¡llamo al Tejedor de Tiempo!
llamo al placer escondido
detrás de esta pantalla azul-frío
¡necesito encontrarlos!
es verdaderamente urgente
tengo que hacer muchas llamadas:
a los tiempos perdidos, a las ganas,
al gazpacho de verano hecho en casa,
a las alas que ahora no me protegen,
al abrazo materno y otros abrazos,
a mi mismo: perdido.
llamo a todo lo que hice bueno,
seguro que fue algo aunque no me acuerdo,
llamo a los que escriben lo mismo que yo escribo.
llamo a la misericordia de Dios,
llamo a mis hermanas y a mi hermano,
llamo al perdón de todos, yo no pedí nacer.
llamo a mi buena fantasía
y a mi abuela,
a que no me lleven por éstos caminos
por donde yo no quiero ir.
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a una tal paloma:
Está tan lleno mi baile,
que no puedo ganar tu amor
y tan dentro de mis sentidos tú,
que empiezo a comprender
que todo estalla y se vence
maldita! maldita! maldita!
Siempre es inevitable tu presencia
y su dolor;
es imposible querer ser otra cosa,
querer moverse de otra forma
maldita! maldita!
Siempre ando buscando
una frase maestra
querida!querida!
que me lleve, quizás,
a la eternidad ciega
y maldita
de tu ausencia
maldita!
Ahora voy comparándome
con las rompientes
de los acantilados,
maldita seas,
esas fuerzas naturales
que te dan la conciencia:
de que todo puede ser mentira
maldita seas!
maldita seas
(cuando así yo lo quiera)!.
¿y si yo te dijera
que te quiero,
así, a tumba abierta?
¿Tú que me contestarías?
¿Y por dentro,
que diría tu cuerpo?
¿Que diría el Enemigo?
maldito!
(…)
Con desgana, el hombre cruzo el río que habría de llevarle a la otra parte del mundo, primero un pie en el agua y luego el otro, trastabillando.
Las aguas resultaron algo espesas, de un marrón sucio que hacia presagiar que el fondo era mas bien pantanoso y que un paso en falso podía llevarle al oscuro fondo, pero la necesidad pudo más que la prudencia y era perentorio cruzar al otro lado.
Un nuevo mundo le esperaba, y no por las ganas de descubrirlo simplemente se encaminaba hacia el sin apenas volver la vista atrás.
A lo lejos divisó un ciervo que, atento, le miraba dispuesto a escapar, pero el se quedo inmóvil y pudo verle durante minutos pastando despreocupadamente.
Tras el incidente del ciervo, volvió a moverse hasta que la profundidad de las aguas hizo necesario el nado y la ropa empapada empezó a pesarle. Ponderó el quitarse las sandalias pero desecho la idea. Nado reposadamente y luego a brazo partido para volver a cansarse y alcanzar la orilla opuesta.
Ante él se extendía un verde prado, inmenso y el suave viento hacía moverse las briznas de paja de considerable altura, dándole a todo un aspecto de oleaje en el mar.
Atrás dejaba toda una vida de trabajo y un sinfín de relaciones familiares y no tan familiares; pero le habían echado y ya no podía regresar.
La cuestión había sido muy determinante, o se iba o le quemaban por brujería. Ahora se planteaba de que iba a vivir del otro lado, a penas sí tenia para un par de días de comida y era sabido, desde siempre, que la gente del otro lado era muy hostil.
De pie ya en la orilla opuesta, escurrió sus ropas como pudo y bendijo a su suerte por estar todavía en primavera. De un bolsillo sacó pedernal y recogió unas ramitas del suelo para hacerse la comida del mediodía. Carne de jabalí para hacerse una sopa.
No transcurrió mucho tiempo antes de que el humo llamara la atención de ojos preparados para la vigilancia.
Los pasos apurados le sorprendieron justo cuando ya cubría el fuego con tierra. Un hombre enorme, negro, cubierto de pieles y pinturas le gritaba en una lengua que no era la suya mientras le amenazaba con una lanza en una mano y un cuchillo en la otra.
…
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