Faquirismo espiritual

A quien siempre distribuye se le

forman, a fuerza de distribuir,
callos en manos y corazón.
Friedrich Nietzsche/ Así habló Zaratustra


Veinte años, así es, han pasado veinte años entre penas y glorias, alegrías y tristezas, risas y lamentos y una miriada de sentimientos que al final van a desembocar al mismo lugar: la nada.

Y es que de notar algún cambio, sería el de una progresiva degradación, un continuo ir hacia abajo al que yo, de buena gana, me aferro fuertemente, pues el tiempo ayuda a encontrar confort en la desgracia; para alguien solitario, tímido y desencantado (pero a la vez, completamente enamorado) de la vida, el propio dolor supone un gélido abrazo en el que tendemos a retozar sin pudor alguno. Sin duda es curioso como muchas veces solemos regocijarnos en nuestro propio sufrimiento, alargándolo por nuestra cuenta más de lo que deberíamos o evitando hacer nada al respecto. No el dolor físico, pues dudo que siquiera el sadomasoquista llegue a encontrar confort en un dolor de muelas; pese a todo, Epicuro llego a afirmar que a la larga, el dolor leve pero constante acaba trayendo más placeres que lamentos… solo podemos compadecernos de su ingenuidad o perdonarle por esta mentira piadosa. Hablo de ese dolor que no se siente en la carne, sino (y tengase en cuenta que yo desconfío profundamente de este tipo de términos, pero recurro a ellos más por una necesidad expresiva que por otra cosa) en el alma, aquello que llamamos angustia, apatía, amotividad, disforia, abulia… La cotidianidad con que esos fenómenos se han ido introduciendo en mi vida me ha hecho darme cuenta de algo de lo más curioso: hay algo en los estados negativos de conciencia que atrae, que atrapa, especialmente a cierto tipo de personas.

Esta tendencia a la automortificación, al faquirismo espiritual, tiene, por lo menos, dos consecuencias que en mi propia carne he sido capaz de sentir y cuyo carácter antitético no hace sino sorprenderme: por un lado, una progresiva insensibilización ante ciertos estímulos (sobretodo si son cotidianos) que solían causar alegría o tristeza, rabia o risa, que generaban una respuesta anímica en el sujeto en cuestión; el sentimiento general ante la mayoría de los aspectos de la vida pasa a ser la indiferencia. Uno puede seguir riendo con sus amigos, preocupándose por alguna situación incomoda o desagradable, pero notara que la intensidad del sentimiento en cuestión es menor a la que solía ser años antes y que muchas veces estará condicionada o forzada por el contexto social y las compañías: sentimiento como mimesis, como adaptación, pero no como respuesta genuina.

La otra es un acomodamiento o, quizá un encaprichamiento, con estados anímicos más extremos, tanto negativos como positivos. Conforme avanza la insensibilización cotidiana, uno busca nuevas formas de despertar en el ese «algo» que nota que está perdiendo, esos sentimientos que antes le eran tan familiares y que ahora apenas puede reconocer como propios. De esta forma, uno suele tender al automartirio, pues es mas fácil provocarse dolor a uno mismo que cualquier sentimiento agradable (eximiendo el uso narcoticos naturalmente, uso que muchas veces no evita que la persona siga gustando de regocijarse en su propio dolor, como me enseña la experiencia); aunque quizá, mas que un mártir, se vuelve un acaparador, pues muchas veces, no busca su dolor o sufrimiento, no busca nada pues nada quiere o nada siente, pero en cuento llega una situación triste, dolorosa, desagradable o que le resulte negativa de cualquier modo, se aferra con fuerza a ella como si no quisiese dejarla escapar, exprime la situación hasta la ultima gota, y se alimenta de todos los sentimientos que esta le ofrece, el mismo se sumerge cada vez más profundo en ese mar de desconsuelo, hasta que la propia situación deja de afectarle en lo mas mínimo. Y de nuevo, el faquir vuelve a ese estado de indiferencia espiritual, envidia de todo estoico, habiendo aumentado su resistencia y por ende, habiendo disminuido su sensibilidad.

¿Hasta que punto puede el ser humano volverse un faquir?

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS