Hacía ya algunos años que Lucrezia había enviudado. Y no quería terminar sola sus días. Deseaba encontrar con quien continuar el viaje y por eso en las noches, antes de dormir, visitaba páginas de citas serias de la web para buscar pareja y volver a encontrar el amor. Su hija le insistía que tuviera cuidado con esos sitios, que no eran lo que aseguraban ser. Pero ella estaba dispuesta a arriesgarse porque deseaba rehacer su vida, y aunque era verdad que, los pocos intentos que había tenido hasta ese momento habían resultado muy decepcionantes, no había perdido la esperanza de encontrar a un buen hombre con el que terminar el viaje.
Recordaba la mañana en que estando dando de comer a los hurones oyó que un vehículo se acercaba a la granja. Al salir del cobertizo vió que era el repartidor de la tienda de la aldea que le traía su pedido semanal, pero se había adelantado al horario de costumbre.
-”¡Hola!, Buenos días”- le saludó-” Tú no eres el de siempre. ¿Han despedido al otro.?”-le preguntó indiscretamente, mientras le miraba y le gustaba lo que veía.
-”Buenos días”- le contestó el hombre con una sonrisa –”Si a la donna le parece bien, a partir de hoy, seré yo quien le suba todo lo que necesita … Espero que no le disguste. A mi favor poder garantizarle que si echa en falta cualquier cosa no tendrá más que realizar una llamada y, no lo dude, lo tendrá a su disposición.”
A Lucrezia le cayó en gracia el desparpajo descarado del hombre y dedicó un momento a inspeccionarlo disimuladamente. Pese a haber superado la cincuentena se mantenía en forma, sin la universal barriga cervecera y tampoco era feo.
Y las semanas se fueron sucediendo en la rutina diaria, aunque ahora salpicada con las risas que el hombre le sonsacaba con divertidas provocaciones cada martes cuando le subía el pedido semanal.

Aquella mañana Lucrezia decidió que descubriría cuales eran sus verdaderas intenciones.
Oyó el claxon que anunciaba su llegada y salió a recibirle.
Después de que él le dejara la mercancía en la cocina le invitó a tomar un café en el porche. Él aceptó con estudiada indiferencia.
Era una de esas radiantes mañanas del mes de mayo en la que, según la leyenda, podías llegar a toparte en los escabrosos Apeninos, con duendes y brujas, ángeles e incluso con el Diablo.
Fabrizio relajado le propuso: -“Me ha gustado mucho que hayas tenido esta atención conmigo. Debo confesarte que estaba seguro de que un simple recadero como yo, no llegaría a llamar tu atención. “… “Pero me alegra que no haya sido así” – y añadió mirándole fijamente a los ojos. – ¿Qué te parecería si el próximo sábado subo hasta aquí, dando un paseo, y contemplamos juntos, desde este lugar privilegiado, la luna llena y las estrellas.? No te sientas obligada. Lo haré solo si, … solo a ti te apetece.”
Lucrezia gratamente sorprendida contestó:-“¿Vas a venir andando desde Bagni di Lucca hasta aquí.? Son más de 3 kilómetros.”
Fabrizio sonrió:-“Una nadería por poder pasar unas horas contigo.”
Y ese sábado Lucrezia, ilusionada, eligió un vestido negro ceñido que dibujaba sin pudor su proporcionado cuerpo. Cuando llegó Fabrizio le invitó a sentarse en el porche y después de las frases de rutina, se atrevió a decirle:-“Puedo estar equivocada pero me parece que tú y yo congeniamos, los pequeños ratos que hemos coincidido cuando me has traído el pedido cada semana han sido muy agradables para mi.” Se detuvo un instante y añadió:-“No sé si también para ti.”
Fabrizio contestó :-“Claro que si. Me gusta venir aquí, porque me gusta verte y nos reímos y es divertido …. Me siento bien, aunque – advirtió – hay líneas que no hay que cruzar…”
Lucrezia se puso en guardia :-“ ¿Líneas? ¿Qué líneas? No te entiendo.”
Fabrizio contestó:-“No podemos pasar la línea de caernos bien.”
Lucrezia incómoda contestó:- “Entonces no hay problema, porque no vamos a pasar ninguna otra línea. Solo estamos hablando de caernos bien.”
Fabrizio con insultante desfachatez le espetó.-“¿Entonces de follar ni hablamos.?
-“Guarda la minga. No vayas a tener algún problema.”-le contestó asqueada.
-“¿Es que no te pongo? – insistió él.
Lucrezia, contiendo su ira, contestó :-“Me temo que se te va la imaginación por la entrepierna. Lamento comprobar que me has simplificado como la posibilidad de un simple polvo.”
Fabrizio le contestó:-“Venga, venga no te pongas sería. Es solo que me gustaría follarte. Estoy viniendo todos los martes hasta aquí desde hace cuatro meses y tú ni me has dado la mano.” Y, añadió haciéndole un guiño :-“Si tú quieres, en dos minutos estoy desnudo en tu cama.”
Lucrezia manteniendo la sonrisa, rebajó tensión –“El caso es que debo reconocer que eres un golfo superdivertido. Por cierto, tengo en la alacena un auténtico Mezcal Oaxaqueño con gusano rojo que entona hasta los cuerpos más decrépitos como el tuyo. ¿Te apetece? ¿Te sirvo un trago?
Fabrizio contestó:-“Nunca le digo que no a un buen trago, ni tampoco a retozar con una mujer de bandera como tú.”
Lucrezia obviando el comentario, le sirvió una generosa porción de la bebida ofrecida y le invitó:-“Ven. Quiero enseñarte mi granja. Nunca has tenido tiempo para visitarla y hoy la luna y las estrellas te mostraran lo mágica que es.”
Fabrizio agradeció que, por fin, aquella fiera empezara a relajarse; estaba seguro que si jugaba bien sus cartas, aquella noche podría terminar muy bien.
Entraron en un enorme cobertizo. Le sorprendió la cantidad de hurones, muchos de ellos albinos, que jugaban entrando y saliendo por varios túneles extensibles que rodeaban cada una de las amplias explanadas cubiertas con unas enormes mantas verdosas. Calculó que debería haber más de doscientos. Le llamó la atención una modernísima picadora de carne con sierra tritura-huesos, que, en una de las esquinas de la nave, se escondía de la curiosidad del visitante detrás de unos paneles de pvc.

-¡Wow! ¡Menudo bicho! ¿Para qué utilizas esa trituradora.?
-“Me ayuda a cortar las piezas de equino que se comen los hurones, es la carne más recomendable para evitar alergias o intolerancias alimentarias.”
-“Pero nosotros nunca te hemos servido carne de caballo….”
-“Tengo que reponer, voy a pedirla esta misma semana….”
Fue entonces cuando Fabrizio empezó a notar un gran cansancio y sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies al tiempo que la vista se le enturbiaba.
Lucrezia, pendiente de él, le tomó del brazo, mientras le comentaba con dulzura: -”¿Verdad que son adorables.? Tan elegantes y … carnívoros. El emperador César Augusto, en el año 6 a. C., ya envió hurones a nuestra vecina Hispania para controlar las plagas de conejos. La verdad es que desde que se alimentan de capullos como tú, su pelaje está más brillante y su cópula puede durar hasta tres horas. ¿Te imaginas a ti follando tres horas sin parar? Seguro que sería el sueño por el que podrías dar tu vida. Y ahora, ya ves, sin haber follado, la vas a dar, grandísimo necio.”

Mientras le dejaba caer al suelo como un fardo, comentó para si misma con desgana: -“Es incomprensible que, en el mundo haya tanta bazofia como tú. Increible que no os importe jugar, y encima con trampas, con los sentimientos de tantas mujeres y hacerles tanto daño solo por satisfacer el instinto de unos pocos segundos, insisto, unos pocos y miserables segundos. … Estúpidos necios…. Aunque, en fin, … no siempre se gana …”

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