Qué jodido es querer empezar
de cero
cuando por dentro estás a menos quince.
Y no grados, precisamente.
Si no de fuerzas,
de autoestima
y ganas de saltar.
De saltar al precipicio que parece anunciar una
liberación,
pero como no ves el fondo,
te quedas quieta.
Y el frío te recome los dedos de los pies.
Mientras temblando, no paras de preguntarte que por qué no te mueves.
Y es que simplemente no puedes hacer más por seguir ahí estando bien.
Le toca a él.
Pero lo jodido,
ya no es solo empezar de cero
cuando estás a menos quince,
lo jodido es que él
por un instante
sin revolverse en tu pelo tenga los huevos de entender por qué.
De por qué quieres irte.
Si estabais muy bien.
Piensa en por qué dices eso.
En vez de por qué el no para de soplarte los pies
con un cubo de hielo delante.
Y ahí es cuando tú,
sin saber por qué,
y con una lagrima que se congela al tocar el suelo,
te cruzas de brazos.
Y espera pacientemente a que el frío se vaya.
Mientras tú te congelas.
Mientras él está disfrutando.
Mientras tú pierdes tu vida.
Mientras él no se quita los zapatos.
Mientras tú saltas a tu soledad.
Mientras él llora por tu ausencia.
Mientras tú sonríes con los pies en una nueva playa.
Mientras él no entiende aún que por qué tenías frío, si el estaba bien.
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