LII.

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Acompasada, se dirigía por una avenida del Retiro con nombre, a la aglomeración junto al Estanque de las barcas. Era una fresquita tarde-noche del verano madrileño. El verano había entrado justo el día anterior por el mediodía, lo habían comunicado en los telediarios y los políticos se habían puesto graciosos con el chiste—“nosotros no nos vamos a poder ir de vacaciones”. A ella no le hizo gracia, ninguna gracia, había dedicar todo su periodo estival a recorrer la España de los pueblos pequeños, apuntando en sus libretas de maestra, porqué la gente, mayor sobre todo, había votado al partido del Gobierno. Barruntaba…

De pelas, iba a andar muy justa pero tiempo, le sobraba, hasta que los niños volvieran al colé.

Sus conclusiones, por descontado, llegarían a todos los estratos del Pueblo, aunque aún no estaba muy segura de por que medios.

Antes de salir de casa, había metido en su mochila el Calendario Azteca, del que jamás se separaba más una estampita de la Virgen y una pequeña foto a color del Papa y después… todo lo necesario.

Había estado meses planificando todo, al detalle: bolígrafo bic azul en ristre y ni se sabe cuantas bolas de papel, habían volado sin marcar nunca un triple tanto. Todo eso ya lo había recogido también, se había colgado el abrigo de la bolsa bandolera, por si acaso y había salido por la puerta.

Se alegró del madrugón porque no se encontró con ningún vecino, nunca vio nada interesante en aquellos que la saludaban educadamente y también, ignoraba a quienes la ignoraban: eran 428 vecinos, ahora 427.

Por el Real Parque transitaba poca gente y ella, en un momento, los sintió más vecinos que los suyos, los de abajo y los de arriba.

Fue, solo un momento, iba al Intercambiador Atocha-Renfe (…)

— eres como un gato que se muerde las uñas…

canción:

te veo la cola

se mueve ella sola

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Tras dos semanas muy estresantes en la oficina, Gerardo llegó a su apartamento de soltero y se dejó caer en el viejo sillón de orejas, la corbata desanudada, la elegante camisa por fuera y la americana de marca tirada en el suelo.

Se sentía como una goma elástica, liberada después de estirarla hasta el máximo. Así que, decidió quitarse los zapatos, también los calcetines, pero lo dejó caer todo, en vez de arrojarlos muy lejos.

Con trazas de derrota y mucho cansancio, decidió analizar el estado de ánimo en el que estaba. Pero pensar era demasiado trabajo y quizás, volvería a estresado.

Era ya avanzada la noche cuando ya había dado una miríada de cabezadas infructuosas, recaló como un barco perdido en la cama en la que se metió completamente vestido.

Al día siguiente, incluso antes de desayunar, se preocupó al darse cuenta de que, sutilmente, empezaba el bajón.

— ayer, completamente laxo hoy, con muchas ganas de mandarlo todo al diablo.

Disponía de todo el domingo para recuperarse y al día siguiente, estuviera como estuviera, otra vez al despacho.

Tal vez se habría llegado ya a las conclusiones sobre la operación de fusión con “Gladex” y entonces, podría disponer de unos momentos para hacer un descanso.

Se imaginó por un instante sentado en la Sala de Juntas roncando a pierna suelta.

Increíblemente, eran las seis de la mañana… claro, su manía de dormir con las ventanas ambientas. En un rasgo de valentía decidió arreglarse aunque sin afeitado y a continuación regalarse un paseo por el Parque del Oeste, estaba contento de haber encongado un nuevo piso en el barrio de Argüelles, más conforme a su posición social y sus relaciones.

Tal vez desayunara fuera de casa, no estaría mal celebrar de algún modo que por fin había acabado ya todo. Tubo tentaciones de enfundarse el chandal, pero no, bastaba con una camisa holgada bajo el jersey naranja y unas zapatillas de deporte. En solidaridad con los jóvenes de las clases bajas no se anudó los cordones.

El paseo comenzó atravesando el largo pasillo de su piso de doscientos metros cuadrados hasta llegar a la puerta blindada.

Con la mano en el picaporte, pensó una décima de segundo en la opción de no andar y salir a tomar el aire con el periódico del día anterior y un zumo de naranja, pero se dijo, casi en alto, —no seas vago, ya verás lo mucho que te relajas.

Los gatos llegaron hasta el quicio de la puerta sentándose sobre sus cuartos traseros, con los ojos como platos

El muchacho, si se es un muchacho cumplidos de sobra los 40, llamó con displicencia al ascensor desde el sexto piso, era un ascensor de los antiguos con la puerta metálica que se abría y cerraba manualmente, primero la cancela y luego las puertas de madera y el botonero ricamente decorado.

