Blaze! Capítulo 34

Capítulo 34 – Albert!

Mi nombre es Albert Broodenmelk (en realidad no tengo apellido, sólo quería sonar un poco más pomposo, no se me ocurrió otra cosa…) y me he embarcado en una solitaria encrucijada, la primera de mi vida, por decisión propia, para salvar a quien me sacó de mi letargo y me mostró un mundo nuevo y sin límites. Si no fuera por ella nunca habría conocido más que mi enmascarada celda, las aventuras que hemos vivido juntos estos últimos meses me han impulsado e inspirado… ¿Quién pensaría que llegaría a navegar por el océano hasta otro continente?, ¿Yo, el ser del cual no se esperaba nada?, ¿Yo, el que…?

Desde la popa del barco apareció un hombre vestido con ropajes desteñidos, rasgados y sucios, oteando para todos lados como si buscara algo, encontrando a Albert ensimismado sentado en la proa del navío, con su cabello al viento y una púber barba que parecía una pequeña maraña de pelusa sobre su rostro.

¡Hey, tú, esclavo, vuelve a tu celda! –gritó el marinero, abalanzándose sobre Albert, haciendo huir al joven, comenzando a perseguirlo por la cubierta de la embarcación.

Creo que olvidé volver a tiempo a mi encierro, pero nunca olvidaré como fue que llegué acá, todo sea por el bien de Blaze –pensó Albert, huyendo del cano carcelero, trotando hacia las celdas.

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Albert se incorporó de la cama que frenó su caída, con el corazón acelerado y con una creciente preocupación por su señora.

¿Dónde estoy? –se preguntó el oráculo, caminando por la vacía habitación, saliendo de esta, inspeccionando la lúgubre y antigua casa en la que se encontraba.

El muchacho revisó todas las habitaciones que encontró en su camino, anunciando su presencia por todo el lugar, para llamar la atención de los posibles moradores, pero el único sonido que escuchaba era el de sus pasos.

¿Hay alguien en casa? Mi nombre es Albert y no sé dónde estoy –repitió el joven hasta el cansancio, secándosele la boca y garganta de tanto parlotear solo.

Un ruido similar a un quejido alertó a Albert de que no se encontraba solo, gritando por la casa para hallar al ser que emitió tal sonido. Caminó por los pasillos de la oscura casa, encontrando una escalera que se dirigía a un subterráneo, escuchando una tos seca proveniente desde abajo.

Esto me trae recuerdos –pensó el joven, bajando con cuidado las escaleras, quedando en frente de una alba puerta de madera, abriéndola lentamente–. ¿Hola? Mi nombre es…

Albert, sí, te escuché desde el comienzo de tu griterío –dijo un viejo postrado en cama, tosiendo dolorosamente, girando su rostro en dirección al muchacho, sorprendiéndose al verlo–. Tú eres el escudero de Blaze, ¿qué haces aquí sin ella?

¿Cómo sabe que soy el escudero de Blaze?, ¿quién es usted? –consultó extrañado el oráculo, sin entender de donde lo conocía el anciano.

Soy Echleón, el maestro de artes esotéricas de tu señora, a quien ayudé a salvar tu vida cuando ocurrió el incidente con el trozo de DSH… –respondió sin empacho el viejo, tosiendo– aunque es imposible que me recuerdes por encontrarte inconsciente en aquel momento.

Señor –dijo Albert, inclinándose frente al maestro, causando un cadavérico carcajeo en el añoso hombre–. Muchas gracias.

En vez de hacer reverencias podrías decirme que haces acá sin tu señora –solicitó Echleón, invitando al muchacho a acercarse a su cama.

No lo sé, estábamos junto a Blaze y repentinamente apareció una especie de tornado que nos succionó y separó, después de unas violentas volteretas caí en una de las habitaciones del segundo piso y ahora estoy aquí, frente a usted –narró Albert.

¿Estábamos? –preguntó el maestro, mirando al joven desde la profundidad de sus arrugados párpados, inquietando al muchacho.

Bueno, Bhasenomot, que es un demonio, unos niños y un hombre que rescatamos de una ciudad atacada por la peste negra y yo –explicó Albert, contando con sus manos la cantidad de personas indicadas.

¿Los acompaña un demonio? Sólo les falta una dragona… –refunfuñó Echleón, extrañando al joven, quien no se atrevió a preguntar el significado de aquella frase–. Debes hallarla.

