Mi matrimonio no resulto ser el cuento de hadas de la cenicienta, la bella durmiente, blanca nieves o cualquiera de aquellas princesas frágiles, inmaduras, bellas, intocables, indecisas e inseguras, que corrían peligro y que su príncipe azul aparecía como héroe solucionándolo todo, rescatándolas y llevándolas a vivir en un castillo donde todo era felicidad. Comprendí que ese no era el cuento de hadas de ellas, este es mi propio cuento, un cuento en el que la princesa toma decisiones, es aguerrida, valiente, luchadora, autentica, no siempre esta hermosa y sumisa, no siempre es feliz, a veces llora, grita, corre y trepa árboles, es un cuento que yo misma lo construyo y mientras voy caminando hacia el castillo mi príncipe esta a mi lado, el no está en caballo, no siempre es valiente, fuerte y aguerrido.

Mi cuento de hadas implica que yo sea fuerte, que muchas ocasiones luche contra brujas, ogros, gigantes, dragones, que salte de árbol en árbol, que ingrese a castillos en llamas y rescate a las personas más amadas de mi vida. Que en ocasiones sea ese príncipe azul quien este atrapado en una torre y grite pidiéndome ayuda, en otras que viva en una pequeña casa de campo con la incertidumbre de no saber que pasara mañana, algunas veces quizás al llegar al castillo encontrar que todo me es servido y pregnado de felicidad.

Mi cuento de hadas implica que para poder correr por los bosques, montar a caballo, luchar contra ejércitos y malvados personajes deba usar ropa cómoda, salir sin maquillaje, con el pelo enmarañado, que las uñas se me partan, que no duerma cien años mientras la vida pasa, que mi canto no sea para hacer mover todo un bosque en pos de mí, sino que con mi canto ese bosque cobre vida, color y esperanza.

Mi cuento de hadas implica que yo sea quien construya mi propia carroza de calabazas porque no hay hadas madrinas que vendrán a solucionarlo, implica que no puedo olvidar mis zapatillas de cristal, sino que debo recordar cada detalle y si en algún momento olvido mi zapatilla debo regresar por ella aun cuando la magia se vaya y me convierta nuevamente en la mujer real que soy sin mascaras de belleza, con mi pelo desordenado debo devolverme a recogerla y ponérmela yo misma.

Mi cuento de hadas implica que no me calle cuando hay injusticia, que baile y ría aun entre lágrimas, implica no esperar que mi príncipe venga al rescate sino que corra a su encuentro, mi cuento de hadas implica que tenga la suficiente entereza y aun cuando una pobre anciana me ofrezca una deliciosa manzana pueda discernir y cuidarme a mí misma para decir NO, NO, NO una y otra vez, porque no tendré siete enanos que me adviertan sobre los peligros sino que debo confiar en mi intuición para dar un NO como respuesta, no tendré siete enanos que lloraran por mi ausencia y mucho menos un príncipe que con un beso de amor me devuelva la vida.

El cuento de hadas que construí y aun construyo ha sido lo mejor que he experimentado en mi vida, porque ese cuento de hadas me ha hecho experimentar cada emoción de mi humanidad.

En los últimos 4 años he enfrentado a un sin número de brujas, hechiceros, ogros, guerreros malvados y cuanto malo se describe en cada uno de los que leí cuando era niña; sin embargo he entendido que el amor con mi príncipe ha superado cosas inimaginables.

Hace 4 años a mi príncipe lo sentenciaron a vivir postrado en una cama y allí condenado a renunciar a su pasión, sentenciado a dejar de ser el hombre independiente, aguerrido, el hombre que corría a mi lado por las calles como un niño aventurero y feliz poco a poco fue apagándose, fue cubriendo de caparazones y máscaras su diamante, su ser autentico, llegando a nuestro castillo la tristeza, el dolor, la discordia, el silencio, la indiferencia y haciéndose un abismo en medio de las dos torres principales una donde estaba yo y gritaba como loca para ser rescatada y en la otra él gritando como loco por su rescate.

Dos años postrado en cama permaneció, dos años en los que intento varias ocasiones suicidarse, dos años en los que yo estuve sola sin mi madre que ha sido mi consuelo, dos años en los que anduvimos de rumbo en rumbo viviendo solos, viviendo entre discusiones, preocupaciones, médicos, papeleos, incertidumbre, temores de perder a mi príncipe porque en cualquier momento podría quitarse la vida; dos años en los que estuve en una habitación oscura, dos años en los que no fui la princesa amada y deseada por el príncipe, dos años en los que no se sentaba mi príncipe en el bosque a escuchar mi melodía, dos años en que parecía que cada ladrillo del castillo se caía.

Allí en medio de mi deseo profundo ansiaba que se llegara la oportunidad de tener un cuento diferente, de vivir otras experiencias, un anhelo desesperado por volver al pasado, no sabía que quería y que era lo mejor para nuestra familia, estaba perdida. Pero al final entendí que este era mi cuento, que construyo con cada paso que doy.

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