Atravesando las barreras de la adolescencia,
en la altanería de la elocuencia, parecemos distraídos,
por conocer momentos terciopelo, o momentos ácidos de lamento,
llenamos nuestras vidas de anécdotas y quizás nos proponemos metas.
Época de sentimientos que no habíamos contemplado
días grises, días de sal en lágrimas de copas,
buscamos serenidad a pesar de la irregularidad del pensar,
guardando rencores que se esconden en el silencio de palpitar,
o latiendo más y más cuando esperas en ese lugar.
Los días en ese lapso son cobardes,
a veces pensamos morir o no despertar,
sin darnos cuenta que aun en la dulzura de la miel,
para llegar a él nos podemos lastimar al alcanzar el panal.
Queremos madurar cuando en el error la pasamos mal,
me resulta interesante saber que en momentos de penuria y alegría,
los sentimientos se encuentran más latentes,
para poder redactar algarabías o miserias que nos pueden tocar.
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