Cuando al fin se respetó el sufragio en ese empobrecido país, el partido político que logró una mayoría abrumadora encontró oficinas gubernamentales saqueadas, descontento social por tanta corrupción e impunidad, deuda pública fuera de control, intentonas golpistas desde los ministerios de justicia, al país entero convertido en un gigantesco panteón, saqueado y en cenizas, renuencia y desacato de gobernadores y funcionarios enriquecidos gracias a las arcas públicas en contra un salario acorde a la austeridad republicana que pronto entró en vigor, y mil enemigos más de dicha medida incluidos algunos empresarios poderosos y corruptos pero, con el apoyo popular, el líder carismático quien arribó bien legitimado como nuevo Presidente, dijo algo que es difícil poner en duda:

-¡Por el bien de todos, primero los pobres!-.

Así, con ese apotegma como bandera y haciendo un buen gobierno, llevó en pocos años a esa generosa nación hacia los albores del primer mundo.

Mexyex.

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