No te comas a mi hermana

No te comas a mi hermana

Luci Ruidiaz

25/08/2018

Hugo tiene seis años y mucha imaginación. Le gusta saltar la cuneta de su casa y sueña con ser aviador. De algo está muy seguro: a su hermana se la comió un dinosaurio.

Cuarenta y tres soldaditos de barro totalmente secos tiene Hugo y con ellos piensa emprender este viaje: convencer al dinosaurio de que no está bien comer personas.

El jueves por la mañana, salió con seis de sus soldaditos y se metió al montecito. Seis se dedican a cubrir la zona. Otros diez van a estar armados. Cinco hacen trabajo de inteligencia. Y los restantes se rotan la guardia en la cuneta de su casa por si el dinosaurio quiere entrar en ella.

A Mariana le gustaba tocar el violín y leer revistas. Hugo descree en que la haya llevado para armar una orquesta, o para que le lea. Aunque a decir verdad, los dinosaurios no saben leer.

Hugo en su anotador verde, escribió:

«- Las personas tienen sentimientos. Y que las obliguen a hacer cosas que no quieren, les duele.

– Las personas tienen una familia. Y que las alejen de ella, les duele.

– Las personas tienen voluntad. Y que no la tengan en cuenta, les duele.

– No está bien que a las personas les hagan dolerse. Porque doler lastima y no te deja ser feliz.

– Mariana, mi hermana, es una persona. Y ella, como todas, también quiere ser feliz.»

Su mamá Olga, en cambio, tiene otras ideas. Ni la comió un dinosaurio ni nada por el estilo. Y aunque la tele diga que se fugó con algún tipo, ella sabe muy bien que a Mariana la llevaron los de la trata.

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