Dedicatoria:
A todas las Candelas
A modo de prólogo
Se dice Candela
Se dice Candela: apenas palpitante,
pábilo negro y luz hasta la muerte abrupta.
Hablan los Ilustrados del abuso y la droga
como de un pasatiempo hombruno contra muñecas
alegremente desfloradas. Hablan
como una escarcha que hiela, y quemante
mutila como a pedradas fieras
la pequeñez del cuerpo aniñado
que aparece ovillado en bolsas negras.
Pábilo negro y luz hasta que la muerte a borbotones
entra zanganeando como un batracio fúnebre,
y reclama urgida su libra de carne
en nombre del sacrosanto derecho de pernada.
En su mansión a cocaína ríen a risotadas brutas.
y nosotros lloramos como unas lenguas negras
la blasfemia del Hombre contra la Niña.
¿Cuántas Candelas apagarán hoy su luz?
¿Cuántas ayer, cuántas mañana?
Los mensajeros llegan con sus sangrientos versos:
¡cultivemos la droga y bebamos su néctar
en la púber vagina! Gritan. Harán luego discursos
reclamando sus votos de lágrimas falseadas
que vacían el alma de las nobles sustancias.
Abandonados de Dios y a la intemperie,
henos aquí, desamparados, solos librados
a nuestra razón de amor y de esperanzas.
¡Cultivemos un puro odio entre verdades!
Como un fuego marmóreo, crepitante flama enarbolada
que incinere voraz las inmundicias que resecan el alma
Y desbaratan la carne hasta los tuétanos.
¡Cómo no decidirse a incendiar la pradera
Incluso con la tenue llama de una débil candela!
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