VUELTA A EMPEZAR

VUELTA A EMPEZAR

Serafín Cruz

04/09/2018

Sonaba el teléfono móvil que había dejado sobre la mesa del comedor, pero el ruido del agua que, cálida como ella, le resbalaba desde su cabeza hasta perderse por el desagüe de la bañera, no le permitía oírlo. El jabón líquido, esparcido por su cuerpo con una suave esponja de baño, la hacía sentirse limpia. Se restregó con delicadeza sus redondos pechos y tuvo sumo cuidado con sus pezones, pues sentirlos entre sus dedos le subían la libido. Enjabonó cuidadosamente su vientre y se entretuvo dando un especial cuido a su sexo… tuvo que centrar su atención a lo que estaba haciendo: asearse. De lo contrario sabía que acabaría dejando que su dedo índice se perdiera en su vagina y con su clítoris masajeado. Ya había tenido bastante sexo anoche, pero se conocía muy bien y era mejor acabar con la ducha y salir de la bañera.

Con una blanca toalla cubriéndose el pelo, envuelta en una bata sin atar y calzada con unas zapatillas rojas, salió del cuarto de baño. La radio estaba encendida y sonaba una canción melódica que emitía Onda Dial. Se recostó sobre el sofá del salón y se acordó de su teléfono móvil, lo que la hizo incorporarse e ir a por él.

Una llamada perdida, ¿de quién? Un número desconocido. «Será un pesado de alguna compañía telefónica» -pensó.

Volvió a tenderse sobre el cómodo sofá y a prestar oído a la canción que sonaba.

Una nueva llamada. «Mi amiga Toñi» -imaginó.

Número desconocido. «¿Contesto?»…

El teléfono seguía sonando.

-¿Diga?

-Buenos días -oyó.

-¿Quién es?

-No cuelgues, por favor.

-¿Quién es? -repitió.

-Me llamo Alberto. Puedo tutearte, ¿verdad?

-¿Es esto algún tipo de broma?

-Te doy mi palabra que no.

-¿Y bien?

-Verás, Sandra…

-¡Anda, sabes mi nombre!

-Sé algo más que eso… Sandra, por favor, déjame hablar contigo sólo un rato, ¿de acuerdo?

-Bueno, si eres un asesino en serie, o algo por el estilo, no creo que puedas matarme por teléfono.

-Gracias, de verdad, te lo agradezco.

-¿Y de qué me vas a hablar… ¿cómo has dicho que te llamas?

-Alberto -repitió.

Sandra oyó un fuerte soplido. ¿Qué es ese ruido? -quiso saber.

-¡Oh, créeme que lo siento! He dado una calada fuerte a mi Sombra y expulsaba el humo. Disculpa.

-¿Has dado una calada a tu sombra? No entiendo.

-A uno de mis cigarrillos. Fumo Sombra -aclaró.

-Ah, he sido torpe -lamentó.

-Sandra…Sandra -siguió Alberto-, escúchame, voy a hacerte unas preguntas y quiero que me respondas con total sinceridad. ¿Me permites que empiece?

Sandra no vio motivo alguno para no permitir a aquél que la llamaba que le hiciera unas preguntas, además, la estaba tratando con educación.

-Gracias -dijo la voz del celular al obtener el consentimiento de Sandra-. Sandra, ¿te parece sensual mi voz? -preguntó.

Sorprendida, Sandra contestó:

-Bueno, es varonil… sí, la respuesta es un sí.

-Siguiente pregunta -siguió-: ¿estás sola en estos momentos?

-Y ahora es cuando tengo que asegurarme de tener la puerta cerrada, ¿no? -dijo Sandra con voz de mofa.

-No tienes que preocuparte por nada, créeme. ¿Cuál es la respuesta?

-Eeeeeh… sí, estoy sola… y tengo una pistola en mi mesilla de noche que voy a coger ahora mismo -advirtió.

-Entonces voy a jugar a las adivinanzas contigo -dijo la voz-. Estás desnuda o con poca ropa, me inclino por lo segundo. ¿He acertado?

-Si una bata es poca ropa has acertado.

-Y no llevas sujetador… tampoco llevas un mínimo tanga que cubra tu zona más intima. ¿Acierto?

-Claro, debajo de una bata de ducha pocas veces se pone una algo. Te lo he puesto fácil.

-No creas. ¿Puedes tú decirme si yo practiqué sexo anoche? -preguntó, para sorpresa de ella.

Sandra lanzó una sonora risa.

-A ver, para eso tengo que saber si estás o no estás casado, comprometido o cualquier cosa semejante.

-Sí, hay una mujer en mi vida.

-Y, ¿eres guapo?

-…Sí, lo soy.

-¡Vaya! No tienes abuelas , ¿eh?

-No es eso, no soy creído, pero debo responder con la misma sinceridad que te exijo y, la verdad, he dicho que soy guapo porque la mujer que amo siempre me llama «guapo», aunque sabe que no me gusta que me lo diga. Pero no has respondido a mi pregunta -exigió.

-Dadas las circunstancias me inclino por el sí.

-¿Y tú, Sandra?

-Yo qué.

-¿Hiciste el amor anoche?

-¡Pero bueno! -protestó Sandra.

-Vamos, es sólo un juego, contesta, por favor -rogó por enésima vez.

-¿Sabes? Creo que voy a colgar. No sé de dónde puñetas has conseguido mi número de teléfono, pero no voy a contestar a tu pregunta, ¿me oyes?

-Hace tiempo que lo sé.

¿Qué es lo que sabes?

-Tu número de teléfono, hace mucho que lo sé.

-Me has dicho antes que sabes de mí algo más que mi nombre. ¿He oído bien?

-Sí, pero eso es otra historia. Sandra, te repito que nada debes temer. Si sigues mi corriente no te arrepentirás de haber contestado a esta llamada -aseguró la voz varonil-. ¿Me permites que siga?

Silencio.

-Sss… sí… creo.

-¿Puedes contestar a mi pregunta, por favor?

-Sí, sí que hice el amor anoche… y fue mágico -contestó gozosa.

-Gracias, Sandra. Ahora voy a seguir con las adivinanzas. Me has dicho que estás en bata y sin nada debajo, por lo que deduzco que te acabas de dar un baño, ¿he errado en algo?

-No, en nada.

-¿Te has acordado, mientras te duchabas, del hombre con el que compartiste tu cama anoche? -quiso saber la voz.

Sandra levantó una pierna y la descansó sobre el respaldo del sofá. La raja de la bata quedó tan abierta que dejaba su pubis al aire.

-No he dicho que fuera un hombre -objetó.

-¿Te has acordado de él? -insistió.

Sandra trató de hacer memoria. Recordó haber entrado en casa anoche acompañada con un hombre. El alcohol ingerido la hacía torpe al andar. El hombre la abrazó por la espalda, la giró hacia sí, la besó muy cariñosamente, le apartó de los hombros las tirantas de su vestido y la tumbó sobre la cama, donde le arrancó de un brusco golpe su minúsculo tanga. Lo recordó todo, como recordó el éxtasis y la excitación que le hizo sentir aquel hombre cada vez que la penetraba, los gemidos de placer que la hacían pedir más y el orgasmo final que la dejó sin fuerzas y sumida en un profundo sueño. Pero no recordaba su cara. Se había despertado tarde. Sola. La ducha la trajo de vuelta a la normalidad. Pero, ¿qué había pasado antes de entrar en casa? Recordó estar bailando en la discoteca con su amiga Toñi luciendo ambas similares vestidos, cortos, cortos y ceñidos, ya habían tomado un par de copas cada una y, como acostumbraban a hacer, bailaban muy sexualmente restregando sus bonitos cuerpos una contra la otra. Eso les daba cierto placer y ampliaba sus sonrisas. Alguna que otra vez se besaban sutilmente, acto con el que Sandra sentía la humedad de su sexo, a pesar de no ser lesbiana. Halló un vacío entre aquel momento y el siguiente recuerdo, donde la boca que besaba no era la de su amiga sino la de un atractivo hombre, un guapo galán de pelo oscuro, de mirada penetrante y de aspecto inmejorable. El hombre la dominaba pero la hacía sentirse segura, y ella se dejaba llevar. «Te amo, Sandra, siempre te he amado» -decía con sinceridad.

¿Era ése el hombre que la trajo hasta su casa y le hizo sentir un placer inusitado? Sí, estaba segura que era él. Le había dicho que la amaba, que siempre la había amado, y ella supo que no había mentira alguna en sus palabras, pues ella también sentía lo mismo por él.

-¡Alberto! -exclamó-. ¡Oh, Dios mío! Lo había olvidado… Pero… ¿cómo he podido…? ¡Oh, Dios Santo! ¡Maldito vodka! Alberto, mi amor, eres tú, ¿verdad?

-Claro, Sandra, ¿quién si no?Ha vuelto a ocurrir, pero te he traído de nuevo de vuelta, amor mío -alentó él, aliviado-. Sabes que no puedes olvidar tus pastillas, cielo, y menos aún ingerir alcohol, cada vez me cuesta más hacerte traer a la realidad. No has recordado que fumo Sombra, habías olvidado mi voz que tantas veces dices que te resulta sensual, y las veces que protesto cuando me llamas guapo, y no has reaccionado al haberte preguntado si estabas sola, aunque has mencionado mi pistola; tampoco has atinado cuando dije que no llevabas ropa interior, cuando siempre has mantenido que así es como te gusta recibirme, ni siquiera recordabas que anoche, como siempre, compartimos cama… Temo que algún día no pueda con tus lagunas mentales.

Vuelta a empezar

serafincruz1962@gmail.com

Derechos de autor reservados

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS