Ana cierra los ojos. La noche intenta borrar el dolor de tantas angustias vividas durante el día, pero no lo consigue.

Yo quisiera pasearme altivo por las dudas que la inundan y encontrar las respuestas, pero ella dice que es la propia vida la que irá respondiendo sin apenas darnos cuenta, cuando ella quiera, como siempre, caprichosa y egocéntrica, dueña de todo, de ella, de mí, de vosotros.

En sus noches de insomnio respiro en cada trazo aunque no me escucha, procuro hacerlo bajito para no molestar. Tinta negra sobre un fondo blanco.

La vida llora y Ana se seca las lágrimas con el dorso de su mano. Intento seguir escribiendo, esquivando con maestría las gotas que caen sobre el papel, esas que se empeñan en emborronar mi caligrafía y ensuciar este cuaderno. Soy el objeto que deja constancia de sus penas, soy el medio, siempre negro, porque a ella le gusta expresar en ese color, aunque yo pienso que cualquier tono es válido si sirve para reflejar con palabras lo que hay dentro de su corazón.

A veces utiliza demasiados adjetivos, comas mal usadas y muchos puntos suspensivos y yo me paro y la miro de frente para decirle algo, pero ella continúa y sigue escribiendo sin darse cuenta de que existo.

Es cabezota e incansable, creo que incluso una loca insaciable. Hay días que me cuesta seguir su ritmo, entonces me aparta y me arrincona. Intento comunicarme con ella, pero se tapa los oídos.

Es temperamental e impulsiva, aunque sabe perdonar y me busca siempre cuando se siente sola, me acaricia y sonrío. Me dejo llevar deslizándome entre sus dedos, hago las letras más bellas y legibles que puedo, por complacerla, para que me siga queriendo, para que me otorgue el protagonismo que creo que merezco.

Vuelve a escribir sobre la soledad y el dolor que la persigue, otro día más llora sobre el mismo papel. Intento consolarla, pero vuelve a ignorarme, se recrea en la inconsciencia sin comprender que sin mí no sería nada.

Piensa que sólo soy el bolígrafo negro que escribe sus emociones.

Yo callo por prudencia, porque la adoro, porque sé quién soy y también sé que sin mí solo sería una gota negra sobre un fondo blanco.

Sí, soy el bolígrafo que desliza las palabras sobre esta hoja, lo que lees no lo ha escrito ella… Fui yo y mis propios puntos suspensivos.

AB©

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