¿Cómo? No tengo idea de donde puede estar, no… -dijo el joven, callándose, mirando al piso.

¿No puedes solo? Tremendo escudero ha conseguido mi discípula, creo que sabes que ella haría lo que fuera por los suyos, aunque le costara la vida, ¿cierto? –dijo Echleón, sacudiendo la mente de Albert, recordándole todo lo que había pasado junto a Blaze.

Tiene razón. Yo… Yo la encontraré, soy su escudero, algo debió ver en mi para aceptarme como tal, pero… no sé por dónde comenzar –declaró el muchacho con su corazón enardecido por las palabras de anciano maestro.

No te preocupes, te puedo ayudar, pero no puedo acompañarte, creo que estoy en mis últimas jornadas –dijo el viejo con voz apagada y desapegada–. Ve al despacho del primer piso y busca un mapa, tráelo.

Albert se paralizó un momento, ansioso y temeroso a la vez, con las piernas amilanadas.

¿Sabes lo que es un mapa? –consultó Echleón, tosiendo posteriormente.

Sí, señor –respondió Albert, saliendo de la habitación del viejo, buscando el despacho donde debía encontrarse el plano solicitado.

El oráculo corrió por la casa hasta dar con el cuarto, moviendo una infinidad de papeles, libros, envases de vidrio y trozos de, aparentemente, animales disecados, dejándolos de lado con asco. Después de unos minutos de búsqueda, logró dar con una cartulina cartografiada, volviendo donde el anciano postrado.

Señor –dijo el joven, entregando el mapa al hombre.

Sostenlo allá, no puedo erigirme –señaló Echleón, apuntando a los pies de su cama.

Albert tomó con ambas manos la cartulina, levantándolo por sobre sus hombros, lo más alto que pudo, elevando también sus talones, apoyándose solamente en los dedos de sus pies, cansándose a los pocos segundos, estirándose de nuevo para ganar altura.

Al menos lo intentas… Quédate quieto, muchacho –dijo el maestro, comenzando a profesar extrañas palabras–. Dissipet Quaerere.

El mapa comenzó a calentarse, como si se estuviera quemando, iluminándose desde sus cuatro extremos, trasluciéndose la cartulina, mostrando los trazos hechos en la otra cara del documento. La luz se movió lentamente sobre la carta, juntándose sobre un punto en particular de esta, encendiéndose como una pequeña y flameante llama, indicando la posición actual de la maga.

Ahí está –declaró Echleón, apuntando a la llama–. Supongo que te habrá enseñado a leer un mapa, ¿cierto?

Sí, señor –respondió Albert, girando el gran papel, apoyándolo sobre la cama, mirando como la incandescente chispa bailaba sobre un punto geográfico determinado–. Blaze está en…

No puedo hacer nada más por ti, desde ahora estás solo –dijo el anciano, descansando sus esqueléticas extremidades en los costados de su delgado torso.

Gracias, señor, haré lo que pueda para llegar a su lado –agradeció el joven, haciendo una reverencia.

Joven oráculo, ¿sabes cómo terminará todo esto, cierto? –preguntó Echleón con una voz que Albert no supo interpretar sino como monotonía o melancolía.

No, señor –respondió Albert, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, tiritando de miedo–. Nos vemos.

No recibió respuesta alguna del viejo, saliendo presurosamente de la habitación.

Dile que no olvide mi encargo, que no pierda el tiempo con nimiedades como esa –solicitó Echleón con crípticas palabras–. Llévate el mapa, te ayudará a encontrarla.

Cla… Claro, señor –respondió extrañado Albert, deteniéndose en el umbral del cuarto, volviendo sus pasos para coger el documento y entendiendo que el viejo parecía saber más de lo que decía, quedando pensativo–. ¿Le habrá ocurrido algo grave?, ¿estará bien?

Recién cuando salió de la casa, Albert reparó que estuvo en el hogar de Blaze, pensando en volver para conocer un poco más de ella viendo el lugar en que se crio cuando era una niña y que casi ya no frecuentaba por su estilo de vida actual.

Eso no es importante en este momento, debo apresurarme, volveré cuando todo esto haya terminado –pensó el joven, corriendo al bosque que tenía en frente, dirigiéndose hacia el mar.

