La Reliquia, «Palabras finales»

Palabras finales

En conversaciones privadas, algunos entendidos han comentado sus intentos por revelar la verdadera identidad del personaje que en la obra lleva por nombre solo dos letras: AC. ¿Pero cómo descubrirla? En todo sistema o institución de Inteligencia (espionaje), las personas reciben, al ser reclutadas e incorporadas oficialmente, X identidades distintas. Es un kit de nombres y apellidos, utilizables en todos los asuntos cotidianos de la vida de un espía o de un personal dedicado a los secretos de Estado.
Algunos entendidos extienden este beneficio a X2 identidades, y toman en consideración que todo depende de la ocasión y la tarea en la que prestan sus servicios. Esta conjetura elevaría a un número indeterminado de identidades. ¿Cuántas usaría un asesino profesional, para llevar a cabo sus encomiendas? Imposible decirlo, supone muchas.
Pero admitiendo que el personaje contara con solo X identidades distintas, no para sus labores, sino para la vida cotidiana, resulta casi inverosímil develar el verdadero nombre de este antihéroe.
En la obra, AC, se presenta con el nombre de Augusto Contes. Así figuraba en el documento que entregó a la encargada del hotel del pueblo para su registro. En ningún otro pasaje de la obra se lo llama de ese modo. No hay dudas que se trata de un nombre ocasional, solo para la tarea de asesinar a su víctima en la operación “La Reliquia”.
En otros pasajes, el mismo se presenta al suboficial “Pérez” como Alberto Cortés, usando un homónimo del cantautor pampeano, ya fallecido. Y más adelante, alguien lo nombra como Alberto Castillo, cuando se le solicita a Podestá que lo conserve con vida, porque algunas autoridades estaban interesadas en hablar con él, (“Hay quienes, por ahora, quieren escuchar al cantor de los cien barrios porteños.”). Esto demostraría que ninguno de esos tres nombres eran los que utilizaba en algún momento de su rutina diaria; fueron usados respondiendo a una necesidad momentánea. Lo que une a los distintos nombres unos con otros, son las dos letras iniciales del nombre y del apellido: A y C. Es un dato de relativa relevancia.
Lo más significativo que se ha hallado en esta investigación, es que las letras AC, representan al elemento actinio, una de las tierras raras que da nombre a una de las series, la de los actínidos. Se trata de un metal radioactivo blando que reluce en la oscuridad. Es difícil establecer si la luminiscencia resplandeciente de “La Reliquia” se vincula de alguna manera a la del elemento ac.

Se ha buceado en la historia familiar. Pocos datos han perdurado al presente. De lo que tenemos certeza, es que no ha sobrevivido ningún familiar en línea ascendente.
Se consideró que había alguna posibilidad que en el cotolengo del gran Buenos Aires en donde vivió y murió la madre, se podría obtener alguna información de parte de las Hermanas que atendieron a aquella mujer que se aburrió de caminar. Sin embargo, muy a nuestro pesar, los datos de la madre de AC desaparecieron de los archivos. Las monjas que estaban a cargo de la administración, señalaron que, en un robo, hacía ya varios años, sustrajeron, entre otros elementos, fichas del archivero de las que no quedaron copias. Las monjas que con deferencia nos atendieron, se negaron a dar cualquier dato que revelara alguna intimidad de las internadas. Era una política de confidencialidad que jamás se vulneraba. De todos modos, nos dijo una monjita regordeta y atenta, que de aquella camada de siervas de Dios, ya no quedaba ninguna con vida. Fuera esto cierto o no, ningún dato provechoso se obtuvo en aquella casa de reclusión.
Si el misterioso AC tuvo algún hijo, es una incógnita. Y, de todos modos, de haber engendrado un vástago, ¿cómo saber si era su hijo? ¿Qué identidad podría tener esa hipotética descendencia? No hay modo de saberlo. Cabría, asistidos por la ciencia moderna, recurrir al estudio de ADN (ácido desoxirribonucleico), pero el cadáver de AC desapareció de la morgue judicial, no bien arribó trasladado por una morguera policial.
Todo hace suponer que fue incinerado, un procedimiento por demás común cuando se desea eliminar una evidencia biológica de manera definitiva.
Los datos, hasta ahora recabados, obligan a definir que ese linaje se ha extinguido al momento que el hombre rodó por la barranca hasta el borde del Riachuelo, y expiró en un suspiro, tras el certero disparo en su cabeza. Al desaparecer el cuerpo, también es motivo de divergencia si se trató en efecto de un asesinato o un suicidio. Del ciruja, presentado como crucial testigo de los fatales acontecimientos, no consta evidencia alguna de su existencia real.
Todos los investigadores coinciden, aunque no se animan a declararlo, que el personaje presentado como el testigo presencial, es un mero invento del expediente policial, luego asimilado al judicial. Ponen como prueba el texto de la supuesta declaración del hombre ante la comisión policial, cargado de contradicciones e inexactitudes, propias de la conocida desprolijidad policial.

Las veces que se relevó el terreno donde se desarrolló el drama final de este sicario, no se encontró a nadie que respondiera a la descripción que el personal policial le hiciera a la fiscal actuante, ni a nadie que conociera a un personaje si acaso similar, y menos aún de apellido Socchi.
El personaje del ciruja llevaba por nombre dos extravagancias: Venancio Cándido. Habría que aceptar que sus padres tenían un gran sentido del humor para hacer conjugar los dos nombres y el apellido distorsionado. Si existieron, debieron ser personas cultas y entendidas y nunca, modestos trabajadores o linyeras como el hipotético Socchi.
Veamos. Venancio es un nombre de origen latino, que, curiosamente, remite a la condición de cazador o que le gusta cazar venados. El imaginario testigo, justamente, fue el testigo de la ejecución en la cacería de una presa. El animal, en esa ocasión, no fue un venado, sino un hombre. Pero el ejercicio de la caza cabría para definir el acontecimiento del asesinato y ejecución del perseguido.
Las cualidades que se le atribuyen a los portadores del nombre Venancio, están en las antípodas del personaje descrito por el personal policial actuante, cuando el descubrimiento del cadáver de AC, y que recoge la obra.
En lo que respecta a Cándido, también de origen latín, cand?dus, quiere decir resplandeciente, o, en su defecto, que brilla por su blancura. Comprobará el lector que el relato no describe a un hombre resplandeciente, que deslumbra por su blancura. Muy por el contrario, nos entrega a un personaje sucio, roñoso, mal oliente a tal punto, que su torturador siente asco de aproximarse demasiado al interrogado.
Ni afecto al deporte de la caza del venado, ni alguien que resalta por su blancura. No hay duda que se trata de una broma de la Inteligencia o, en este caso, de la Contrainteligencia.
De todos modos, obligados a no pecar de ligeros, se hizo una pormenorizada búsqueda del apellido Socchi. En ningún caso se encontró la etimología de la palabra Socchi, ni la genealogía de este apellido. Sí, la de Sochi. La similitud es notable desde la perspectiva de nuestra escritura castellana, aunque en italiano su pronunciación varía considerablemente; la introducción de un doble “c”, hace suponer que quien imaginó este nombre lo adulteró con el franco sentido de despistar a los posibles investigadores.
Note el lector que el significado de este vocablo, también describe a lo opuesto del personaje. Sochi se define como generoso, apasionado, altruista, ingenioso, frágil, etc. En los juegos de contrainformación, es dado encontrar personas de vasta cultura o múltiples conocimientos, capaces de inventar o modificar hasta distorsionar el origen de las palabras, nombres, apellidos, e incluso los hechos mismos. Este sería un caso singular, por la información que nos llega a través de la obra. (1)
Estamos inclinados a suponer que tal apellido resultó de la construcción de un vocablo organizado a partir de definiciones que entrega la astrología moderna. Sochi: regido por Marte, afecto al color rojo, a la piedra sanguinaria (conocida en España como restañasangre), y cuyas cualidades más notables son la compasión y el idealismo.
La composición Venancio Cándido Socchi, es una falsificación. Estamos frente a un cazador, resplandeciente, compasivo e idealista. Una impostura, si se quiere, interesante, pero patraña al fin. Un juego de palabras y significados.
En definitiva, se trata de una elucubración destinada a cerrar todo acceso a la verdad que, siempre, es lo que interesa a los que investigan el tema que fuera.
El otro asunto que resultó de interés y que aparece como una fuerte simbología, es la eternidad del creador de la bandera y su relación con la guerra por las Malvinas.
Esa alternativa ya fue descrita por el novelista Daniel Lombardo, en su obra “El último testigo”. Allí, el autor, por primera vez, hizo referencia a la eternidad del Padre de la Patria (como el Libertador General San Martín definió a su contemporáneo), y el propósito de la inteligencia militar de la entonces dictadura, de utilizar su figura trascendente para obtener apoyo y rédito en la decisión de restablecer la soberanía nacional del 2 de abril de 1982, sobre los territorios usurpados por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte el 3 de enero de 1833.
Pero en el caso que nos ocupa, y si bien es cierta la relación prócer-Malvinas que es puesta de manifiesto por el relato del combate de Monte Toumbledown (en la obra la toponimia está castellanizada a Monte Destartalado), que, como se recordará, es el relato recurrente que el suboficial “Pérez” lee al prócer para su deleite; lo que resalta aquí es el intento de asesinato del ilustre. El primero, ubicado en el año 1820, cuando la lucha política en Buenos Aires alcanzó violentas dimensiones. Fracasado ese intento por la negativa no solo de los mercenarios sino, y principalmente, de la tropa disciplinada, la oligarquía gobernante decide declarar el 20 de junio como el día de su defunción, y condena al prócer a un confinamiento a la espera de su efectiva muerte, en una recóndita morada norteña en un perdido lugar del mapa, preparada a los efectos de servir de prisión.

El autor describe los planes de su asesinato tras la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, cuando la oligarquía consideró propicia la oportunidad para poner fin a aquella subsistencia de los ideales independentistas de toda dominación extranjera, en cierto grado representado por el prócer.
Resulta sugerente, y también gratificante, que ambos autores manifiesten el deseo de eternizar al prócer. Fuera para establecer a través suyo el paradigma que espera una sociedad inspire a sus dirigentes, civiles o militares, o para introducirlo en ancas de un evento mágico, como el símbolo vivo de una nación que busca su destino.
Concurrente con el relato, el día señalado al finalizar la obra, 3 de junio, fecha del nacimiento del prohombre y de una multitudinaria movilización popular compuesta principalmente por mujeres bajo la consigna “Ni una menos”, se propone como ejemplo de ese complejo camino que verdaderas multitudes deben recorrer para unificar las aspiraciones de libertad y de independencia de todo dominio extranjero, y que no podrán resolverse sin eventos conmovedores que cambien definitivamente el curso de la historia.
Los miles de mujeres, así como los vulgares “Pérez” logiados en la más severa clandestinidad y que mueren defendiendo a su bandera, son propuestos como algunos de los componentes indispensables del combustible de ese cambio histórico, político, económico, social, cultural, etc.
Hemos dejado para el final el análisis de dos personajes nefastos de la obra, el conocido como “el coronel” y el jefe del grupo de tareas, “Podestá”.
El coronel nos remite a su familia. Quienes han investigado la obra no acuerdan sobre la real o falsa existencia de este personaje.
Para algunos estudiosos, no se trata de un personaje, sino de muchos resumidos en una personalidad. Puede se trate de la descripción de una casta militar, transformada en la guardia pretoriana contra su propio pueblo. Es probable. Tómese en consideración, que, aunque con alguna laxitud, la mayoría de los personajes militares, excepto el prócer, desde ya, son ubicados temporalmente en los comienzos del siglo XX, atraviesan el primer quinquenio del siglo hasta su finalización, y el drama alcanza el desenlace en la segunda década del corriente siglo. Hacía muchos años que los ejércitos de la independencia habían desaparecido. También aquellos que protagonizaron la larga y cruenta guerra civil. El ejército al que nos remiten los personajes es el que construyó y consolidó la oligarquía argentina para garantizar su largo y prepotente predominio.
El siglo XX fue una sucesión de descalabros en los que fueron parte las cúpulas militares, que incluyeron espantosas matanzas (con gobiernos constitucionales o de facto), la traición a los patriotas en la guerra por las Malvinas, la entrega oprobiosa de la soberanía nacional, entre otros.
La mención por el autor de prácticas pederastas e incestuosos, son un repliegue tenebroso de la historia, que, por sus implicancias, esperamos clarificar en tiempos próximos, en los volúmenes que continúan a este y que esperamos tengan la fortuna de ver la luz.
Si el coronel, tal como ha sido descrito, es un personaje real o se ha construido uno con base en la personalidad y las perversiones de varios militares o civiles, no importa al caso, no podemos afirmarlo. Pero de lo que sí hay certeza, es que la mujer descrita como su esposa, corresponde con un personaje femenino encontrado durante nuestra investigación y que conecta a la perfección con el descrito en la obra.
El personaje real no se llamó Encarnación Mercedes. Nos comprometimos a conservar en el anonimato de quién se trata y eso haremos. Pero de esta eximia pianista, enloquecida tras el nacimiento de su último hijo, o hija, de acuerdo al relato que estamos tratando, hay sobradas pruebas; aunque ya no sobreviven testigos directos que puedan aportarnos más y mejores perspectivas sobre el personaje.
Fue sometida a una cirugía neurológica, una innovación (y una audacia) absoluta para su época, que le devolvió cierta estabilidad emocional. Aquellos brutales arrebatos descritos, cuando Encarnación acometía a golpes contra la pared, tratando de abrir una vía de escape en la habitación en que se hallaba recluida, fueron cosa del pasado. Pero la cirugía se llevó, entre muchas otras cosas, sus capacidades musicales que desaparecieron para siempre. Encarnación murió loca a una edad en la que muchas personas encuentran la madurez y el equilibrio ideal que les permite encarar una vida productiva y llena de satisfacciones.
Acerca de la hija, hay indicios sugerentes. Pero indicios, no son pruebas concluyentes. Que en la historia hay una muchacha que asombraba en su tierna infancia con sus prodigios musicales, hemos recogido algunos testimonios. Resultaría imprudente y aventurado atribuir a esos datos condición de irrefutables.
No hay constancia alguna de cómo ni por qué, la niña pasó de su familia biológica a una familia sustituta, ni si es real o solo un recurso literario, el cambio de nombre de Guadalupe a Teresa, en ese tránsito de una familia a otra. Es probable que se trate de un recurso para exponer un estado que manifiesta una personalidad bifronte. En un cuerpo coexistían dos niñas Guadalupe y Teresa (dos personalidades) que pugnaban por exteriorizarse.
Del libro que se presenta como autobiográfico de Guadalupe, no hay ninguna prueba sobre su autoría.

Podestá es el resumen de todo lo nefasto de esos hombres dedicados a preservar el poder de una oligarquía poderosa y parasitaria. Usamos la definición “oligarquía” en su acepción más precisa: un gobierno en el que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada.
¿Existió el oficial de inteligencia que aparece como un protagonista clave en el desarrollo del relato? No hay manera de penetrar la fortaleza de esas instituciones del espionaje, como para corroborar, por documentos verídicos, la real existencia del hombre apodado Podestá.
El apellido Podestá es introducido en el relato por AC, refiriéndose al viejo cine “Pablito Podestá”, como se lo conocía, el que solían usar de refugio los estudiantes de la escuela media fugados de sus colegios. Allí se proyectaban películas que hoy no serían consideradas ni eróticas, pero que entonces, alentaban las fantasías sexuales de los púberes rateados.
¿La referencia al cine Podestá indica alguna pertenencia de AC al barrio de Pompeya? ¿Es por esto que asocia la imagen de “aquellos galanes de las pretendidas películas pornográficas clase “c” que proyectaban de a tres en el cine Podestá”, como describe AC?
No podemos saberlo. El nombre Podestá, nos es dado por el propio protagonista, que es un mentiroso patológico. El arte de la mentira y el engaño está en la sustancia de los espías. No podrían, de otro modo, realizar sus labores.
En AC estamos frente a un asesino profesional, en Podestá, ante un conductor de un grupo especializado. Ambos son engranajes de ese sistema perverso de la mentira, el engaño y la traición destinado a sostener el poder de turno de esa minoría gobernante.
Las perversiones que son descritas en Podestá, sus vicios, su cinismo, parecen el resumen de lo mefistofélico que debe reunir un hombre en el núcleo de sus células, para atender a tales requerimientos, sin acosarlo nunca el menor remordimiento.
Podestá existe como símbolo, su sobrevida a las fatalidades sirve para dejar constancia que esos hombres de los suburbios del poder en los que la política alcanza una sustancia cloacal, subsisten a pesar del paso del tiempo. Ignoramos por qué el autor omitió una sentencia interesante que Podestá le dice a AC, en el vuelo de la muerte que comparten.
AC, impresionado por las palabras de su jefe, habla de algunos de sus temores, en cuanto a la posibilidad de que, con el tiempo, su situación cambie radicalmente, y que un nuevo gobierno surgido de elecciones, pudiera tomarse alguna revancha con quienes, como él, han cumplido órdenes de sus superiores.
Podestá, dice el borrador encontrado, miró absorto al subordinado y rio a carcajadas, casi llevado por un estado de éxtasis en el que se combinaba la droga inhalada, y la sorpresa ante la ingenuidad del hombre bajo su mando.
La respuesta es contundente: “¿Usted cree que una elección va a acabar con nosotros? Tagarna, baje a la tierra… Hace falta mucho más que una elección para que nosotros dejemos de existir. Nosotros somos parte del regalo. ¿Usted cree que por una elección de mierda no se requerirán más nuestros servicios? No sea ingenuo, quiere, aunque debería decirle, no sea boludo.”
En el bosquejo, se relatan otras definiciones, pero consideramos interesante darle al lector por lo menos esta, de alguna relevancia.
Para finalizar, se deja constancia que en “La venganza de los Pérez”, “Biografía en secreto de Amanda Da Silva” y “Los amores de Ámbar y Guadalupe”, se profundiza la investigación y se arroja luz sobre distintos personajes y eventos que se mencionan en este primer ensayo (“La Reliquia”), y que merecen un detallado análisis para darle al lector una visión más integradora de los momentos históricos y los protagonistas del presente estudio.

Nota

1) La manipulación de la información, el engaño que deriva en
franca confusión, la mentira organizada hasta parecerse a una verdad
irrefutable, encuentra un famoso antecedente en el célebre episodio
de la adaptación de la novela de Herbert Georges Wells “La Guerra
de los Mundos”, por Orson Welles, quien, el 30 de octubre de 1938,
desde los estudios de CBS, transmitió una supuesta invasión
extraterrestre a nuestro planeta. Aunque se negó por largo tiempo e
incluso por el propio Wells, muchos autores describieron esa
transmisión, como el ensayo más grande realizado hasta entonces, de
manipulación de la información para poner a prueba la capacidad de
respuesta de una sociedad. La televisión multiplicó por miles esa
capacidad de manipulación de la información pública y, por ende,
del espectador.

Mucho más cerca en el tiempo, el argumento de la existencia de armas de destrucción masiva que Irak utilizaría para destruir a los países occidentales e Israel, fue clave para lograr el beneplácito popular de la ciudadanía de esos países, para desencadenar la llamada Segunda Guerra del Golfo, y proceder a la ocupación y destrucción de esa nación del Asia menor. A la postre, las armas denunciadas nunca existieron. Irak fue devastado y Saddam Hussein, ajusticiado en la horca.

Octubre de 2015


v

Nota del capítulo XXVII, sobre “Encuentro Nacional de Mujeres”. En Argentina se realizó en 31 oportunidades el “Encuentro Nacional de Mujeres”, de convocatoria multitudinaria. En el año 2016, el 31 Encuentro se desarrolló en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe; participaron 70.000 mujeres de todo el país. El 32 Encuentro tendrá por sede la ciudad de Resistencia, provincia de Chaco.

v

Agradecimiento

A Carlos Solís por su invalorable colaboración.

Bibliografía

Antiguo Testamento

Asturias, Miguel Ángel

El señor presidente

Belgrano, Manuel

Memorias

Epistolario

González, Julio Carlos

El Gral. Roca y el despojo de la Patagonia

Lombardo, Daniel

El último testigo

Manrique, Jorge

Coplas a la muerte de mi padre

Mitre, Bartolomé

Historia de Manuel Belgrano

Arengas

Pigna, Felipe

La guerra de la Triple Alianza

Orwell, George

1984

Sun Tzu

El arte de la guerra

Wikipedia

Combate de Monte Tumbledown.

Conferencia del Capitán de Navío (R) VGM Carlos Daniel Vázquez, en San Miguel de Tucumán, Argentina, 2014.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS