El murmullo y el tintineo de las copas inundaban el pequeño comedor del restaurante.

–¿Se sabe ya quién le sustituirá? — preguntó Jesús a David.

— He oído que será Luis. Creo que ya se ha encargado de chuparle el culo al ‘dire’… ¡Mírale, está pletórico!

— Vaya María, cada vez estás más joven y más guapa — le dijo Luis con aires de gigoló.

— ¿Cuántas veces te tengo que recordar que tanto tú como yo estamos casados?

— Mira a María, no pierde el tiempo. Ya está coqueteando con el que será el nuevo Jefe de Área — le susurraba ‘Rosi’ a Miriam –. ¡Vaya vestido me trae! Tiene un escote que le llega al ombligo.

— Y que lo digas. Anda que se corta, aquí delante de todos — contestó con cara de asco.

— ¡Calla, calla! Parece que Julián nos va a deleitar con uno de sus discursos — dijo con retintín.

Se hizo el silencio cuando el anfitrión se levantó repiqueteando su copa con un tenedor.

— Primero quiero daros las gracias por venir. Ya sé que todavía me quedan unos días para emprender mi nueva andadura, pero ya sabéis lo que dicen: «hay que coger al toro por los cuernos»; aunque reconozco que este toro es manso y parece fácil de lidiar — tragó saliva y prosiguió: — Como no podía ser de otra forma, os voy a leer algo — Julián sacó un papel muy doblado y manoseado y lo desplegó:

El libro de la vida se escribe solo; es nuestro presente el que dispone de una gran variedad de tinteros para escribir sin parar, porque el tiempo no se detiene, ni tampoco se puede atajar por mucho que nos empeñemos. Hay veces que queremos que pase muy, muy despacio y otras, en cambio, queremos que transcurra raudo y veloz. Pero, por desgracia, ocurre justo lo contrario: lo inolvidable en el buen sentido, lo casi ideal, se escribe rápidamente; en cambio, lo que nos causa dolor, nos hace sufrir, los malos momentos en definitiva, lo hace lentamente.

Pero no hay que olvidarse de ojearlo de vez en cuando, hojearlo página a página cuando realmente lo necesitemos; aquel que no lo haga no aprenderá, sobre todo, de sí mismo. Tampoco debemos escribir en él más allá; quizás hacer pequeños esbozos, solo los necesarios, porque suelen desvanecerse. Recordad: ‘quién vive en el pasado o en el futuro deja de vivir el presente’. Hay que vivir el momento con pasión; cuantas más cosas de las que hacemos las realizamos con entusiasmo, más cerca estaremos de una vida plena.

Me toca pasar página, una llena de recuerdos, la mayoría inolvidables, en la que me habéis escrito muchas palabras, líneas e incluso párrafos enteros todos los que estáis aquí. Algunas veces lo habéis hecho con lápiz, otras con bolígrafos azules o rojos, unas pocas con pluma y las menos con rotulador indeleble, pero lo importante es que nunca dejasteis de hacerlo.

Por todo ello quiero daros las gracias; nunca olvidaré las experiencias positivas que hemos compartido, esas que se escriben sin ningún esfuerzo. Son las amargas las que se resisten en plasmarse, pero lo hacen, por desgracia, y tiene que ser así para intentar evitarlas cuando se presenten de nuevo. Por mucho que queramos esquivarlas no lo conseguiremos, porque, aunque parezcan distintas, son las mismas disfrazadas con otras máscaras.

Mi libro y el vuestro, por suerte, tienen todavía muchísimas páginas en blanco deseando cobrar protagonismo. Esto continúa, esto es un no parar. Mi pluma está ágil últimamente, escribe más rápido de lo que yo esperaba. No sé si me tocará comprar nuevos tomos, espero que sí. Y a vosotros os deseo lo mismo.

Mi libro es mi libro y no lo cambiaría por ningún otro, quizás porque vosotros aparecéis en él. Vosotros y tantos otros han hecho que sea un grandioso libro. No llegará a ser un superventas, pero no me importa en absoluto, lo primordial es que de vez en cuando lo releamos juntos.

No tengo más que deciros, solo que esto no es un adiós. Mi libro está impaciente porque sigáis escribiendo en él, le gusta vuestra escritura; y que conste que es muy selecto y exquisito, no se lo permite a cualquiera. No le importa que vuestra letra sea muy bonita o vuestros renglones, a veces, los redactéis algo torcidos; o que lo hagáis con faltas de ortografía. Él sabe que lo hacéis desde vuestro corazón, y eso es lo que más le importa, lo que más valora. Y espero que me permitáis, a mí también, seguir haciéndolo en el vuestro.

Os deseo lo mejor.

— Mientras escribía esto, sin querer, estuve ojeando varias páginas donde aparecíais y… — dobló el papel y sus lágrimas se asomaron sin control –. Tengo sensaciones encontradas: por un lado ilusión por comenzar a escribir sobre nuevas temáticas, pero a la vez aflicción por no hacerlo con vosotros si no estáis cerca. Recordad que mi libro se entristecerá si os olvidáis de él. Ya sabéis lo que se dice del roce… Pero tened en mente que la distancia la interponemos las personas… No dejéis de escribir en muchísimo tiempo e intentad huir de la rutina. Si lo hacéis muy rápido, no os preocupéis, dejaros llevar, eso es señal de que la vida os sonríe y mucho. Como dijo Charlie Chaplin: “Un día sin reír es un día perdido.”. No perdáis ni uno solo, son todos muy valiosos, irrepetibles e irrecuperables — tras una pausa finalizó diciendo: — Mi libro me acaba de dar un último encargo, me ha pedido un gran favor, me ha dicho que os diga… “¡ESCRIBIDME!”.

— Brindemos por nuestro gran jefe y compañero — dijo Luis en voz alta entre los aplausos –. Todos subieron las copas y bebieron a su salud.

— ¿Cuándo les informamos sobre la disgregación? — preguntó el gerente de RRHH.

— Esperaremos a que Julián se vaya. Tenemos que manejar esto con mucho tacto — respondió el director.

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