

Ella una niña agraciada de nombre Ann y con una experiencia un tanto más desarrollada en los menesteres besucares, él de nombre Gabriel, se pensaba expedito y graduado ya para el encuentro furtivo preparado por los más íntimos y reservados compinches de la botella borracha… en ese pasaje o jirón había una casa con una pequeña reja blanca que daba la entrada a un pequeño espacio abierto y era una especia de corralito con vista en primera fila para el desarrollo del propósito y aterrador momento.

Ya se había escuchado en algunas de las reuniones de esquina que Ann, que ya habían mantenido más de una relación – y como a esa edad obviamente los secretos son más ventilados que abanico de gorda – sacaba la lengua al momento de besar, algo que Gabriel no llegó a entender pues una vez que ingresó al play land park del amor, la reja se cerró como en esos juegos mecánicos donde no te dan opción a escapar… y estando a un metro de distancia de su depredador, nunca la vio hacer lo que había imaginado con el chisme aquel, sacar la lengua al estilo scoby doo antes de ingerir bocado lamiéndose la cara haciendo un recorrido de 360° como a su edad lo había dibujado.

Estando frente a frente depredador y presa, sabiendo que no había vuelta atrás pues no tenía opción de escapar y quedar como un gallo chusco de pelea que corre por su vida, permaneció en un estado de shock, petrificado, no sabiendo que escusa esgrimir para evitar la deshonra pero “alentado” por a la vez por sus compañeros de academia… Vamos Gabriel! ¡Qué esperas Gabriel! Uyyy te chupas Gabriel, ¡No seas maricón pues! Que chivo! … él nunca tuvo claro si eran realmente voces de apoyo, de aliento y de haberlo sido, fue mejor no imaginar cómo pudieron haber resultado los insultos.

Su mirada tímida apuntaba a ella escrutando su posible reacción luego iba cayendo repentinamente al piso con sus manos juntas formando un V, luego apuntaba la mirada a sus fervientes, incomodos y lacerantes amigos que seguían dándole ánimos de la manera más oprobiosa… Gabriel empezó a ver a todos de tamaño descomunal, enormes … había empezado a sentirse reducido a una habichuela, a un insecto, a una especia de hormiga colorada de vergüenza…

Y entonces sucedió… se le vino a la mente lo único que pudo salvarlo de aquel denigrante momento y reprodujo lo más estúpido que pudo haber dicho alguien en esa situación, fue una respuesta encolerizada, encojonada, cargada de muchas sensaciones…era su última carta, una acción realmente quijotesca.

Si eres tan machito… a ver entra tú le dijo a uno de ellos… y como todo un caballero le cedió el puesto a Carlos que más había hecho gala de integrante de barra brava… Gabriel que recién empezaba a recuperar el aliento, retrocedía mientras conmocionado contemplaba como se iba consumando aquella escena tan romántica, la cual solo las había visto en tele de blanco y negro y eran tan iguales a las que aparecían en “los ricos también lloran” o en “Colorina” las novelas de la época; fue una escena que le marcó para siempre y no precisamente por el hecho de ver a su niña endulzándose con aquel amigo en un beso salido de la bronca, de la rabia, sino por la magnificencia de la escena…fue tal la muestra de destreza de ambos que sentía que le dejaban la vara muy alta para si quiera poder igualar.

Después de darle unos suaves golpecitos en la espalda a Carlos para no incomodar mucho e interrumpir su aplaudida escena de amor, este tuvo el gesto noble y devolvió el puesto de combate no sin antes limpiar los labios de Ann como si le fuese a pasar la botella luego de probar un trago de su gaseosa… haciéndole además el favor de haber dejado ya al enemigo adormecido y así entonces le resultase más manejable la situación para la cual estaba ya enrumbado.

Esa noche Gabriel tuvo su primera experiencia en lo placeres del ósculo y la sensación del beso con la chica de la cual gustaba, escena que fue aplaudida en silencio por un muchacho que recién llegaba y se prestaba a ingresar a casa, aquella casa que fungía de escenario para ese momento imborrable y que para suerte de Gabo, no pudo ver que fue copia o intento de copia de la escena ocurrida minutos antes, ya que comentó emocionado: parecían de novela!!! entonces Gabriel recogió los pedacitos de su orgullo pisoteado y pudo sortear estoicamente la situación sintiéndose como héroe ante esa alentadora calificación… y lo mejor es que después de todo pudo experimentar esa conjugación de sentimientos de tener en brazos y sentir los labios de su adorada niña despejando al mismo tiempo esa duda que le retumbaba la cabeza y es que por fin pudo entender que el misterio acerca del ritual de scooby doo no era “exterior” como se lo había imaginado…

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