A veces pienso mucho en ella, a veces ni la recuerdo, pero cuando si lo hago, imagino cosas tontas, muy estúpidas la verdad, la imagino diciendo mi nombre a mis espaldas, voltear, verla correr hacia mi y entregarse en mis brazos, la imagino después de muchas años, caminando en alguna acera y cruzar miradas entre el tumulto de personas recorriendo el mismo camino o entre el transito de la ciudad y en esos segundos que duren nuestras miradas entrelazadas, decirnos todo lo que no pudimos, lo que necesitábamos escuchar en su momento y ya después de desviar las pupilas uno del otro, continuar con el castigo que es vivir lejos de quien alguna vez amaste de verdad.

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