Ojos que renacen cristalinos y fútiles.
Sin su brillo vital sin sentido
Solo dos esferas negras que se tornaron abismos
El día en el que no supe decir que me amo a mi mismo
Labios secos, pálidos, cansados del beso amargo de una botella, y de la ausencia de los labios de la que ayer fue mi estrella
Esa mella que no llena ni el humo ni la piel, ni las botellas y su hiel, ni la luna y sus plebeyas
Las calles que son doncellas del dios de la perdición,
Aquélla enferma obsesión
Por la nota y el renglón
Colmado de depresión,
Y esa enorme sucesión de soledades fortuitas,
Ese corazón que grita sus silencios mas profundos
Tan profundos como el mundo, como el mar y sus entrañas.
Esas miradas que dañan
Las caricias que se extrañan
Y el palacio del amor, sepultado en el temor, la inseguridad y el suicidio
Ojos ebrios, labios ebrios, pieles ebrias, calles ebrias, albas ebrias, mundos y galaxias transitando siempre ebrias, por un universo ebrio
Miradas, sonrisas, caricias, pasiones y dioses ebrios,
Incontables lunas ebrias, y tardes que ebrias mueren, y ebrios que se quieren, que se besan en la acera y se toman de las manos olvidando que el fondo somos carne de gusanos
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