Ella paseaba despreocupada por la bahía.

El sonido de las olas hacia profundizar su respiración y exhalar despacio sus recuerdos más oscuros.

Mientras miraba el horizonte, pensaba en la suerte que tenía de haber podido recuperar su vida tal y como la dejó antes de que ocurriese todo.

Había pasado tanto calvario en esos años que tenía pánico a no volver a ser la misma nunca y haber perdido su propio recuerdo en las paredes de su casa y la de sus seres queridos.

Poder salir de un trágico secuestro voraz, largo y agonizante para ella fue más que un milagro. Después de tres años de encierro y maltrato psicológico necesitaba volver a respirar y empezar otra etapa llena de seguridad y cariño.

Se mudó cerca de la casa de sus padres para así poder tenerlos junto a ella por si los necesitara. Quería su independencia pero le ayudaba sentirse segura.

Para ella, renunciar al amor después de lo que vivió y centrarse en sí misma fue tarea fácil aunque tuviera que asumir las dolorosas sesiones de terapia y reconstrucción psicológica que le llevarían varios meses.

Pero fue su decisión y lo que deseaba hacer. Por eso cerró su capítulo final y empezó otro nuevo. El primero de su nueva vida.

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