Los aldeanos le temían al murmullo, un enjambre de pájaros se formaba antes de la puesta de sol, a esa hora todos estaban refugiados en sus casas, la pequeña niña corría hasta el acantilado, en su inocencia no alcanzaba a comprender a sus mayores, escuchó el canto de un pequeño pájaro de 20 centímetros de largo, de plumaje negro iridiscente, con un brillo púrpura y salpicado de blanco en su plumaje, de patas rojizas y pico negro que con destreza construía su nido, lo observó casi sin hacer ruido, apenas respiraba, ella no quería que la pequeña criatura se asustara.

El pájaro cantaba dentro de una grieta en el acantilado, ella lo visitó durante cinco días consecutivos mientras el arquitecto fabricaba su casa con hierba seca, paja, ramitas, plumas, lana y hojas suaves, los dos últimos días vio acercarse a una hembra y le impresionaba escuchar como el pájaro cambiaba el tono de su canto.

Transcurrieron un par de semanas desde aquella extraordinaria danza que representó la pareja de aves en el aire, precisamente el día en que se percató de que la pequeña criatura cantaba una tonada diferente, ella observó a un grupo de aldeanos buscando los nidos de los pájaros para destruirlos, así que decidió cuidar el hogar de su amigo.

Una tarde antes de la puesta de sol observo que en el nido aparecieron cinco huevos brillantes de color azul, dos semanas después salieron los polluelos, eso la emocionaba, los observaba con sigilo, durante tres semanas consecutivas observó cómo sus padres los alimentaban, siempre temiendo que se acercara el azor, el cernícalo o el halcón peregrino que eran los depredadores naturales de las aves más jóvenes, temía que se acercaran algunos aldeanos que habían adquirido la costumbre de cazarlos para alimento, aunque su carne era dura, los cocían sin importar cuanto tiempo tardara, hasta que estuvieran tiernos, los preparaban en cazuela o paté, ella, se sentía responsable de sus vidas.

Una tarde una de las ancianas de la aldea sorprendió a la pequeña en el acantilado, ordenó a unos jóvenes destruir el nido, ellos obedecieron y sin piedad atraparon a los polluelos, quedó uno que la niña adoptó para cuidarlo en su casa, se decía que éstas aves imitaban sonidos, podían aprender palabras, podían decir frases completas en latín y en griego, los padres de la pequeña guardaron su secreto, la pequeña criatura se había convertido en una mascota para su hija y se había adaptado al hogar, era un miembro más de la familia.

Alguna tarde el concejo de ancianos pasaban por la calle, frente a la casa de la pequeña, escucharon el canto de un ave, ellos reconocían el canto, pronto pasaría el murmullo, uno de los ancianos ordenó que se investigara la procedencia del canto, alguien golpeó a la puerta, entraron en la casa y encontraron el pájaro picando un insecto sobre un banco de madera.

El concejo de ancianos se reunió para deliberar, temían que fuera anuncio de desgracias, les molestaba el ruido que producían las bandadas, la acumulación de excrementos y el olor que provocaban, una leyenda que se había transmitido a través de varias generaciones contaba que una bandada de pájaros había destruido los cultivos de frutas y desenterrado brotes agrícolas, se había posado sobre la torre del reloj de la plaza y no sólo la habían infestado de excrementos sino que el tiempo se había detenido, los excrementos de aquellos pájaros contenían un hongo, de nombre que les resultaba extraño, Histoplasma capsulatum que causa histoplasmosis en los seres humanos, cuenta la leyenda que había excremento en todas partes: en las calles, en las casas, en los techos, en las ventanas, de repente muchos aldeanos presentaban fiebre, dolor en el pecho y tos seca, muchos recién nacidos y ancianos se vieron severamente afectados, presentaban neumonía con fiebre, distrés respiratorio, los más débiles presentaron shock séptico, fallo renal y coagulopatía, la población de la aldea fue diezmada.

La reunión de los aldeanos se prolongó desde la puesta del sol hasta la media noche, unos a favor y los otros en contra de las bandadas de pájaros, allí gobernaban los ancianos, quienes más temían al murmullo, la decisión se dio al despuntar el alba, la niña fue condenada al destierro durante ciento veintiuna lunas.

Los padres de la niña sufrían al pensar que no verían a su hija en mucho tiempo, no podían contradecir a los ancianos así que decidieron unirse al castigo que impusieron a la pequeña, ella no parecía comprender la razón de la tristeza de sus padres, eran humildes, tenían tan poco, empacaron sus pocas pertenencias y salieron de las fronteras de la aldea sin saber a dónde ir.

La pequeña tenía una brillante idea, seguirían la ruta del murmullo, parecía que ellos no tenían otra alternativa, los pájaros a los que temían los aldeanos eran gregarios, se formaban bandadas muy grandes y ruidosas cerca de los dormideros, en el acantilado, allí se alimentaban de algas, era su manera de protegerse de los ataques del halcón peregrino y el gavilán, formaban una apretada formación esférica que se expandía y contraía cambiando con frecuencia, aparentemente sin ningún líder, el, enjambre creaba formas complejas en el cielo.

Probablemente el murmullo los llevaría hasta el Sur de África, y así fue, allí los pájaros parecían residir, estaban muy asociados a la población, sus viviendas y pastizales, eran considerados beneficiosos porque se alimentan de insectos, allí construían miles de cajas de nidos para ellos, los consideraban eficaces en el control de larvas, decían que esas aves habían sido introducidas a su territorio y pronto celebrarían el centenario de su presencia benéfica, allí se reproducían entre septiembre y diciembre, confiaba en que su pequeño amigo encontraría una pareja y encontraría una grieta para construir su nido.

Ese lugar maravilloso, era un Estado Libre fundado por los colonos bóeres, un territorio completamente llano, con grandes extensiones de cultivo y enormes praderas, la agricultura era el centro de la economía, aquel lugar era conocido como la cesta de pan, había minas de oro y de diamantes, las montañas tenían afloramientos de rayas rojas de piedra de arenisca, allí el idioma oficial era el neerlandés, mientras concluyeron las lunas del castigo impuesto por el concejo de ancianos de la aldea, la familia prosperó, así que nunca encontraron motivos para regresar.

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