Las lámparas y las casetas telefónicas son estatuas de sal que se desmoronan cuando volteo al abismal pasado. La lluvia cae, las deshace, escurren por las coladeras, se llevan mi lodo, los agujeros en la suela de mis zapatos, mi camisa a cuadros, la cámara Minolta como sobaquera de inspector privado, la azotea y la urbe fresca, azul, blanca.

El viento es un perro roñoso entre mis pies, juega y me hace tropezar.

Mi primer trabajo fue hacer tomas de los parques y los árboles, a las hojas tiradas, a las colegialas maquillándose y charlando. Las entregaba en un sobre cerrado, debajo de la puerta de su departamento. De la misma forma regresaba otro sobre con mi paga.

Mi siguiente misión era registrar la casa de la mujer que murió a manos de unos asaltantes.

Cuando entraron sólo vieron basura tirada, un olor espantoso a mierda, polvo y humedad. La luz verde del alumbrado público apenas se distinguía, con incertidumbre avanzaban evitando pisar la basura que estaba por todas partes. Al fondo una habitación los confundió. Observaron las ventanas para verificar que llovía, las ventanas relucían secas, sucias, con telarañas. Las frentes de los asaltantes hubiesen querido estar de la misma forma. Con una navaja y un bate se abrían paso entre las sombras; si estuviesen en una selva quizás les serviría la navaja para despejar el camino, pero cómo despejar la oscuridad que entre más te internas es más difícil escapar de su color. Un zumbido parecido a un chubasco se hacía más cercano ¿qué o quién dormía detrás de esa puerta? El bate se acercó al pórtico tanteando la entrada, el ruido se hacía insoportable.

Muchas versiones se dieron de este acontecimiento, incluso desde el bachiller cuando caminaba a mi casa me topé con esta señora, mientras avanzaba, ella retrocedía, daba vuelta en la esquina y se metía a su casa. Es raro pero nunca le vi el rostro, me hipnotizaba su forma de caminar. Tal vez ella caminaba correctamente, por eso encontraba su casa sin usar la mirada.

-La llegué a ver afuera de mi casa pero en la noche, caminaba de la misma forma como todos dicen pero desnuda, su rostro apenas lo podías ver, más bien no querías verlo, su arrugada piel temblaba como gelatina, sus senos nunca podría explicarlos, sólo los pies veía, llenos de callos resecos, sucios, con las uñas amarillas, ese sonido rasguñando la calle, era una advertencia de que todos somos muy frágiles. Nunca supimos la razón por la cual se decidió a salir de noche y caminar en reversa. Nunca la imaginé caminando hacia al frente, pienso que tal vez un hijo se le murió y el hecho de caminar al revés la llevaría al pasado.

Cada semana entregaba un paquete de fotografías extrañas, el trabajo era muy simple, todas tenían que ser reveladas en papel mate, entregando en 4x con sus negativos, no me podía quedar con nada. Por cada entrega me llevaba mil pesos, mejor que las bodas sí era. Sólo que a veces resultaba complicado hacer algunos pedidos. Había ocasiones que el cliente me pedía fotos de elefantes; en donde carajos encontraba un elefante, entonces hacía trampa de la forma más infantil, buscaba en la red elefantes y les sacaba foto, la calidad era terrible. Cuando esto ocurría sabía que mí sobre no se deslizaría otra vez, pasaban unos 10 minutos, se escuchaba como iba pasando las fotos y ¡sorpresa! mi sobre con el dinero acordado llegaba a mis manos. Nunca he sabido quien es mi ominoso cliente. Posiblemente no posea un televisor y menos una computadora, ya no hablemos de celulares, cuando me contrató me marcó por teléfono fijo. Todas sus cuentas las pagaba al casero, este sólo recogía el sobre con dinero y se iba. Supongo que por correo es como se abastece de algún fondo que tiene. Sólo eran conjeturas, nunca supe su modus vivendi.

Nunca imaginé producir un documental aunque esto de hacer fotos por pedido de la “realidad” se asemejaba a construir una película interminable. Quizás sea un cineasta ermitaño el que me pide las fotos y está preparando una adaptación del cuento El Aleph de Borges. Ya estoy en la puerta, me es difícil entender que aquí vivió la señora que se paseaba desnuda caminando para atrás.

-Lo veía todos los días para arriba y para abajo, con su cámara y una libreta. No se bañaba, olía muy mal, eso sí, siempre un sobre amarillo en sus manos. Inspeccionaba la casa de la loca, hacía fotos de la fachada, de las ventanas, de la gente que caminaba por esa calle, algo me decía que ni rollo tenía su cámara, no sé cuántas fotos puedes sacar con ese tipo de cámaras.