La ventaja del ascensor que tanto le gustaba, era que según ibas bajando, podías verlo todo casi mejor y era como la estructura de La Torre Eifel en movimiento.

Cuando Gerardo llegó a su parque favorito, antes de dar diez pasos ya estaba tirado en el césped, luego se ocuparía de siseaba mojado o le daba frío. Cruzó sus dos manos por detrás de la nuca y observo. A ver si había el menor retazo de nube. Imaginó sin nube que un “chirimiri” le caía.

Dos perros llegaron espontáneamente y a punto estuvieron de chuparle, de lamerle pero Gregorio no se inmutó en cambio, si que casi sin quererlo hacer esbozó la mueca de una sonrisa.

El hombre miró hacia arriba sin desenlazar las manos… la chica era monísima también, le había contestado mientras trazaba un alargamiento de las comisuras de sus labios, luego reemprendió su paseo.

Era demasiado joven, pensó él “pero una cosita así si que borraría todas mis preocupaciones. Me enamoraría perdidamente de ella y la llevaría enseguida a A´Coruña y la presentaría a mis padres.

En la oficina al verme con ella me envidiarían, las compañeras y los compañeros todos, por primera vez empezarían a respetarme. Respetarían mi trabajo, al fin.

Aquella tumbada ya era demasiado, estaba empezando a mojarse el culo… y la espalda.

Demasiado curte para mi edad, pensaba al sentir las dificultades para llegar a la postura de-pies. Vencido, tuvo que “croquetear” hacia el lado derecho, apoyar la palma de la mano en el suelo y flexional la pierna para, poniéndose a gatas conseguir luego incorporarse con mucho cuidado. Una vez erguido, desplazarse y pararse a pensar cuales de los caminos de arena en su entorno, le convenía.

Tomó el camino empedrado que le acercaba a la fuente, de propiedades sanatorios decían. ¿Porque no? pensó, cuando se encontraba ya rellenando su botellín ¿por que no -pensó- podría coincidir en venir también la chica para refrescarse con el agua? ¿porqué no iba a remplazar ella a su novia actual?

En este punto de inflexión mental, como se suele hacer, sacó un pitillo dispuesto a fumarlo. “Aparte de esto tengo que encontrar otra cosa que me distraiga” ¿me separo o no me separo del caño?

El paseo, en completa soledad, duro casi dos horas y le hizo reflexionar y plantearse cosas. Había estado demorando demasiado comer algo, decidió salir en busca de una cafetería o un bar normalucho, lo que fuera. Era muy tarde para comer, pero le apetecían churros “algún “barucho” que tenga churros todavía, no, churros y porras, así elijo”.

Encontró uno y tenía la barra de lo más elegante. A su lado, se encontró con una chica, si cabe más atractiva aún que la otra, encima, estaba desayunando en vez de ya merendar. Después de la anterior experiencia Gerardo lo tenía chupado, pero ¿y si resulta que es familia del dueño, o del camarero? mejor la abordo en la calle… si era del camarero, veíase una bestia de 140 kilos con las mangas arremangadas que exhibían unos antebrazos peludos repletos de tatuajes. Barruntando lo suyo, Gerardo ni se atrevió a mirar.

Miro hacia dentro de si mismo… pero no vio nada, en vez de pedir el café podio una copa de coñac y una cerveza.

— . —

mi gatito se me sube, ronronea y se afila las uñas en mi; lo hace por la noche y casi siempre cuando le acaricio, deja de arañarme, aunque sigue con el ronroneo.

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… solo pájaros, simplemente pájaros que revolotean a mi alrededor; a veces cojo uno al vuelo y me pongo a pintarlo porque, no como antes, son ahora pájaros en blanco y negro. Siempre revoloteando y se multiplican, a los que son muy negros no los hago ni caso y se van para otros climas; algunos sin embargo, vuelven y vuelven sumamente pesados, suelen ser los mismos que se empeñan continuamente en cagar sobre mi cabeza —la vida me da unas lecciones… ¿porque tengo yo que descansar siempre bajo el mismo Olmo? es el colmo!

a modo de desahogo,

no te preocupes, tu memoria interna es infinita, toda la vida creando millones de sinapsis.

Cuando permites que las pulgas del cajón de las cosas pendientes salten, estás desconfiando de la capacidad de tu cerebro emotivo para ponerse en contacto con el otro a ordenar las preferencias.

pulga que saltas, botón del estrés que aprietas.

ese “señorito” que se las sabe todas y ha encontrado su mejor ocasión para conectarte con el miedo.

contratadas con tu cerebro racional, el de arriba en la joyera, confías en ti mismo, sabes que se van cumpliendo los plazos y no han dejado de encenderse las lucecillas de las alarmas.

siempre puedes ser más eficiente, consigue que el estrés malo que te afecta, te relaje ¡¡tómatelo a coña!!

antes era sensible a la frustración, ahora soy sensible a las sombras… gatunas!

© creador: persona que necesita desahogarse imperiosamente, pero no de cualquier manera.

CUANDO VIENES Y ME PIDES AYUDA PIENSAS QUE ESTOY ESTUPENDO, COMO DEBE SER, PERO NO ES CIERTO, ESO NO SIEMPRE ES CIERTO.

“esto ya no es dejarlo, esto es ya estar en peligro, cuando sientes que o fumas o te mueres”

“siempre hay un negro placer en el veneno”.

¿no te ocurre que tu “cuando yo pueda” se convierte en un “cuando a mi me convenga”?

En el verano los pies se refrescan el el bidé, los inquilinos van detrás del gato para ver cual es el sitio más fresquito de la casa y el cajón del aire refrigerado gotea agotado, a causa de su mecanismo caliente.

En aquel verano, aunque no fuera agosto, ya resultaba difícil dormir de un solo tirón toda la noche.

Arturo soñaba con un extraterrestre pero no podía ver su forma. Arturo tenía 8 años, pero le hacían 15. Le habían asegurado en el hospital que dejaría de crecer a los 18. El médico le había tranquilizado y a sus padres y a su hermanita tan guapísima, no padecía ninguna enfermedad, era simplemente un desajuste en sus hormonas, las del crecimiento. No era normal, pero por otro lado era algo perfectamente natural, a lo que no había que darle la más mínima importancia.

Arturo seguía soñando con el extraterrestre, soñaba una y otra vez con el extraterrestre.

Un día, llegó a pensar si no sería él mismo el extraterrestre que se le aparecía, pero este pensamiento solo le causó una pérfida sonrisa cínica, ciertamente impropia de su edad.

— . —

Tengo que contar que el tiempo ha muerto, tengo que decir que los alanos no vuelan. Porque no hay viento, han parado las corrientes de aire en todo el planeta, ya no se abren en las casas las ventanas, no se puede hacer corriente. Se ha parado la rotación de la Tierra y nadie se explica porqué, los científicos planetarios han dicho que serás solo cosa de un momento, que luego seguirá todo igual, aunque los especiales informativos se desbordan en conjeturas acerca de todas las catástrofes que nos esperan. Se ha creado una nueva alerte, la llaman ”Alerta Tierra”.

En todos los continentes, los millones y millones de aves permanecen posadas, las más potentes pueden iniciar un vuelo que apenas dura unos segundos. Todas parecen extenuadas por no poder alzarse en el aire.

Los ecológicos molinos de aire permanecen estáticos, haciendo bajar seriamente la producción de electricidad en los países. Las únicas corrientes que hay ahora mismo son las “corrientes políticas”.

Por ejemplo en Madrid, en el Real Parque del Buen Retiro, odas las cosas han adoptado un aire fantasmagórico. Los escasos viandantes, casi inconscientemente hacen un intento desesperado de provocar la brisa, loas niños, casi ni se atreven a jugar. Se da el extraño caso de que todos los patos se han salido del agua también, los numerosos peces del estanque del parque salen a buscar una bocanada de aire. En el jardín de la Estación de Atocha, las tortugas y los galápagos han desaparecido.

Vecinos, viajeros y transeúntes, escudriñan sin ser vistos los edificios, paredes, techos, en busca de una leve brisa de algún aire acondicionado.

Las redes mundiales de observación, lideradas por la NAS, abandonaron todos sus proyectos y por primera vez en la historia del mundo, han formado un Grupo de Trabajo Planetario, para encontrar anomalías gravitacionales más allá de nuestro Sistema Solar. En directo, conectados a ellos programas informativos en todas las lenguas dan cuenta,minuto a minuto de cada nuevo avance.

La alarma científica consiste en acentuar que, con la falta de viento cada vez estaremos más expuestos a las explosiones solares, con lo que el famoso Calentamiento Global llegara a proporciones de verdadero peligro para la vida en el planeta, al menos tal y como la conocemos.

Mientras, en la calle los abanicos han agotado sus existencias, Organizaciones Alternativas han propuesto que los cien mil millones de seres humano provoquen un viento a modo de aquello que antes se decía de “si todos los chinos dieran a la vez una patada al suelo…” Pero aun así, el eje del planeta no se ha movido de sitio, cosa extraña. Se ha detectado también una reducción en las corrientes marinas y en los océanos del planeta apenas se detectan olas, dicen los delPensamiento Positivo que eso es -precisamente- positivo, porque facilitará la navegación en mares y océanos, claro está, no las de los veleros y catamaranes.

La gente en general ha redoblado sus esfuerzos en la construcción de refugios antinucleares subterráneos, al ver las nubes tan estáticas y que q poco a poco desaparecen

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