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Después de mucho correr, trotar y finalmente caminar hasta el cansancio, Albert encontró la primera ciudad grande desde que salió del bosque cercano a la casa de Echleón y Blaze, deteniéndose para recuperar el aliento.

Ya es tarde, debo buscar refugio o no sobreviviré –pensó el oráculo, con la garganta y costado de su torso adoloridos, sobándose bajo las costillas con una mano–. Suerte que tengo algo de dinero.

El muchacho se hospedó en el hostal más barato que encontró, compartiendo la habitación con una pareja de jóvenes padres junto a su pequeño hijo, cediéndoles su cama para que durmieran más cómodos, arropándose en el piso, envolviéndose en las ropas, cuidando sus pertenencias.

Mañana me levantaré temprano y seguiré con mi primera travesía en solitario –se dijo a sí mismo Albert, durmiéndose aferrado a su espada y dinero.

Al amanecer, la familia que pernoctó junto a Albert se levantó para retirarse, acercándose al dormido escudero, dejándole media hogaza de pan al lado de su cabeza, despertándolo sin querer, levantándose sobresaltado.

Un pequeño regalo por cedernos tu lecho anoche –dijo el padre del bebé, levantándose del lado del oráculo.

Gracias –respondió Albert, sentándose en el piso, estirando sus extremidades para hacer fluir su sangre, cogiendo el trozo de pan, comiéndolo de a poco para no atragantarse.

Albert salió del hostal y se dirigió hacia la primera taberna que encontró, pidiendo un vaso de leche para acompañar el pan que le regalaron, desayunando solo eso, tratando de gastar la menor cantidad de dinero posible.

¿Y ahora qué? –se preguntó el muchacho, marchando en dirección a la costa, con un gran camino por delante, desenrollando el mapa que el maestro de su señora le prestó, observando como la llama que indicaba la posición de Blaze seguía inmóvil en el mismo lugar, sin llegar a apagarse ni quemar el documento–. Esto de la magia…

Albert enrolló el plano, colgándolo sobre su espalda con un hilo, caminando tranquilamente por la ciudad, observando el paisaje, cuando de repente escuchó gritos lejanos, acudiendo al lugar, donde una niña un poco más pequeña que él se escondió detrás suyo.

¿Estás bien, niña? –preguntó el oráculo, desenvainando su espada, mirando a la pequeña mugrienta de cabello rubio peinado con una coleta y rostro inundado de pecas.

¡Corramos! –respondió la niña, saliendo de su escondite, metiéndose entre unos arbustos.

¡Espera! –gritó Albert, envainando la espada para poder seguir a la niña de forma segura.

Albert siguió el rastro de vegetales removidos y apartados, internándose en un bosquecillo, el que cambió a medida que avanzaba, yendo de tierra a arena, emergiendo directamente frente al mar.

¡Fantástico! El mar quedaba realmente cerca –exclamó el joven, mirando en todas direcciones, buscando a la niñita–. No está acá, al parecer.

Las olas rompían con ensordecedora fortaleza sobre unas inmensas rocas negras, lugar donde el muchacho se subió para observar el océano y sus alrededores.

Creo que no es tan simple –murmuró Albert, sujetándose de las rocas humedecidas por el mar, resbalándosele las manos, logrando ponerse de pie para mirar el horizonte–. Esto es sólo mar, nada de puertos a la vista…

El oráculo disfrutaba de la vista y el aroma del mar, dejándose acariciar por la fresca brisa marítima, siendo bañado por completo por una gran ola que reventó con excesiva fuerza sobre la roca en que se encontraba parado, casi cayendo al agua, sujetándose a duras penas.

Eso fue refrescantemente peligroso –dijo Albert, exprimiendo el agua de su ropa, palpándose el cuerpo, echando de menos algo–. No, no puede ser…

La bolsa con monedas que portaba el muchacho había desaparecido, devolviéndose a la cima de la roca para ver si la encontraba, sin éxito.

Maldición –se quejó Albert, sentándose en la roca, lamentando la pérdida, escuchando unas risotadas detrás de él–. ¿Quién es?

Que tonto, estás todo mojado –dijo la niña que se refugió detrás de él minutos atrás, con la bolsa de monedas entre sus pequeños dedos, burlándose del oráculo.

¿Quién es la chica que acaba de aparecer frente a Albert?, ¿Blaze se encontrará bien?, ¿será que a Echleón le queda muy poco tiempo de vida?, ¿y Bhasenomot? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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