-Nos enteramos de la casa por un periódico amarillista, anunciaban la nota con un altavoz. Sólo encontraron su cámara Minolta, afortunadamente el rollo de película seguía intacto. Como siempre todo ha sido una bola de chismes y rumores acerca de la identidad del fotógrafo. Nos animamos a hacer un documental sobre esto, ya entrevistamos a una señora y a su hija que viven cerca de la casa marrón o la casa de la loca como algunos le dicen. Somos tres personas, todos estudiantes de Comunicación, a la derecha tenemos a Jaziel, él se encargará de la cámara 1, al fondo Sandra con su celular captará cualquier indicio de ruido, lo sé es una producción muy austera. Y en la cámara 2 su servidor Mikel. Ya estamos en el interior de la casa, son las 10 de la noche, sólo tenemos de apoyo una lámpara de led fría, ¡Sssshhhhh! ¿está lloviendo?.…

Hace un calor infernal, ya casi me acabo el dinero de dos sobres que tenía ahorrados para comprar un nuevo objetivo para mi cámara. Un cigarro y una caguama me adornan, parezco espantapájaros, llevo casi medio día animándome a entrar. Toco suavemente el disparador de la Minolta, lo acaricio esperando una respuesta a la obsesión de mi cliente, obsesión que ahora es mía.

-El cuerpo apareció en un puente conocido como el ojo de gato, el agua del drenaje se combina con un pequeño lago que pasa debajo del mencionado puente. Su rostro era blanco blanco, los ojos abiertos y una siniestra sonrisa que nunca pudieron desaparecer. El funeral fue sencillo, acudieron 5 personas entre ellas dos mujeres y un hombre muy alto y calvo. Dicen que cuando lo enterraron, en lugar de echarle tierra, el hombre alto y calvo aventó negativos de película a su ataúd. Esto no lo pudimos grabar, teníamos que estar en la escuela. Ya sé que queda inconcluso nuestro trabajo, pero mañana que entremos a la casa muchas dudas se aclararán o más preguntas saldrán. De todas formas queremos encontrar el paradero de ese hombre alto y calvo.

El último sorbo fue más amargo, la bocanada más violenta que he disparado en toda mi vida. La puerta se abrió sin dificultad, los cuartos están invadidos por humedad, hongos, polvo, arañas y un ave muerta a la mitad del primer cuarto, alzo la mirada y la ventana no tiene indicio de haber sido atravesada por el ave, quizás algún gato la cazó y trajo al cuarto. La cámara ya está cargada, he comprado un rollo nuevo para atrapar todos los detalles, no disparo por miedo a que se escape algún acontecimiento importante. Mientras me acerco a la habitación de la loca recuerdo lo que los asaltantes vieron ese día.

El bate cruzó la habitación, una luz pegó directamente a los ojos de los asaltantes, la loca estaba sentada de espaldas viendo 20 televisores acomodados en su pared sin señal, con ese ruido parecido a la lluvia. El bate se levantó y se dejó caer con gran violencia, el cráneo se sumió de tantos golpes seguidos, unos quejidos muy pobres salieron de la loca, palabras cortadas que no tenían sentido, restos de carne se pegaron a las pantallas. No encontraron nada de valor, abandonaron la casa sin éxito. Los televisores seguían encendidos.

Una noche intentando robar un auto, la cárcel los besó y condenó para siempre. En la comisaría frente a los infomerciales recitaron su crimen, acababan su relato y volvían a repetirlo, de sus bocas resaltaban palabras como: vieja, noche, bate, oscuridad, lluvia, sesos, podrida, puta, pendeja, chingada, terminando en llanto. Se hizo una leyenda urbana propia para contar cuando se iba la luz y posiblemente el televisor se encendiese por arte de magia.

El olor revela un refugio para borrachos y drogadictos. La alcoba de la loca está muy iluminada, el sol ataca cada rincón sucio exponiendo la fealdad del tiempo. Los míticos televisores ya no están. Tengo un cansancio mental por este encargo que me siento en el suelo, la Minolta la recargo en la pared, el cuerpo se hace pesado, cierro los ojos. ¿Está lloviendo?…..

-El sonido se expande, son televisores encendidos ¿lo estás grabando Sandra? Se acaba de ir el ruido. Entra Jaziel. ENTRA JAZIEL. ¿es un eco? ¿ES UN ECO? ¡Puta madre qué es esto! ¡PUTA MADRE QUE ES ESTO!…..

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS