Volteando de manera estrepitosa,

comienzo a contestar a mi pasado,

encarnado en una risa joven,

que ve en mí una vieja amistosa.

¡No!, ni vieja ni amistosa,

solo acumulo experiencia

y doy crédito a mis ojos,

Ojos de otrora llenos de esperanza y ahora cansado de verdades,

La joven increpa desde la mirada, la vieja responde desde la experiencia,

Y el corazón se va haciendo añicos cuando merodea la impaciencia.

Dime porque ya no me quieres,

Dime si alguna vez me quisiste,

Di tu como mides mi cariño,

Di tú, como expreso mi dolor,

Cuando la edad te aventaja y la madurez no llega.

Cuando son más las preguntas que las respuestas hechas.

Cuando el intelecto vence para que el corazón no sufra.

Y todo es disfrazado tan solo por las escusas.

Escusas de porque no llegas, escusas de porque no llamas,

excusas de no correr a despertarme temprano cada mañana.

La excusa no es el tiempo que ocupas en tus cosas,

la excusa no es las ganas de emanciparte,

la excusa es que cuando estas sigues ausente,

porque ocupas tu mente en otra parte,

Dime juventud perdida, dime dónde quedó el tiempo,

Dime como represo yo todos mis pensamientos.

Los baremos con que mido, ésta hoy mi inexistencia,

tú, que oportunamente eras toda una respuesta,

tú, que intelectualizaste vida, sentires, contingencias,

que varas utilizas ahora, para medir esta discordia,

la mente lo hizo bien y el corazón explota,

que tanto pesa esas obras de gesta independiente,

el tiempo que utilizaste, que nada quedara pendiente,

el tiempo de la ilusión de que todo fuera perfecto,

el tiempo de los amores, de momentos e inconsciente,

el tiempo de formación, todo quedó sin efecto.

En el recuento de, y si lo intento. . .

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