XXVIII

Es 3 de junio, día en que nació el General. La tarde es algo cálida para la época. El otoño se mantiene pese a las pretensiones del invierno de hacerse dueño en su equinoccio.
Guadalupe camina entre miles de mujeres. A poca distancia unas pancartas repiten: “Ni una menos”. Banderas celestes y blancas flamean en todas direcciones. El viento es antojadizo y las orienta a cada una en sentido distinto, hace un ballet que entremezcla el celeste y el blanco caprichosamente. Antojo de viento de la patria.
Cada mujer que pasa dice sus verdades. Como Guadalupe, miles llevan cicatrices. Como Teresa, en la lucha común se transforman.
Las banderas no cesan, flamean incansables. Nacieron para ser izadas.
Lejos, muy lejos, un “Pérez” alza al cielo sus ojos agradecidos. Sabía que nadie podrá matar esa bandera nacida, protectora, entre pólvora, sangre y sueños revolucionarios. Entre su ruda trama blanca y celeste tocada con el rojo de la sangre de miles de valientes de ayer, de hoy, de siempre, vive la esperanza y el futuro.
En algún lugar, una vieja reliquia pregunta con voz imperceptible.
—¿Y dónde está mi amigo? Ese que me contaba la historia del monte destartalado…
—Lo mataron mi General. Murió defendiendo a su bandera. –Le respondió con tono marcial el suboficial “Pérez”.
—¿Peleó bien? ¿Murió valiente?
—Ya lo creo mi General… Lo único que pudieron arrancarle con la tortura fue una frase.
—¿Cuál? ¡Dígamela! Necesito oírla…
—“Yo caí. Otro ocupará mi puesto…”38
El viejo General, pensativo, movió su cabeza. Reflexionó: “Los que mueren valientes, no existen, nos dejan aquí, solos; pero ellos viven en nuestra memoria como mártires de la libertad”.
Mientras el sol caía a pique por un barranco, se durmió sereno, acariciado por una brisa amorosa que lo embelesó dulcificando su descanso. La revolución, zumo vivificante, remolcaba sin interrupciones su sangre-néctar por arterias y venas, y al llegar a la garganta brotaba en un ¡a la carga chisperos!, al tiempo que agitaba en sueños un blanco pañuelo de puñales y pólvoras, llamando a forjar el triunfo definitivo de la causa de la libertad y la independencia.


[1]“La lucha es cruel”, poema de Nikola Vaptzárov (1909-1942).

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