a duras penas veo la luz, yacen mis ojos sosegados por el fulgor radiante de tu pecho. Permanezco,mudo, sordo, ciego. He de quedar así, como el nauseabundo caminante de la soledad tardía.

La honesta palidez de mi cuerpo gélido, frívolo, lánguidamente decaído por mi soledad fortuita. Me hace recordar la semblanza de tu mirada turquesa, el sabor de tus labios nacarados, el calor de piel tocar con la mía.

Llamamos al día noche, a la noche día. Nos unimos aquella tarde, bajo la penumbra de la ofuzcante soledad de tu escote. Mis ojos enrabietados te veían con devoción, ganas, deseo, delirio de hacerte mía las veces que quiera.

Mas ahora solo soy el mito del cuento sin fin, de la lucha infinita, y del caso ya perdido. No veo, no siento, no escucho. Quizás la vida es injusta conmigo, o de igual manera tal vez no lo

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